Agricultura

Campaña de récord para la patata roja ibicenca

Los productores prevén alcanzar este años las 3.000 toneladas de las variedades Desirée y Bartina

La importancia económica de su cultivo puede superar esta campaña a la algarroba

El director insular de Agricultura del Consell, Joan Marí, no duda al afirmar que la patata ibicenca «es la mejor que tenemos en España». Al contrario que en el resto de Europa, en la producción local predomina la variedad roja, mientras que las blancas solo representan una tercera parte de su cultivo.

Para esta temporada, se prevé que se recojan más de 3.000 toneladas entre las dos cosechas anuales de las dos clases que gozan del distintivo patata vermella eivissenca, la Bartina y, sobre todo, la Desiree, según anunció ayer el consell de Ibiza. La finca de Can Llucià, en Santa Gertrudis, acogió ayer la presentación de la campaña de promoción de este producto local, que este año llega más tarde lo previsto debido a las precipitaciones de principios de mes.

«Cosechamos las primeras patatas a finales de abril, pero llevamos tres semanas de retraso por las últimas lluvias», indicó Toni Tur, el responsable de la explotación agrícola de Can Llucià. Además de Tur, en Ibiza destacan una docena de fincas dedicadas principalmente a la patata, con una superficie total en torno a las 160 hectáreas.

Crecimiento

Entre todas ellas, este año han sembrado 158 toneladas, diez más que en 2014. De esta manera, «se convierte en la principal producción agraria de Ibiza y este año puede superar la importancia económica de la algarroba», valoró Marí.

La patata semi-tardana se siembra desde febrero a mediados de marzo, para recogerla desde finales de abril «hasta San Joan», detalló el director insular de Agricultura, mientras que la tardana, cosechada entre diciembre y enero, se planta de mediados de agosto a mediados de septiembre.

Desde los años 70, la variedad autóctona tradicional ha quedado sustituida por la Desiree, mucho más productiva y de mayor calibre.

La querencia de los ibicencos por la Desiree, de la que esta campaña se plantan 34 toneladas, se debe a que es la más parecida a la variedad autóctona tradicional. «La patata vermella antigua se mantenía por su uso gastronómico, ya que va bien tanto para freír, sin que llegue a quemarse, como para hervir, sin que se deshaga», precisó el técnico de promoción de la calidad agroalimentaria del Consell, Josep Lluís Joan.

Es decir, el mismo producto era idóneo para acompañar un sofrit pagès o una frita de polp, pero también para un bollit de peix o una ensalada pagesa. Pero, desde los años 70, la variedad tradicional ha quedado sustituida, completamente, por la Desiree, mucho más productiva y de mayor calibre.

Además, esta clase comparte versatilidad en la cocina y también sirve para cualquier cocción, al contrario que las patatas blancas. La variedad autóctona queda a salvo en la finca de experimentación agraria del Consell de Ibiza, Can Marines, «pero no es tan estable como la Desiree y es más delicada ante las enfermedades», apuntó Joan.

La otra patata que goza del distintivo vermella eivissenca, la Bartina, ha duplicado su presencia en los últimos años y esta campaña alcanza las 21 toneladas sembradas. Precisamente, esta variedad es la que se cosecha en estos momentos en la finca de Can Llucià, donde Toni Tur, de 45 años, cuenta con seis hectáreas de regadío, cuatro veces más que hace 25 años. Este año, también ha probado con la Agria, con el fin de encontrar con alguna variedad blanca que «sea resistente a las epidemias y aguante bien en Ibiza», indicó.

Can Llucià es que mantiene un rebaño de 120 ovejas para favorecer sus cultivos con abono natural

Rotación

De sus seis hectáreas de regadío, dedica una tercera parte a la patata, ya que tiene que ir rotando su plantación con otras hortalizas para mantener su productividad. «Es la ventaja que tiene la patata para mantener el paisaje agrícola, ya que un pagès que se dedica a ella necesita triplicar o cuadriplicar el terreno que realmente está cultivando», valoró Josep Lluís Joan.

Otro de los valores de Can Llucià es que mantiene un rebaño de 120 ovejas para favorecer sus cultivos. «Gracias a ellas tenemos abono natural para las patatas, pero también cumplen una función muy importante a la hora de limpiar la finca después de la cosecha, ya que se alimentan de todos los restos», destacó Tur.

El breve boom de las exportaciones a Inglaterra

La producción de patata en Eivissa vivió unos años de esplendor entre finales de los 50 y principios de los 60. En esa época, se exportaban ingentes toneladas para Inglaterra, aunque el motivo principal no se debió a su aprecio por las variedades locales, sino a que la producción en la mayoría de Europa sufrió una grave crisis debido al escarabajo de la patata (Leptinotarsa decemlineata). «Los ingleses empezaron a buscar lugares que se hubieran librado de esa plaga, como Balears y Canarias», recuerda el técnico de promoción de calidad agroalimentaria del Consell de Eivissa, Josep Lluís Joan. Tras recurrir a Mallorca, sobre todo en sa Pobla, desde los años veinte, los importadores británicos se interesaron también por las explotaciones de Eivissa. Para esa demanda extranjera, los productores locales empezaron a sembrar la variedad Kidney (también conocida como Jersey Royal), que aquí se denominaba como patata anglesa. «Había tanta demanda que hubo gente que se compró fincas solo para exportar a Inglaterra e hicieron mucho dinero, pero fue un boom de unos pocos años», recuerda Joan. Pese a que, desde entonces, la producción se ha destinado casi en exclusiva al mercado local, un productor ibicenco ha logrado volver a exportar al resto de Balears, superando la competencia de sa Pobla, el pueblo patatero por excelencia. Se trata de Mister Chippy, la empresa del miqueler Joan Tur, que desde hace cuatro años, vende anualmente unas 600 toneladas a la cadena Eroski en Mallorca y Menorca. Tur envía semanalmente unas 15 toneladas entre patata blanca a granel y los paquetes de dos kilos con el distintivo de vermella eivissenca.

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