Entrevista | Pilar Bonet Periodista

Pilar Bonet, periodista: «Para Putin, Ucrania es un ‘la maté porque era mía’»

La ibicenca, corresponsal durante tres décadas en la Unión Soviética, Rusia y el Este de Europa, acaba de publicar ‘Náufragos del imperio’, en el que «voces» anónimas y conocidas le sirven para mostrar «los prolegómenos» de esta guerra

Pilar Bonet, esta semana durante la entrevista en Diario de Ibiza.

Pilar Bonet, esta semana durante la entrevista en Diario de Ibiza. / Vicent Marí

‘Náufragos del imperio’ (Galaxia Gutenberg) es el título del libro que acaba de publicar la ibicenca Pilar Bonet, corresponsal durante tres décadas para el País en la antigua URSS, Rusia y el Este de Europa. Náufragos, porque la gente que aparece en sus páginas «las voces» son náufragos de un imperio —«un régimen arcaico»— que les ha dejado sin una identidad clara. La idea inicial era hablar de la actualidad del entorno postsoviético, pero estalló la guerra en Ucrania y Bonet tuvo que cambiar de planes. Tenía escritos los capítulos de Bielorrusia, Uzbekistán y el Cáucaso y otros hilvanados. Un material que dejó a un lado para centrarse en Crimea y el Donbás. Relacionadas con estos dos lugares están todas las voces, muchas anónimas y algunas conocidas, que sirven a la periodista para exponer «los prolegómenos» de esta guerra. «El paisaje antes de la batalla», afirma Bonet sobre el libro, que ya ha presentado en Madrid y Barcelona.

¿Cuánto tiempo llevaba esperando la guerra en Ucrania?

No esperaba que explotara como lo hizo. Veía que no se solucionaba ni se iba a solucionar, pero pensaba que Rusia nunca se atrevería a traspasar esa última línea roja. No creía que llegara a una invasión masiva en toda regla. En el peor de los casos, que llegara a la frontera de Donetsk y Lugansk, pero entrar y tratar de destruir el país, aniquilarlo, no. Para Putin, Ucrania, o es parte de Rusia o es nada. Un la maté porque era mía. Sabía que pensaba así, teóricamente, no creía que llegara a hacerlo. Fue una gran sorpresa.

¿Es posible comprender qué pasa en la mente de Putin?

No. Sabemos que se interesa por la historia, una historia en clave imperial, de glorificación del pasado. Este curso han introducido un manual de historia con una visión manipulada, idealizada y falsa de la historia de Rusia. Esa glorificación falsa del pasado, mítica, es un escapismo para no enfrentarse a las tareas prosaicas de construir el futuro. El trabajo de cada día.

¿Ha buceado mucho en sus libretas numeradas para este libro?

¡Sí! El mayor trabajo fue ir reuniendo un único archivo con todas las fuentes: los cuadernos de viaje físicos, los diarios de viaje escritos a ordenador, los cuadernos generales, los artículos publicados, lo que se había quedado fuera de las crónicas y lo que no había podido escribir. He echado mano de todo ello y de las fotos, que me ayudan a recordar. Crees que uno estaba subido a un camión, ves la foto... ¡Y estaba en una moto o en una tarima! También la memoria y las cintas magnetofónicas no trabajadas. Todo esto lo metí en un documento. ¡Y luego ponte a seleccionar! Es una locura. Me ahogaba. Al revisar ese material te encuentras con cosas inesperadas. Ponía el micrófono, pero no me enteraba porque estaba mirando a otro lado, donde estaba pasando algo. Parece que un archivo es una cosa muerta, pero no, encuentras cosas que no habías visto antes. No lo procesabas.

¿Con la distancia física y temporal ve diferente lo que vivió?

Quizás en un tiempo. Todo el material me sumergió de nuevo en el ambiente. No tengo un único concepto de lo que escribí. Lo vivo como algo fragmentado en torno a un único tema: la identidad. La dificultad de pasar de una identidad a otra y los problemas de tener que renunciar a cosas que te daban seguridad. A partir de los problemas de la identidad cuento experiencias de gente.

Una empieza el libro pensando que habrá guerra y política y lo que hay son personas que están en un sitio y se sienten de otro, que no saben qué son …

Sí, el problema de la identidad. Unos se aferran a Putin, que llega al este de Ucrania en un caballo blanco, o a la historia o se inventan cosas.

