A la caza de la barrera arquitectónica invisible en Sant Antoni

Miembros de asociaciones de personas con diversidad funcional acompañan al concejal de Movilidad de Sant Antoni, Joan Torres, en un paseo para detectar obstáculos y barreras urbanas

David Ventura

David Ventura

Fue solo un desnivel de dos centímetros. A priori, no debería ser importante, pero lo es. Hace unas semanas, José Antonio Cardona, vecino de Sant Antoni, intentó cruzar el carrer Ample a la altura del passeig de ses Fonts con su silla de ruedas. Es un cruce adaptado, sin barreras arquitectónicas. Sin embargo, al realizar el último asfaltado de la calle, se ha generado un hueco entre la acera y la calzada, que se ha alzado dos centímetros. Ahí fue donde quedó atascado el ruedín pequeño de la silla, lo que provocó el tropiezo y la caída de José Antonio al suelo. Un buen susto: «Las imperfecciones del asfalto y las grietas, los ruedines lo mucho, te frenan y te desequilibran», explica este joven que sufrió una lesión medular.

«Las personas con problemas de accesibilidad tienen un visión especial, unos rayos X en los ojos que detectan cosas que a los demás se nos pasan desapercibidas», explica Susana Ribas, secretaria de la asociación IbizaIn, «pequeños detalles que hay que tener en cuenta».

Teresa Vargas ayuda a su hermana milagros a cruzar la calle. | J.A.RIERA

Teresa Vargas ayuda a su hermana milagros a cruzar la calle. | J.A.RIERA / David Ventura

De ruta

Y para conocer y corregir estos obstáculos, qué mejor manera que realizar un paseo por el centro de la ciudad con personas con problemas de movilidad, que son los mejores conocedores del tema. Es lo que hizo ayer el concejal de Movilidad de Sant Antoni, Joan Torres, acompañado de Mariano Torres, exdirector de la ONCE en Pitiusas, de Jose Antonio Cardona y de Milagros Vargas, una mujer que sufrió una enfermedad cerebral y que se mueve en silla de ruedas con la ayuda de su hermana Teresa. Tras ellos, y sin perder detalle, camina Jordi Juan, técnico municipal, que apunta todo lo que le indican en una libreta.

«Esto es una reunión de campo para ver cómo estamos y hacer un diagnóstico», explica Joan Torres, «nos comprometimos no solo a reunirnos y trabajar, sino también a salir a la calle y tomar nota». El primer tramo de este paseo se desarrolla por espacios que ya están adaptados, como es la zona del puerto, el passeig de ses Fonts y la calle Ample. Sin embargo, no todo está como debiera. Así, delante del paso de cebra del Club Náutico, Mariano Torres, desde su experiencia cotidiana como invidente, nos señala un aspecto a mejorar: «Cuando hay un paso de cebra, debería haber un pavimento diferenciador en el suelo, y aquí no lo hay».

El paso de cebra de las calles Soledad con Bartomeu Vicent Ramon. | J.A.RIERA

El paso de cebra de las calles Soledad con Bartomeu Vicent Ramon. | J.A.RIERA / David Ventura

Una situación que se repite en las calles de circulación restringida, en las que aceras y calzadas están en plataforma única: «Es necesario que con el bastón notemos si estamos en un lado o en otro. Lo mismo sucede con el barril bici del paseo marítimo, que no está segregado, solo hay una pintura en el suelo», explica.

Otro problema recurrente es el de los bares que se exceden en el espacio de ocupación de las terrazas, y bloquean el paso de los peatones con movilidad reducida. Un tema sobre el que el concejal de Movilidad reclama civismo: «No podemos poner un policía en todas las terrazas, ni tampoco somos como Dios, que está en todas partes. Pedimos a los dueños de bares y restaurantes conciencia y responsabilidad».

Inventario de problemas

Pero los problemas no siempre están en el suelo. «Están los aéreos, y estos no me los encuentra ni el perro ni el bastón», explica Mariano Torres. Los más habituales son las ramas bajas de los árboles y los toldos de algunos comercios, que no respetan la legislación que establece que todos los elementos que sobresalen de una fachada deben estar a una altura mínima de 2,20 metros. Respecto a las ramas bajas, en el Passeig de ses Fonts encontramos algunos ejemplos de árboles que deparan desagradables sorpresas a los peatones invidentes.

Las zonas peatonalizadas son los espacios más amables para los ciudadanos que van en silla de ruedas, pero Teresa Vargas nos muestra algunos enemigos ocultos: «Hay que esquivar las baldosas rotas, que sobresalen, y con las que las ruedas de la silla van tropezando. Cuando llevas una silla con peso, lo notas muchísimo».

Las cosas se complican en las calles sin peatonalizar del centro urbano. Pese que en estas vías ya se desarrolló plan de choque de accesibilidad que empezó en 2015, todavía quedan aspectos por mejorar, además de los problemas surgidos de la falta de mantenimiento. Así, Teresa le indica al concejal Joan Torres uno de sus particulares puntos negros: el paso de cebra del cruce entre las calles Soledad y Bartomeu Vicent Ramon. «Está hundido», efectivamente, el perfil de los adoquines en esta travesía dibuja unas ondulaciones, «no solo es muy complicado cruzar, sino que cuando llueve se encharca».

Otra cosa de difícil arreglo son las aceras estrechas , producto del urbanismo de mediados del siglo pasado, en el que no se pensaba en el peatón. En este caso, un coche que haya aparcado invadiendo la acera ya se convierte en un paso infranqueable. Algo que no es raro que suceda, como comprobamos en los cruce de la calle Ample con las calles de Sant Antoni y de Antoni Riquer. «En estos casos, hemos barajado nivelar acera y calzada en una plataforma única, pero eso sí, siguiendo los consejos que nos ha dado Mariano Torres», comenta Lucía Ribas, compañera de partido de Joan Torres en El Pi, y que también participa en la caminata.

«De lo que se trata es de darle un buen meneíto a este pueblo», resume Susana Ribas de IbizaIn, «a ver si entre todos lo hacemos más accesible».

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