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Acogida en Ibiza: Niños saharauis «como hermanos»

Ahmed, Kaltum, Malica, Nayat, Sukeina y Mariam son los seis menores refugiados que han venido este verano a Ibiza a través del programa ‘Vacances en Pau’ y lo que más les gusta de la isla es la piscina, la playa y «las cosas verdes»

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Recepción de niños saharauis en el Consell de Ibiza Toni Escobar

Las puertas del ascensor del Consell de Ibiza se abren y seis niños saharauis salen corriendo y riendo de la mano de sus padres de acogida. Ahmed, Kaltum, Malica, Nayat Gali, Sukeina y Mariam son los pequeños de entre ocho y nueve años que han venido este verano a la isla a través del programa ‘Vacances en Pau’ de la Asssociació d’Amics del Poble Saharaui d’Eivissa i Formentera.

Estos niños provienen de los campamentos de refugiados de Tiudouf, en el desierto de Argelia, y es la primera vez que vienen a Ibiza. Lo que más les gusta de la isla es «el mar», «las piscinas» y «las cosas verdes, que de donde vienen no hay», traduce el delegado del Frente Polisario en Balears, Ehmudi Lebsir. «Todo lo que ven es bonito, todo les ha gustado muchísimo», añade.

Los saharauis llegaron a Ibiza el pasado 21 de julio y permanecerán hasta el 1 de septiembre. «Las familias de acogida les cuidan y ayudan mucho. Son conscientes de dónde vienen y en qué situación viven. En estos meses, las familias dedican su tiempo a hacerles sentir mejor», destaca Lebsir. «Este programa es educativo y profundiza los lazos que existen entre la nación española y el pueblo saharaui», afirma.

Belén Torres ha acogido a Nayat. Es trabajadora social y es la primera vez que participa en el programa de acogida. «Es una experiencia muy enriquecedora, también por el idioma, que no nos entendíamos, sobre todo cuando le tengo que explicar o llamar la atención, que es lo que más me cuesta», asegura entre risas. «Ahora nos entendemos por el tono. Hablamos en español y con el corazón», indica.

Belén Torres, con su hija pequeña. | TONI ESCOBAR

A Torres le ha llamado mucho la atención que «desde el primer momento están enseñados a ayudarte y son muy obedientes». Además, también tiene una hija de cuatro años y «a ella le va muy bien porque así aprende los valores de compartir y demás, que es uno de los objetivos». «Ahora mismo son como hermanas», añade, aunque «están los típicos celitos». También ha notado el tema de la higiene y el aseo, porque, por ejemplo, «ella no se seca con papel después de orinar o lavarse los dientes». Además, comenta con gracia cómo «quiere kétchup con todas las comidas».

«Al principio tenía mis miedos por si se me iba a quedar demasiado grande, ya que un niño que no es tuyo es una responsabilidad», remarca esta madre. «Pero luego muy bien. Yo animo a acoger, es más fácil de lo que pensaba, esa ha sido mi sorpresa».

Torres remarca el hecho de que la asociación gestiona las escuelas de verano y el servicio de comedor, «lo que a las familias que acogemos nos va muy bien porque es una ayuda para la propia niña y tienes facilidades si estás trabajando».

Vanesa Martín ha acogido al único chico del grupo, Ahmed. Trabaja en administración y decidió participar en el programa a través de Yejsenia, otra de las madres. También es la primera vez que acoge. «Cuando llegó Ahmed venía un poco malito, deshidratado, con el estómago mal y los primeros días fueron muy duros», explica, aunque «a partir del tercer día, genial, súper integrado, habla bastante español. Es uno más de la familia». En cuanto a la relación con los demás hijos de Martín, coincide con Torres en que «son como hermanos, de hecho se califican como tal». También destaca que al niño le encanta la piscina, el mar, el fútbol, «del Real Madrid forofo total», y el pádel. «Le llama la atención la Fanta de naranja y le gusta mucho la tortilla de patatas de la abuela», remarca.

El padre de Ahmed vive en Menorca y ha visitado a la familia de acogida. La madre de acogida cuenta que les dijo: «Ahora mismo los padres de Ahmed sois vosotros, sois su familia», y que él estaba de visita y el niño «nos tenía que hacer caso a nosotros».

Yejsenia Capacete y Vanesa Martín conversan. Toni Escobar

«Yo he tenido mucha suerte. La verdad que solo tengo palabras buenas. Él nos enseña muchas cosas en el idioma saharaui, pero nosotros le enseñamos el español, lo absorben súper bien», asevera.

«Es uno más», asegura Martín, ya que no tiene ningún problema en ducharse o ponerse el pijama cuando se lo dicen. «Tendría que haber acogido antes», concluye, y añade que en febrero irán a verles a Argelia por invitación de la familia del niño.

Yejsenia Capacete no es la primera vez que acoge. Ya participa desde hace años en estos programas y en invierno recibe a Hamdi, que ahora tiene 14 años y viene a la isla cada año desde septiembre a junio para estudiar a través de ‘Escola en Pau’. En este caso, en verano ha acogido a Mariam.

Capacete tiene cinco hijos más y por una cuestión de edad han chocado en algún asunto, como por ejemplo compartir habitación, «pero les ha aportado algo muy beneficioso. Les ha costado trabajo, pero en eso está el aprendizaje y les ha aportado mucho», apunta.

«Tiene un carácter fuerte, está poco acostumbrada a las normas, pero es muy cariñosa y disfruta mucho de todo lo que tenemos aquí», afirma. Le gusta mucho salir a pasear al parque, la piscina, la playa, los «cacharritos y las colchonetas de saltar». «Le encanta todo y no te dice que no a nada», detalla. «Los helados la vuelven loca. Estaría todo el día comiendo helados», comenta entre risas.

«A ella le cuesta más hablar castellano, habla muchísimo en su idioma, pero al final nos entendemos bastante bien por señas, con miradas, con paciencia... y la verdad es que no hemos tenido ningún problema con la comunicación y si lo tenemos, hablamos con su hermana mayor que sí que habla castellano», explica. En el tema de la higiene, «no la cuidan tanto ahí, pero están encantados. Ella disfruta mucho con la ducha», destaca.

Capacete aconseja que a la hora de acoger, «si tienes esa espinita de que es algo que te gustaría hacer, al final, el verano pasa rápido y ni siquiera te das cuenta. Tienes que probarlo porque es una experiencia muy gratificante y muy humana. Ya no solo es que nosotros les aportemos a ellos, es que ellos nos aportan también a nosotros». ¿En qué? «En ser solidarios», en el amor «tan grande» que dan y en ayudarles a aceptar «que con poco sí se es feliz», responde. «Es un sentimiento inexplicable porque te llena ver esa alegría que tienen y esa manera de darte las gracias con solo una mirada. Eso no tiene palabras», concluye.

Todas las madres coinciden en que están en contacto permanentemente con las familias de los niños y en que en el tema de alimentación, comen de todo menos cerdo. Y en grandes cantidades.

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