Relata el día a día. Habla de una mercería, una calle sucia, el carnicero, trayectos en taxi o autobús…

Entonces había enfrentamientos bélicos, pero no eran como ahora. En Crimea no los hubo y, en el Donbás, yo no estaba en la línea de frente y esta tampoco era muy importante. Eran enfrentamientos que provocaban un muerto, una bomba que caía, un proyectil… En este entorno estaba la vida cotidiana. Ves al jefe insurgente del Donbás, rodeado de sus guardaespaldas con fusiles, entre coles y patatas cuando va a revisar un supermercado en el que ha caído una bomba. ¡Qué contrastes! Este libro no son sólo apuntes de color, voy sacando conclusiones. Reflexiones. Hay muy poco paisaje. Lo he lamentado luego. Quizás debería haberle puesto un poco más, pero es que el objeto no era el paisaje.

Era el paisanaje.

Sí. Las ideas. Aunque parezca muy light no hay nada gratuito en este libro. Está podadísimo.

Ha dejado sólo el tronco.

Sí, son frases lapidarias. Si puedo poner un adjetivo no pongo dos. Es deformación profesional, igual con otro adjetivo ampliaría la realidad. Hay que elegir el adjetivo correcto.

Le mot just, que decía Flaubert.

Efectivamente. En los tiempos que corremos, enfrentar al lector con una descripción de mangas y ojos es una inmoralidad. Eso no lo encontrarás aquí. Los personajes pueden ser esquemáticos, he tratado de sacar de ellos lo esencial. Los he limpiado. Sólo hay uno, el jefe guerrillero, el hombre que amaba la estepa, que es larguísimo, pero era necesario para fijar el mito. Me parecía alucinante que alguien que hacía un par de años estaba apoyando al equipo ucraniano en el fútbol europeo asumiera todo ese discurso imperial ruso.

Pilar Bonet, en un momento de la entrevista.

Pilar Bonet, en un momento de la entrevista. / Vicent Marí

Hablando de frases lapidarias. Dice usted: «Los mafiosos de ayer son hoy la gente de orden».

Sí, el Donbás es una zona muy dura. Heavy. En el pasado llevaban a prisioneros a trabajar allí, cuando se desintegró la URSS llegó la riada de obreros industriales, había una lucha por la propiedad y proliferaron los grupos mafiosos que se disputaban las influencias sobre el patrimonio: fábricas, protección de los empresarios… Hubo muchísimos muertos y vendettas. Cuento uno en el libro: el presidente de un equipo de fútbol al que le ponen una bomba al entrar en el estadio y no queda de él más que el reloj ensangrentado. Cuento uno, pero hubo muchos más. Esa gente se acaba convirtiendo en la que manda. Los mafiosos de los años 90 son los que mandan en el siglo XXI. En el Donbás.

Otra: «Cualquier periodista occidental es sospechoso de ser un traidor».

Sí, no pueden creer que seas alguien individual, que juzgas tú. Te ven como alguien que representa los intereses de otros. Es una de las cosas que más se repiten: «Vosotros, los periodistas…», «toda la prensa occidental…». Es un tópico. Les preguntas:«¿Usted ha leído lo que escribo?».

La llamaron «alborotadora de un periodicucho».

Sí. En un programa de televisión. Fue en un acto propagandístico en Yalta. Simplemente hice una pregunta sobre los muertos. Insistí, insistí e insistí y se montó un escándalo tremendo. Perdí mis fuentes [ríe], bueno, parte de ellas, lo que casi me alivió porque era muy duro. Pasaron una imagen mía diciendo que era una «alborotadora de un periodicuho». El día al final fue fantástico por un viejito, presidente del Club de Debate de Sevastópol, me invitó a ir al club. Me dijo que necesitaban gente capaz de defender sus posiciones. Eso es lo surrealista de todo esto. Un viejito que, seguramente, sería muy conservador y estaría a favor del régimen, me invitaba a su club. En ese mundo también hay un espacio para la gente que trata de entender. Los resquicios por los que se pone en duda. Grietas que no conducen a nada pero te permiten ver que la persona que tienes delante no es un zombi.

¿Esto sigue siendo así?

Escribí el otro día en El País sobre una mujer en un campo de refugiados en Rostov que iba meciendo a un niño. Venía de la parte rusoparlante de Ucrania. Decía, en ruso, que no la dejaban hablar en su lengua, pero poco a poco, mientras mecía al niño, cambiaba de lengua. El problema de la lengua no era tan importante. Es como el debate del catalán y el castellano. Está lleno de mitos. ¿Cuánto le cuesta aprender catalán a alguien que habla castellano? ¿O al revés? Un mínimo esfuerzo. Pues lo mismo. En función de un proyecto político, una imagen o un cliché instrumentalizado, se convierte la lengua en un motivo de guerra. Cuando no lo era.

