Los superhéroes visitan a los niños ingresados en el hospital de Ibiza

Spiderman, el Capitán América, Deadpool, Flash y Black Panther se descuelgan por la fachada de Can Misses para hacer una visita y entregar regalos a los pequeños ingresados en Pediatría

Marta Torres Molina

Marta Torres Molina

El abrazo, a los pies del Hospital Can Misses, en el aparcamiento, es de los que no se dan todos los días. Spiderman, Deadpool, Flash Gordon, Black Panther y el Capitán América apenas han puesto sus superheroicos pies en el asfalto cuando se abrazan unos a otros. Las cuerdas, un total de diez, con las que se han descolgado por la fachada del edificio, aún bailan. Los cinco superhéroes destilan felicidad. Las máscaras ocultan sus rostros. No hay sonrisas a la vista ni arruguillas formándose alrededor de los ojos, pero sólo hay que ver cómo mueven el resto del cuerpo tras sus protectores trajes negros, rojos y azules para saber que, aunque no se vean, la sonrisa y las arruguitas están ahí. Y es que los cinco han cumplido esta mañana de viernes una importante misión: visitar a los niños ingresados en Can Misses.

Superhéroes como medicina en el hospital de Ibiza

Marta Torres Molina

Ellos se abrazan, adrenalínicos aún. Cuatro pisos por encima de sus cabezas, Olmo, Carlos Gael, Iria, Lluc y Enzo aún tratan de asimilar lo que acaba de pasarles. Carlos Gael, uno de los más mayores, da varias vueltas a los coches de carreras Hot Wheels que le ha entregado Spiderman. Es, confiesa, su superhéroe favorito. «Todos, pero él más», afirma. En casa tiene un disfraz del alter ego de Peter Parker, explica su madre mientras el pequeño señala que otro de sus preferidos es Batman. Y los miembros de la Patrulla Canina, que lucen en su jersey. Carlos Gael, como la mayoría del resto de los niños y sus madres y padres, ha pasado la noche en el hospital, donde hay ocho menores ingresados y tres recién nacidos en incubadoras, explica Laura Torres, enfermera, frente a las dos ventanas, abiertas, por las que se han colado los cinco superhéroes.

Expectación

Para sorpresa no sólo de los pequeños pacientes sino también de los adultos de las plantas que quedan enfrente: F de Medicina Interna, Traumatología y Especialidades Médicas, que, atisbando el movimiento en la azotea del edificio están pegados a las ventanas. Móvil en ristre. Los menores aguardan expectantes en la colorida y soleada sala de espera. Saben que van a recibir una visita de un grupo de superhéroes, pero no muchos más detalles. Se masca el silencio en ese rinconcito de Can Misses. Las cuerdas golpean la fachada y los pequeños contienen la respiración. Segundos más tarde, Flash (el primero cómo no) y Black Panther aparecen, caídos del cielo, frente al ventanal, por el que se cuelan. Los niños más mayores gritan, aplauden, dan pequeños saltitos. Las caras de Carlos Gael, Olmo y Lluc, que hasta ese momento eran las de no estar en su mejor día, se transforman. Sonríen. Se iluminan. Olmo, el último en sumarse al grupo, asiste ojiplático a la escena. Iria sólo cuenta diez meses, pero no pierde detalle de lo que ocurre en la sala. Y Enzo, el más pequeñín con su apenas un mes y medio de vida, asiste al momento en brazos de su madre.

«Ya que no pueden estar en casa disfrutando de las fiestas y de los regalos, que al menos su estancia sea más amena», explica Torres, que confiesa que, desde primera hora de la mañana, los ingresados en Pediatría estaban «nerviosos e ilusionados». Y no sólo ellos. También sus padres y madres. «Lo agradecen muchísimo», afirma. Y eso es, precisamente, lo primero que hace Marco, el papá de Enzo, cuando tiene ocasión. El pequeño lleva tres días ingresado y en casa andan desbordados para estar con el bebé y, al mismo tiempo, ocuparse de su hijo mayor, Luca, que aunque sea el mayor es aún muy pequeñín: dos años y medio. «Intentamos que él no lo note mucho, pero es bastante duro por las fechas y porque muchos de los que vivimos en la isla somos de fuera, no tenemos familiares cerca y aún se hace más difícil», comenta Marco, que agradece al personal de la planta su cercanía y que constantemente les pregunten cómo se encuentran. También el buen ratito que están pasando con los superhéroes y que les hace, por unos minutos, olvidarse del mal trago que atraviesan.

Olvidarse del hospital

A su espalda, los cinco de Marvel, continúan haciendo las delicias de los pequeños. Si sus padres se olvidan de que están en el hospital, ellos ni se acuerdan de que están un poquito enfermos. Flash no duda ni un nanosegundo en coger en brazos a Carlos Gael y acariciar, muy suavecito, el pie descalzo de Iria, Black Panther charla, arrodillado para estar a su altura, con Lluc y Spiderman muestra a Olmo, colgado de su hombro, la fuerza de sus telarañas. El Capitán América le entrega a Enzo su regalo, un libro de tela que, segundos después, ya trastea con sus manitas.

«Nos hacía mucha ilusión», confiesa Spiderman, que ejerce de portavoz de los superhéroes y cuyo acento, más que de Manhattan es de Málaga. Se conocen el hospital al dedillo. No revela para qué ni cuándo, pero deja claro que ésta no es la primera vez (ni la segunda ni la quinta ni la décima...) que él y sus compañeros hacen de las suyas en las alturas del Hospital Can Misses. «Aquí estamos un año más, salvando la Navidad», continúa Spiderman, comentario que el personal de Pediatría, de la concesionaria y las familias y los niños acogen con aplausos y vítores.

El hombre araña sabe bien de lo que habla. Y es que él mismo, cuando era niño, pasó más tiempo del que ningún niño debería pasar en un hospital: «Estuve más de cuatro meses ingresado en la planta de quemados, un ingreso de larga duración. Empatizo con ellos. Sé lo que es». Y eso que ninguno de los pequeños que le escuchan, atentos, supera los tres días ingresado, que es el tiempo que lleva Enzo en Can Misses. Spiderman tiene claro que a los más mayores «se les quedará marcado para el resto de su vida» el día en el que los superhéroes les hicieron una visita en el hospital.

Black Panther se pierde por las habitaciones, dejando regalos a quienes, más malitos o muy pequeños, no han podido abandonar su cama. Le acompaña Flash, que no duda en hacer su archiconocida pose de velocidad para una mujer que acaba de tener a su bebé, que se recupera en una de las incubadoras. Los cinco abandonan Pediatría de la misma manera que han entrado, descolgándose por la ventana. Rumbo al aparcamiento. Y a ese abrazo de los que no se dan todos los días.

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