Iglesia

Un nuevo diácono llegado a Ibiza desde Cuba

El templo de Jesús acoge la ordenación como diácono de Yásser Peña, joven nacido en La Habana que recientemente se licenció en Derecho Canónico en Roma después de tres años de carrera y que conoce la isla desde hace cuatro años

Mira aquí el vídeo de la ordenación del diácono Yásser Peña en Ibiza

José Miguel L. Romero

«Lo siento, no se me da muy bien hablar», comenta Yásser Peña ya fuera de la iglesia de Jesús, donde acaba de ser ordenado diácono. Hasta al obispo, Vicent Ribas, le costó hacerle hablar cuando concluyó su ordenación:

Un nuevo diácono llegado de Cuba

Abrazos tras concluir la ordenación. / T.E.

—¿Nos puedes decir algo?

—No.

—¡Cómo que no!

Ribas se echó a reír, ya saben cómo es. Un par de minutos después, Peña despidió la misa con las palabras habituales: «Podemos ir en paz». «Ya nos ha dicho algo», replicó, bromista, el obispo.

Peña, de 38 años y nacido en La Habana (Cuba), recientemente se licenció en Derecho Canónico en Roma. El camino emprendido en su caso no ha sido el habitual: «El proceso lo he hecho al revés. Normalmente, uno concluye los estudios institucionales de Teología, se ordena diácono y, luego, sacerdote. Y si la Iglesia lo considera, dependiendo de las necesidades particulares de cada diócesis, algunos estudian licenciaturas o el doctorado. Yo hice esa licenciatura antes de esta ordenación. Apenas terminé el examen final y ya estoy aquí».

Desde hace cuatro años hacía el servicio pastoral en la iglesia de Santa Creu de Ibiza, y desde junio, en la de Jesús. Durante los tres años de Derecho Canónico, «venía en verano y navidades». ¿Y cómo llegó a Ibiza? «Desde Cuba me mandaron a Roma para estudiar Teología. Allí conocí la realidad de esta isla, la que sabe todo el mundo y la que no se sabe, a través de amigos, de diáconos, de seminaristas. Yo no sabía nada de ella antes». Es tan parco en palabras que no hay manera de sacarle de qué manera cree que podrá aplicar sus estudios en esta isla, o fuera de ella, si bien hay quienes tienen muchas esperanzas depositadas en él. Se ordenan, dicen, muchos diáconos (bueno, es un decir, pues las vocaciones no atraviesan, precisamente, su época de esplendor), pero están convencidos de que en este caso no va a ser una ordenación más.

La madre, cuando sea ordenado sacerdote

A la suya asistieron amigos llegados desde Italia y Valencia, «personas importantes» en la vida de Peña, según Vicent Ribas, que confía en que la madre del diácono (su padre falleció hace dos años), que vive en Cuba, pueda asistir el día en que sea ordenado sacerdote, el siguiente paso.

Le animó, en ese sentido, a «servir con mucha paciencia, sin prisa. Ten paciencia con el obispo [hubo muchas risas entonces entre los feligreses] y, sobre todo, con tus hermanos sacerdotes [aún más risas]. Cada persona tiene sus tiempos»

«Ahora vamos a hablar, pero de tú a tú», avisó el obispo al ordenando, que esperaba en el pasillo frente al presbiterio. No era para echarle una bronca delante de los fieles, sino para, primero, alabar las lecturas escogidas para su ordenación: «Cuanto más las leía, más te conocía. Expresan lo que debe ser un diácono». Después, para darle varios consejos, como ser fiel a la liturgia, «pero con cercanía a la gente». «Toda la vida del diácono debe ser de sacrificio, ser diácono es servir a la comunidad con el resto de religiosos». «La unidad» entre el clero, le avisó, es «importante». Y le animó, en ese sentido, a «servir con mucha paciencia, sin prisa. Ten paciencia con el obispo [hubo muchas risas entonces entre los feligreses] y, sobre todo, con tus hermanos sacerdotes [aún más risas]. Cada persona tiene sus tiempos». El obispo sabe alternar los momentos de gravedad con los de distensión. Le siguió un aforismo de Ribas: «El que no sirve, no sirve para nada».

No es un súper

«Se nos pide —prosiguió— que acompañemos al pueblo, a la comunidad. Si no, esto sería como ir al supermercado. La gente vendría aquí a un bautismo y se iría, o a misa, y luego se iría. Nuestra misión va mucho más allá: es acompañar».

«Podemos confundir nuestro ministerio y buscar que nos sirvan a nosotros, cuando en realidad hemos venido a servir», fue su último consejo antes de proceder a la ordenación, en la que Peña se postró en el suelo para mostrar su total disponibilidad, para luego acercarse al obispo y arrodillarse ante él para que le impusiera las manos sobre la cabeza, acción simbólica por la que se confiere al elegido la misión ministerial en la Iglesia. Después, Lucas Ramon Prats, el clérigo más anciano de ladiócesis, le impuso la estola al estilo diaconal y le revistió con la dalmática. Ya puede puede bautizar, oficiar bodas, celebrar exequias, predicar en la misa y dar la comunión y la bendición.

Fuera, Peña bendijo por primera vez a sus compañeros, a otros sacerdotes, a sus amigos, a fieles… «Qué bueno, güey», dijo, visiblemente contento, a un religioso.

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