Ahora que lo menciona, en su libro unos visionarios preveían que en unos años habría referéndum para la independencia de Cataluña.

Sí, en 2017 en Rusia había montones de debates sobre los referéndums, las independencias... Todo el mundo opinaba y una vez tuve que salir a decir que España no era como Rusia, que sometió a los independentistas chechenos con bombas. ¡La que se formó!

¿Ha temido por lo que decía?

Miedo no. Lo de Yalta fue algo excepcional. Era dramático que estuvieran elucubrando sobre fundar una nueva Rusia y, al mismo tiempo, matando a soldados rusos enviados engañados allí. Debía aprovechar la rueda de prensa para hacer preguntas. El tema de las preguntas es muy importante. Cómo las formulas. Es todo un arte. En las facultades de periodismo debería haber una asignatura sobre ello. Una buena pregunta es como una flecha. Alguien que sabe preguntar llega a otro terreno, saca lo que otros no.

Cada vez hay más convocatorias sin preguntas.

Claro. Me pasé años con una pregunta escrita que quería hacerle a Putin en alguna de las pocas ruedas de prensa que da, pero nunca me dieron la oportunidad. Era sobre el derecho de autodeterminación, después de lo de Crimea. Estuve varios años con la pregunta en cartera. Me la escribí bien, en ruso, con todo detalle, calculando cada palabra...

En su libro hay anónimos, y también conocidos, como Prigozhin, llevando comedores escolares.

Sí, tenía la concesión. ¿Sabes el dinero que supone eso? ¡Miles y miles de niños! Es un gran negocio. El Kremlim repartía los negocios entre los amigos de Putin. El puente de Crimea también fue para la empresa de otro amigo. Esa es la forma de funcionar y Prigozhin llevaba el catering.

Si tuviera que apostar sobre su muerte: ¿accidente o asesinato?

Habría que investigarlo, pero es mucha casualidad que pasara esto como pasó. Y si lo pones en el contexto de que todos los que han supuesto un peligro para Putin han desaparecido…

¿Podría haber escrito este libro si aún estuviera sobre el terreno?

Creo que sí. Bueno, no hubiera podido porque me habría faltado tiempo, pero sí. He estado un año y medio con esto y la mayor parte se ha ido en recopilar lo que había en los soportes: libretas, cintas, el ordenador portátil, el fijo… ¡Terrible! Y la memoria, que juega malas pasadas, crees que te acuerdas de todo y resulta que no. Y las cosas más gordas que has visto no las has escrito porque pensabas que te acordarías.

La periodista ibicenca, Pilar Bonet.

La periodista ibicenca, Pilar Bonet. / Vicent Marí

Kapuscinski decía que aquello que no recuerdas es porque no vale la pena.

No es verdad. Para nada. Lo bueno de grabar es que aparece aquello de lo que no te acuerdas y que tiene un significado. He descubierto muchas cosas oyendo las cintas. «No oí esto», «no me di cuenta», «cómo se me pudo pasar»… Cosas fundamentales. ¿Cómo llegaron a Donetsk los refuerzos para los independentistas? Les abrió la puerta un cura. Pues no me acuerdo, pero estaba grabado. O por qué Rusia no firmó el acuerdo con Poroshenko y la oposición, con lo que no se hubiera producido lo de Crimea. Pues lo oí al escucharlas. Hay detalles fundamentales que se te pasan. Ves también trayectorias. Y que nada puede sustituir la relación directa con las cosas. Una cosa es ir a Crimea en avión desde Moscú, arriesgándote a que los ucranianos no te dejen entrar, y otra cruzando pasos fronterizos, con todos los papeles, comprobando cómo te tratan… Vives lo que vive la gente y eso es una experiencia muy útil para entender los problemas que sufren.

En ese viaje le dijo a un agente ruso que los rusos no sonríen.

Sí, pero eran tiempos vegetarianos, como quien dice. A día de hoy no me dejarían montar ese show. Me arriesgué, era mucho mayor que él y me atreví a jugar. Fue un póker. Me aprovechaba de mi experiencia. Y a él, que no debía de estar totalmente consolidado, se le cruzaron los cables. Creo que hoy en día, si me pongo a hacer ese número, acabo en la cárcel o expulsada.

