Las altas temperaturas amenazan la supervivencia de las especies del acuario de es Cap Blanc

La instalación ha implementado un sistema para mejorar la oxigenación del agua

Miquel Tur, administrador y propietario del acuario de es Cap Blanc, en Sant Antoni, vive pendiente del termómetro. Hace pocos días midió la temperatura de la superficie del agua en la bahía de Sant Antoni: 28,5 grados. «Esto es una barbaridad», comenta. «La temperatura media del Mediterráneo debería ser de un máximo de 25 grados, y esta cifra ya hace años que se supera ampliamente. Este año estamos ya con unas temperaturas medias de 26,5 grados», algo que, insiste, «es una barbaridad».

El mercurio está al límite pero, al menos de momento, el agua no ha alcanzado la cifra mortífera de los 30 grados. Y el uso de la palabra ‘mortífera’ no está tomado a la ligera. El año pasado, las altísimas temperaturas supusieron la muerte del 25% de la población del acuario, cuando la mortalidad anual habitual es del 4-5%. Este verano la temperatura también alcanzará niveles críticos pero, afortunadamente, todo apunta a que no tendrá la intensidad de 2022.

«El año pasado la primera ola de calor tropical llegó muy pronto, sobre el 1-2 de junio. Al llegar el calor tan temprano, la inercia térmica del mar también empezó antes», explica Tur. «Además, por estas fechas, en el 2022 ya llevábamos tres olas de calor y ahora hemos salido de la segunda. Toco madera, pero parece que no se repetirá lo de 2022».

La temperatura del mar seguirá subiendo durante las próximas semanas, ya que alcanza su pico sobre el 15 de agosto. No obstante, hay otro dato que invita al optimismo. «El año pasado tuvimos meses de calma chicha. Este verano, en cambio, hay un poco más de oleaje en la bahía. Si el mar está más movido, favorece la circulación del agua». Algo que es imprescindible en el acuario de Cap Blanc, ya que se encuentra en el interior de sa cova de ses Llagostes, un espacio recogido, pero que cuenta con cinco puntos de entrada y salida de agua.

Los peces del acuario son una muestra de la biodiversidad local. | MARIA MOLINA

Los peces del acuario son una muestra de la biodiversidad local. | MARIA MOLINA / oavid ventura. sant antoni

Oxigenar el agua

En cualquier caso, y en previsión de una situación de estrés térmico que va camino de convertirse en crónico, en el acuario ya se han tomado medidas para evitar que perezcan sus peces. Una de ellas es aumentar la oxigenación del agua. «El mar tiene una capacidad de retención de oxígeno que va disminuyendo a medida que aumenta la temperatura. Cuanto más caliente esté el agua, menos oxígeno diluido», señala Tur. ¿Qué hacer para mejorar la oxigenación? «Hemos puesto unas bombas para romper las moléculas de agua y favorecer la oxigenación». Un proceso que, en realidad, es tan sencillo como provocar una cascada artificial o poner en marcha una hélice: «Generar burbujas», resume.

Una de las cosas que Miquel Tur tiene claras es que el calentamiento climático global no es una broma. «En los últimos treinta años está aumentando la temperatura media del mar. Es una evidencia y tiene consecuencias en el entorno marino», explica: «Una de ellas es que el mar está absorbiendo parte de esta temperatura de la atmósfera, y por eso se recalienta».

En el acuario, la especie que peor lo pasa con esta situación es la roja. El resto de peces están mejor adaptados al estrés térmico: «Las roges sufren más, pero las otras especies son peces de roca litoral y se adaptan a estas circunstancias». Eso sí, siempre que el oleaje permita una óptima recirculación de las aguas y que no se alcancen los 30 grados. «Es imposible prever qué pasará mañana», admite Tur. Toca cruzar los dedos.

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