Entrevista | Eva María Vázquez Alberca Terapeuta

Eva María Vázquez Alberca, terapeuta: «A las mujeres nos han inculcado miedos que los hombres no tienen»

«Hay una exigencia muy grande con la mujer y eso pasa factura» | «Las mujeres que sufren violencia deben sostenerse en personas que realmente las apoyen, no en las que parecen hacerlo pero cuestionan que denuncien»

Eva María Vázquez Alberca,
ayer antes de la concentración 
del 25N en Vila.  Toni Escobar

Eva María Vázquez Alberca, ayer antes de la concentración del 25N en Vila. Toni Escobar / Marta Torres Molina

‘Vivir sin miedo’. Es el título del taller que ofreció ayer Eva María Vázquez Alberca en el Parque de la Paz, poco antes de la concentración del 25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer. Alicantina, «de un pueblito», lleva diez años en la isla. Terapeuta, su trabajo se centra en ayudar a las mujeres «a que aprendan a valorarse y a amarse». La palabra «empoderamiento» se le queda corta, afirma Vázquez, que ríe cuando se le pregunta si le gusta más hablar de descubrir los superpoderes de cada mujer. Comenzó a trabajar en esto, basándose en el movimiento corporal, por su propia historia. Tuvo un aborto. El primero de cinco. Y hace diez meses le hicieron una histerectomía en la que, además del útero, le extirparon «casi dos kilos de tumores». Todo, de hecho, empezó con su primer mioma, hace 17 años, cuando comenzó una investigación que traspasó lo personal. El primer paso para valorarse, para poner límites, para perder los miedos, para salir del pozo en el que te hunde un maltratador es sencillo: «¡Lubricad esas caderas!».

El taller se titulaba ‘Vivir sin miedo’. ¿Vivimos con miedo?

Creo que sí, vivimos con mucho miedo. A que no nos amen, a entregar nuestro corazón, a ser juzgadas, al qué dirán los demás, a no ser suficiente, a no estar a la altura de lo que se espera de nosotras y con miedo, a veces, desafortunadamente,incluso a caminar por las calles.

Son muchos miedos.

Sí. ¡Muchos! Creo que muchos de nuestros miedos vienen de nuestras heridas, de nuestro bagaje personal, de no creer en nosotras. De lo que nos han enseñado, de la herida de abandono, de no sentirnos amadas. Y hay otro miedo que es un miedo más que el resto de la sociedad nos ha impuesto: no ser suficiente. Tenemos la suerte de vivir en Ibiza, que es un lugar bastante tranquilo, pero si vives en una gran ciudad hay determinadas calles que evitas porque tienes miedo a que te agredan, o tienes miedo a mostrarte como quieres, a ir con determinada ropa. La sensación de libertad la tienes coartada. Y siento que en Ibiza es mucho más fácil eso para lasmujeres.

Unos miedos que ellos, en general, no tienen, ¿no?

Exacto. Hay unos miedos que los hombres no tienen. Un hombre no tiene miedo a que una mujer le agreda en la calle. No tiene miedo a no ser suficiente, por ejemplo. ¡Al revés! El hombre tiene mucha más confianza en sí mismo, hay muchos más hombres que lideran proyectos, que lideran empresas, que van a por todas sin complejos… No tienen los miedos que tenemos nosotras. Me viene la imagen, por ejemplo, de cuando viajas fuera a algunos países en los que sabes que tienes que ir acompañada de un hombre. Me ha pasado cuando he ido a África, pero a mis amigos hombres no les pasa.

¿Cómo desbloqueamos esos miedos?

Pues la forma en la que yo los desbloqueo es a través del cuerpo. Me pone muchísimo bailar. Soy capaz de llegar al éxtasis.

Pensaba que iba a decir otra cosa...