¿Ha jugado mucho al póker?

No, lo mejor es el juego limpio. No engañar a la gente y escucharla. Tienes que hacer que la gente se sienta escuchada, respetada, que no crea que te estás burlando o que la miras con superioridad.

Escuchar... ¿Escuchamos poco en el periodismo actual?

No lo sé, no se puede generalizar. Habrá quien sí escuche y quien no. Los que parece que no escuchan son los políticos. Parecen de piñón fijo. No me gusta eso de «la prensa occidental…». No, cada uno es cada uno. Aquí no se pueden hacer reproches en grupo. Me pone muy nerviosa el «todos sois…». Oiga, no.

¿Se ha autocensurado?

No. No todos los nombres son verdaderos, pero más allá de eso sólo he quitado algunas cosas que pudieran perjudicar a otras personas. O he eliminado los elementos que permitían identificarlas. Muchas cosas de las que están aquí eran off the record. Por eso al final todo se reduce un poco a ideas, es un poco Chatham House: puedes decir las ideas, pero no quién te las ha dicho. El libro son tres trozos: la parte histórica, la más ardua; la de los diarios, y después las cuatro historias transversales que llegan hasta el presente, que traen el tema a la actualidad. Me imaginaba el libro como una estructura de dos pirámides, Donbás y Crimea, cuatro vigas y un entorno histórico.

Definición gráfica de construir un relato.

Sí, yo lo puedo explicar, pero si alguien construye un relato de ficción no debe hacerlo. El lector debe entrar en el relato y no le puedes contar la tramoya. En ‘Náufragos del imperio’ eliges si lo lees todo o no: sólo las vigas, las pirámides o el entorno.

Eso le ha quedado muy ‘Rayuela’.

Un poco, pero ‘Rayuela’ no pone contexto. Aquí el entorno histórico lo amarra todo. Las entradas de diario tienen explicaciones históricas y cuando algo me parece que no se va a entender bien o que necesita un complemento, hago una pequeña explicación. Todo está interrelacionado.

¿Le gustaría estar allí ahora?

No lo sé. A veces sí, por los amigos y por cosas que me gustan, como pasear por los grandes espacios rusos, la naturaleza, que es algo que echo mucho de menos aquí. Pero el trabajo de los colegas allí es muy duro. Ya no hay el acceso que tenía en el pasado. La gente teme hablar con los extranjeros, la pueden acusar de espionaje y traición, o de ser agentes extranjeros. Para las personas que trabajan en centros oficiales tener contactos con periodistas de otros países puede ser muy grave. En este contexto mi trabajo sería mucho más difícil, sería muy triste ver lo que podía hacer antes y lo que se puede hacer ahora. Pero ver a los amigos, hablar, tomarme un té en una dacha y disfrutar del verano... Eso sí.

¿Se puede entender Rusia desde una mentalidad y un estilo de vida occidental?

Sí. No creo en eso de que el alma rusa no se puede entender. Creo que Rusia es, básicamente, Europa, pero, en vista de que no puede incorporarse como ella quisiera, se ha colocado en una posición de rechazo y busca otros elementos de su identidad en esa plataforma euroasiática. El tema de la identidad va desde el ciudadano hasta el Estado. Salvo el Báltico todo el espacio postsoviético está en la búsqueda de quiénes y cómo son. Ahí está la tentación de definirse a la contra del hermano mayor, que es Rusia. Pero Rusia no sabe cómo definirse a sí misma. Todo está puesto en cuestión por este gobierno bárbaro, por este régimen arcaico.

¿Rusia cambiará cuando Putin no esté?

Nadie sabe si lo que vendrá después de Putin será peor que él. Nadie sabe cuál será la Rusia de dentro de unos años, si será un producto aún más degradado de lo que ya está o si empezará una recuperación y un regreso a la familia europea. Una cosa es la dirección rusa y otra, la población, que está aletargada, asustada. No hay oposición organizada. Rusia está en una fase de degradación y nadie sabe hasta dónde llegará o si será posible que salga por sí misma. Recuerda a Alemania tras la II Guerra Mundial. ¿Cómo sales de esa especie de psicosis y alucinación colectiva? Rusia es un país sin ley.

¿Hacia dónde va la guerra de Ucrania? Debía durar un par de días y…

Nadie lo sabe. Puede durar mucho, dependerá del grado de agotamiento en el campo de batalla y de las posibilidades que cada una de las partes tenga de mantener ese frente. El frente. Todo depende del frente.

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