Cae un quinto premio en Siesta: el día en el que Pascual hizo que todo un barrio fuera feliz

Un quinto premio, el 01568 deja casi un millón de euros en el barrio de Siesta, en Santa Eulària

El despacho mixto de loterías del bar Pascual reparte la suerte entre vecinos y trabajadores de temporada

En el barrio de Siesta las manecillas de los relojes deberían estar detenidas a las 10.39 horas. Fue justo en ese momento cuando los niños de San Ildefonso cantaron el quinto premio para el 01568. Al instante, Vicky Rubio, una clienta habitual del bar Pascual, que también funciona como despacho mixto de loterías, supo que algo le había tocado: «Estaba segura que era el mío porque es un número que me gusta mucho. Por un lado el 15, la niña bonita, y por otro el 68, el año en el que nací».

Quien lo supo también inmediatamente es Pepi Andrés que, conjuntamente con su marido Pascual Muñoz, regenta el bar desde hace veinte años. «Yo estaba sirviendo en la barra y ni me acordaba del número», explica Pascual, «pero mi mujer saltó enseguida muy convencida. ¡¡Es nuestro número!! Y sí lo era, ¡¡ya lo creo!!».

El día en el que Pascual hizo que toda Siesta fuera feliz |

Euforia incontenible entre los clientes del bar Pascual. / Marcelo Sastre

Todavía conmocionados, no saben cuántos decimos han vendido exactamente. Primero comentan que quizás 300, luego hablan de 250. «Lo que tenemos claro es que los vendimos todos. Lo teníamos reservado y el número se acabó hace un mes», afirma Pepi Andrés. La confirmación oficial la realiza la delegación en Balears de Loterías y Apuestas del Estado: en total son 156 décimos vendidos del 01568, lo que supone un premio total de 936.000 euros, a 6.000 euros por décimo. No es tanto como habían pensado al principio pero es casi un millón de euros que, entre todos los décimos, ha caído del cielo en Siesta.

Un premio repartido

Porque lo que todo el mundo tiene claro es que el dinero se queda en el barrio. «Los que compran son clientes que pasa por aquí cada día. Vecinos y también gente que viene en verano a trabajar. Currantes. Todos se llevan su décimo», explica Daniel Muñoz, hijo de los propietarios y que trabaja en el negocio: «Y la familia también se ha quedado unos cuantos. Entre los abuelos, tíos, primos… habremos repartido 15 o 20 décimos».

Uno de los agraciados es Jesús Muñoz, hermano de Pascual y tío de Daniel, y que pronto se convierte en el alma de la fiesta. «¿Que si es la primera vez que me toca algo? Bueno, mi mujer también me toca de vez en cuando», bromea antes de estallar en una carcajada de alegría. Jesús es marmolista y es la representación perfecta de la euforia incontenible. Inmediatamente, llama a sus contactos telefónicos y les informa de la noticia: «Pabloooo…. ¡¡que nos ha tocado!! ¿Tú no has comprado? ¡Yo te doy la mitad!».

El día en el que Pascual hizo que toda Siesta fuera feliz | FOTOS DE MARCELO SASTRE

Jesús Muñoz es levantado en brazos por uno de los clientes del bar. / Marcelo Sastre

«A todo el mundo le ha tocado», explica Miguel Toril, jubilado y con un décimo que ahora vale 6.000 euros: «Está muy repartido entre todo el barrio. Me alegro, por los jóvenes y por los viejos. Ojalá esto sea una buena señal».

¿A todo el mundo le ha tocado? A casi todo el mundo, porque Joaquín Luna, trabajador de mantenimiento, no ha comprado lotería. Sin embargo, no parece abatido: «Mis padres tienen un décimo, y todos los amigos del bar Pascual han comprado. Me alegro por ellos. Si ellos están felices, yo también». Al poco aparecen sus padres, Francisco y Dolores. Ambos llevan casi 60 años viviendo en Ibiza, están jubilados y, en ese estallido de euforia, mantienen la calma de quienes ya llevan muchos años en el mundo: «¿Qué haremos con el dinero? Un apaño, una ayudita a los hijos, a repartirlo un poco».

En la terraza, más tranquilos, se encuentra el matrimonio formado por Joan Ramon y Nieves Contreras con su hija Melisa. Ellos han compartido el billete de lotería con otros dos compañeros de trabajo y, por lo tanto, les tocan 2.000 euros: «Nunca en la vida habíamos ganado nada y estamos súper contentos».

Universo bar Pascual

El bar Pascual se encuentra en la calle Ses Margalides, en los bajos del Residencial Santa Eulària, un mastodóntico edificio como los que se encuentran en las barriadas obreras de las grandes ciudades de la Península. Este edificio es el cogollo de Siesta y el que le ha dado su personalidad de barrio de clase trabajadora formada, en su mayoría, por vecinos originarios de Andalucía que llegaron a la isla durante el primer boom del turismo. Los mismos dueños del bar Pascual son un perfecto ejemplo: él es originario de Jaén y ella, de Huelva, y cuando llegan estas fiestas cierran el bar para volver al sur y ver a la familia. «Este año nos hemos quedado aquí. ¡Y fíjate lo que ha pasado!», comenta alborozada Pepi Andrés.

El día en el que Pascual hizo que toda Siesta fuera feliz

Pepi Andrés hace sonar el badajo de cuando alguien les deja bote. / Marcelo Sastre

El bar Pascual es también un microcosmos que concentra la esencia del barrio. Es más que un bar, es la segunda casa de muchos de los vecinos, es el local social, el espacio de encuentro, el ágora de Siesta, donde los parroquianos se ponen al día de sus asuntos, donde desayunan, donde se quitan las penas y donde ven la vida pasar. Un bar que permanece ajeno a la gentrificación, donde se sirven tapas caseras y donde es posible encontrar azulejos con refranes como ‘Con vino viejo y jamón, no padece el corazón’.

«¡Viva el bar Pascual!», grita alguien, y la consigna es seguida por toda la clientela. «¡Y vivan las hierbas ibicencas!», exclama Jesús Muñoz. Joaquín Luna se abraza con Pablo, otro cliente, y también uno de los pocos que no compró un décimo: «Somos las dos únicas personas del barrio a quienes no les ha tocado la lotería, ¡pero estamos contentos igual!». Otro vecino eufórico es Andrés García, que también tiene un décimo: «¡Qué alegría, le tocó al barrio! ¡Viva el barrio de Siesta! Pascual, ¡tu bar parece la tienda de doña Manolita!». Y los parroquianos piden cervezas, licor de hierbas, chupitos, y Pascual y su hijo Daniel, atareados y sudando, van de un lado a otro de la barra, atendiendo todas las peticiones: «Aunque haya tocado la lotería, hay que trabajar. ¡Mi vida es ir tirando cañas!», comenta el dueño.

Y mientras chocan las copas, Pepi sube la música y suenan Los Chichos, que cantan «Son, son / para que tú la bailes. Son, son / para cantarlas al viento. Son, son...», y el clamor es unánime: viva el Pascual y viva la gente buena de Siesta.

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