¿Al orgasmo? Pues yo no, pero sí hay esa sensación de plenitud. Está bien que lo comentes porque mi trabajo está muy enfocado a la sexualidad, pero no desde el sexo, desde la sexualidad consciente. Es algo mucho más amplio. El cuerpo y la mente van unidas, pero los procesos de sanación y de recuperación son diferentes. Llevan ritmos diferentes. El cuerpo guarda unas memorias, vivenciales, de ahora, pero también antiguas, heredadas de otras generaciones. Yo me centro en las que tenemos nosotras, que ya son bastantes. El cuerpo necesita desbloquearse, que toda nuestra energía fluya de una manera más armónica. Somatizamos lo que nos sucede en la vida y debemos darle a nuestro cuerpo el espacio para liberarse.

Si cuerpo y mente tienen ritmos diferentes, ¿qué sana más rápido?

No es un tema de qué va más rápido. La mente, el ego, como le quieras llamar, también tiene la capacidad de bloquear. Su propósito es cuidarnos, aunque a veces nos la juega y nos boicotea. A veces, podemos sanar entendiendo lo que ha sucedido, esa violencia que hemos sufrido, pero el cuerpo tiene la memoria registrada. La intención es unir las dos partes: el cuerpo, a través de la danza, el movimiento libre y orgánico, con la mente, a través de la forma en la que te hablas, te relacionas contigo, tus pensamientos… ¿Qué sana antes? Son diferentes, para mí. Cuando consigo gestionarlo a través del cuerpo siento que me libero mucho más, pero necesito entender muchas cosas para que mi sistema nervioso se calme, entenderlo desde la mente.

El cuerpo de las mujeres históricamente ha estado cargado de culpa. Moverlo, precisamente, no estaba bien visto. Era pecaminoso y aún hoy se dice que provoca.

Totalmente, sobre todo el movimiento de la cadera, de la pelvis. Es en eso en lo que estoy especializada. Sexualidad consciente. Esa parte del cuerpo es la que recoge más memoria. Por los abusos, por no valorarnos, por no confiar en nosotras y darle el poder al otro, que puede ser nuestro padre, la pareja… Cuando empezamos a liberarnos desde ahí, desde la cadera, comenzamos a recuperar nuestro poder. Si una mujer mueve la cadera se considera demasiado sensual, provocativo, pero va más allá de eso. Es coartar la libertad. Nuestra libertad.

Uno de los puntos del taller era «activar la dignidad». ¿Qué es eso?

Esto viene, precisamente, del propósito del 25N. Hay mucha rabia, algo que, según la medicina china, se acumula en el hígado, que es el órgano del enfado y de la rabia, pero también de la dignidad. Activar la dignidad es decir «estoy aquí, presente, conmigo», activar la dignidad es valorarte. Antes hablábamos de los miedos, que nos impulsan o nos impiden caminar; depende, pero también hay mucho enfado y mucha rabia. Y mucha autoexigencia.No podemos hacer lo que queremos. Eso y liberar nuestro enfado es lo que menos nos han permitido a las mujeres desde pequeñitas y es, también, lo que menos se nos permite ahora. La mujer tiene que ser la niña buena.

No puedes protestar, quejarte ni enfadarte. Además, si lo haces te dicen que te pones fea.

Sí, te dicen «no te enfades que te pones fea». Todo mal en eso. Soy ejemplo absoluto de esto, de no poder sacar mi enfado. Y cuando eso pasa, o se desborda o te lo comes y enfermas o acumulas y acumulas y cuando te desbordas eres fuego. A veces, lo que hay detrás de la rabia es tristeza. Tenemos que ser dignas de nosotras mismas, porque cuando somos pequeñas queremos ser dignas de mamá, de papá, de los adultos. Pero no. Debemos poder decir «aquí estoy yo con toda la fuerza que tiene la mujer».

Una parte del taller se centraba en la culpa.

Sí, las mujeres sentimos mucha culpa. Por sentir placer, por no ser suficiente, por no dar lo que los demás esperan de nosotras, por permitirnos un tiempo con nosotras mismas siendo madres, trabajadoras, emprendedoras, por permitirnos el tiempo para estar con nosotras, disfrutar y gozar de la vida. Nos sentimos culpables por no darle al otro lo que espera de nosotras.

De estos miedos, este enfado, esta culpa… ¿Quién se beneficia?

¡Uy! Esto viene de lejos. Es la trayectoria de nuestra sociedad. De la sociedad occidental, en general, y de la española más aún. Si nos vamos hacia atrás llegamos a la iglesia, a la política… La mujer debe recupera su poder, su fuerza. Hay mucha fuerza en una mujer. ¿Quién se beneficia de que nos hagamos pequeñitas? El entorno, la sociedad, los políticos, los que están arriba… Cuando me propusieron el taller para el 25N la idea era dar voz a muchas mujeres que no han podido usarla. Y hay una cosa que me gusta mucho: para plantearnos qué podemos hacer desde donde estamos para luchar contra todo un sistema que nos aplasta. No podemos cambiar nada del pasado más allá de nuestro propio trabajo de sanación, pero podemos liberarnos. Reconocer el enfado y el agotamiento, sacudirnos la culpa y dar lo mejor de nosotras.

Hablaba de tiempo atrás y de la iglesia. Hace unos siglos un grupo de mujeres moviendo el cuerpo era un akelarre.

Somos conscientes de eso. Estamos volviendo a la época de los akelarres. Volvemos a ese momento. Cada vez hay más personas que lo tienen claro y en eso Ibiza es diferente respecto a otros sitios de la Península. Es más fácil encontrarnos, no está tan mal visto, es más habitual. Mira, doy clases en una asociación de cáncer y una alumna, que es más joven que yo, me dijo: «Cuando hagas estas cosas de juntaros en círculo llámame». Un akelarre es lo que hacemos en las clases, en las sesiones. Si le pusiéramos el ritual del fuego, las piedras, iluminarnos…

En la presentación hablaba del humor. ¿Qué pinta en esto?

Hay mucho drama en el mundo, lo sabemos, pasan muchísimas cosas malas y hay muchas personas que entran mucho en la victimización y el drama. Para liberar el estrés pongo humor, pero es que es algo que forma parte de mi carácter. No me lo invento sólo en clase. El humor, la risa, hace que te relajes, te liberes y dejes de pensar en si estás bailando bien o mal, de compararte con la de al lado, de pensar en que tienes que hacer la compra... Cuando pongo humor y amor hay un propósito detrás: conectar, liberar el pericardio y decir lo que realmente sentimos. «Estoy rendida», «estoy cansada», «estoy harta», «estoy hasta los ovarios»… El humor ayuda a que la mujer se vincule con los demás. Parece magia porque nos conectamos mucho más con el otro a través del cuerpo, la danza y el humor.

Que no conecten con nadie, aislarlas, es lo que busca un maltratador.

Claro, porque las otras personas te pueden dar una visión diferente de lo que estás viviendo. Te pueden apoyar, sacarte de ahí porque la mujer que está siendo violentada no se da cuenta. No es consciente. Hay hombres muy manipuladores, desafortunadamente. Hace unos días una chica me contaba un caso de violencia machista que le había pasado. La violencia física la ves de frente, pero esa manipulación que va lenta, que te va haciendo creer que no lo estás haciendo bien, que no eres suficiente… Esa no la ves y hace que empieces a decaer y que pierdas la confianza en ti misma. Esto pasa muchísimo, mucho más de lo que creemos. No digo que nos vaya a pasar a todas, pero pasa muchísimo más de lo que pensamos y nos puede pasar a todas en un momento u otro.

Cuando una mujer le cuenta un caso de violencia, ¿cómo se queda?

Pues siempre pienso que el hecho de que lo cuente o de que busque ayuda ya es un paso importante. En este caso no me lo contó en un espacio terapéutico, estábamos en la piscina municipal, saliendo de la sauna. Me lo contó ahí. Sabía que algo pasaba, por cómo me lo contaba, pero no que fuera tan crudo ni que se hubiera prolongado durante tantos años. Lo importante es que las mujeres que sufren eso no se crean todo lo que les dicen y que se sostengan en las personas que realmente las apoyan, no en las que parecen apoyarlas pero cuestionan que denuncien a su maltratador. Pero lo más importante es que no se crean todo lo que les dicen y que, en consecuencia, sean amables con ellas mismas, porque cuando una mujer ha sufrido durante tanto tiempo, tantos años, algo así está convencida de que no es suficiente y, además, se siente culpable por denunciar. Tenemos que ser más amables con nosotras mismas, más amorosas, más compasivas, pero sobre todo no creernos ni lo que dicen los demás ni lo que nos decimos a nosotras mismas porque estás influenciada por lo que te dice ese hombre manipulador.

A veces nos decimos a nosotras mismas barbaridades que no le permitiríamos a otros.

Así es. Te dices «¡qué tonta soy!», «qué mal lo hago», «¿cómo he podido tropezar otra vez en la misma piedra, con el mismo hombre?». Tenemos un montón de pensamientos sobre nosotras que no nos atrevemos a decírselos a nadie porque son muy fuertes. Y vuelvo a lo de no ser suficiente o no ser merecedora.

Y eso sin mirarnos al espejo, porque la obligación de ser bellas, esa presión está ahí.

Sí, hay un ejercicio que hacemos de mirarnos al espejo en grupo. Primero a los ojos y luego todo el cuerpo. Vamos poco a poco. En alguno de los talleres alguna, incluso, ha llegado quedarse desnuda. Tienes que mirarte a los ojos y sostenerte la mirada dándote amor y dándote cuenta de cómo te estás hablando. El trabajo es mirarse y ver qué sientes. Esto también se puede hacer con otra persona. Mirarla mientras baila y decir lo que piensas. Todo lo bello que pienses sobre esa persona en realidad está en ti. ¿Por qué no te hablas a ti misma de esa forma? ¿Por qué no te dices ‘veo belleza, veo libertad, veo fuerza, veo dulzura, veo sensualidad…’. Vamos a hablarnos con más suavidad a nosotras mismas. No hacerlo es algo que viene de fuera, de la exigencia, de la obligación de ser perfecta ajustándote a los cánones. Hay mucha exigencia hacia la mujer y eso pasa factura.

¿Ha dicho que alguna se ha desnudado?

Sí, sí, pero no es algo que yo proponga. En espacios de mucho tiempo trabajando alguna lo ha hecho. Me gusta que las mujeres se sientan libres. No pasa nada. Mi método se llama cuerpo vivo y lo de desnudarse me ha pasado en grupos muy pequeños en los que, tras mucho trabajo, se sienten completamente libres.

Ha hecho este taller para el 25N, pero también trabaja con enfermas de cáncer.

Sí, que están en el proceso de la enfermedad o en recuperación. El objetivo es siempre el mismo, conectar contigo misma y con tu fuerza. En el caso de las mujeres con cáncer hay mucha más tensión y mucho dolor no expresado.

Habla de sexualidad consciente. Es un tema conflictivo en el caso de las mujeres. No podemos mostrarla abiertamente, como los hombres, precisamente por el qué dirán que comentaba al principio.

La sexualidad va más allá del sexo, es una fuerza creativa que tenemos las mujeres, pero la sexualidad se ha concentrado en el sexo. La libido está en la mente, en el corazón, en la alegría de ser. Cuando estás conectada contigo te puedes conectar con el placer de estar viva. Hacerlo 24 horas no es fácil. En los últimos años se habla de sexualidad libre, de poliamor... Debes tener una capacidad, una inteligencia emocional, una gestión de tus sentimientos muy desarrollada. Creo que hay un poquito de confusión, pero también que somos más capaces de decir lo que queremos y lo que no. Pero sólo un poco más capaces, porque cuando cuento a mis amigas algunas cosas que les digo a los hombresme, dicen: ‘¿de verdad le dijiste eso?’. Hay que decir las cosas. Hay que marcar los límites. Si no lo hacemos se activan la inseguridad, la insuficiencia, el no merecimiento… Pero si marcas tus límites con amabilidad y autoconfianza la sensación de empoderamiento es brutal. Te quedas a gusto porque dejas claro lo que quieres: no quieres a alguien que te active la inseguridad sino la seguridad. Pero para llegar a eso es necesario conocernos más y saber cómo funcionamos internamente para comunicarlo. Pero hay que marcar los límites.

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