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Ciencia

Albert Cisquella Serra, el científico de Ibiza que trabaja con la NASA en un sistema para propulsar microsatélites

El investigador ibicenco lleva tres años desarrollando el proyecto con la colaboración del NASA Jet Propulsion Laboratory

El científico ibicenco Albert Cisquella Serra en la sede de NASA Jet Propulsion Laboratory. Archivo personal de A.C.S.

No ha cumplido todavía los 30 y Albert Cisquella Serra (Barcelona, 1992) ya tiene un currículum para quitarse el sombrero. Doctorado el pasado mes de marzo en Ingeniería Mecánica y Aeroespacial por la Universidad de California en Irvine, trabaja en colaboración con la NASA y ha montado una startup con uno de sus mentores, Manuel Gamero Castaño, y Marc Galobardes. El trabajo para lograr llegar hasta aquí ha sido arduo y le ha robado muchas horas de sueño, pero tanto esfuerzo merece la pena para este apasionado de la investigación experto en nanotecnología y en propulsión eléctrica.

Cuando se le pregunta a Cisquella, con raíces ibicencas y criado en la isla, si su vocación científica fue temprana, responde que lo que tenía claro cuando estudiaba Secundaria en el colegio Mestral de Vila es que le gustaban las asignaturas de Física, Matemáticas y Química. De hecho, hizo la carrera de Ingeniería Química en el IQS (Instituto Químico de Sarrià), en Barcelona. Luego decidió continuar formándose en una especialización diferente que le llamaba mucho la atención, la nanotecnología. Con esa idea escogió el Máster en Ciencia e Ingeniería de Materiales del IQS.

Durante sus estudios tuvo la oportunidad de trabajar en varias empresas y estas experiencias le permitieron darse cuenta que más que la ingeniería pura lo que le interesaba era la investigación.

De Barcelona a California

Le quedaba el proyecto final de máster cuando su primer mentor, Salvador Borrós, actualmente director general del IQS, le propuso hacer la tesis de investigación en Alemania o en California. Se decantó por la segunda opción porque significaba aprender de Marc Madou, un investigador muy reconocido en las áreas de microfabricación y MEMS (microelectromechanical systems o sistemas microelectromecánicos en castellano).

En septiembre de 2016, con 23 años, Albert Cisquella aterrizó en Estados Unidos para realizar su proyecto final de máster en el departamento de Ingeniería Mecánica y Aeroespacial de la Universidad de California en Irvine con esta «estrella de la nanotecnología» como mentor. Allí hizo su tesis en Carbon MEMS (C-MEMS), que, como explica él mismo, «son sistemas microelectromecánicos hechos con carbono». Consiguió una matrícula de honor.

Madou le ofreció quedarse en su departamento para hacer el doctorado y Cisquella aceptó el reto. Primero tuvo que superar unos exámenes de admisión. «Estuve dos semanas estudiando casi sin dormir», recuerda. Hacer un doctorado en Estados Unidos, asegura, es «muy duro y exigente» porque «hay que hacer clases, investigar y publicar». También es muy caro. Al ibicenco el primer año le dieron la beca de su departamento.

Albert Cisquella con un chip con sistema C-MEMS. Fotos del archivo personal de A.C.S.

Cuando faltaba poco para que terminara su primer año de doctorado entró en un proyecto en el que conoció a otro investigador que ha sido clave en su carrera, el profesor Manuel Gamero Castaño, con el que empezó a trabajar en su laboratorio de propulsión eléctrica. «Congeniamos mucho y me financió el doctorado unos seis meses con dinero que tenía de la National Science Foundation (NSF), luego me dieron la Balsells Fellowship», detalla.

Gamero se convirtió en su principal mentor. Con él empezó a aprender sobre un nuevo campo, «la propulsión mediante electrospray» mientras seguía trabajando con Madou en «técnicas para cambiar las propiedades de fibras de carbono para fabricar nanosensores».

A mediados de 2019 la NASA dio dinero al laboratorio de Gamero para desarrollar «unos sistemas de propulsión eléctricos basados en electrospray para SmallSats (satélites con peso menor a 600kg), centrado sobretodo en los conocidos como Cubesats, satélites con estructura de cubo que tienen masas inferiores a 500 kg (categoría Mini) y de menos de 100 kg (Micro) o menos de 10kg (Nano).

«Investigo para fabricar cosas muy pequeñas para usarlas en ambientes casi infinitos como el espacio»

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El dinero de la NASA financió el doctorado del ibicenco hasta el final. El proyecto, asegura, «fue un éxito». «Partiendo de un trabajo previo de Gamero y del doctor Enric Grustan, optimicé y desarrollé la fabricación de unos chips de silicio con canales de microfluídica y emisores de electrospray que operan en vacío aplicando un campo eléctrico», detalla. En este proyecto colaboraron con el NASA Jet Propulsion Laboratory donde se probaron los sistemas que creó Cisquella «con muy buenos resultados». Realizar este trabajo supuso para el científico ibicenco aunar los dos campos en los que tiene experiencia, la microfabricación y la propulsión eléctrica. «Fue una simbiosis brutal», asegura el investigador, que se mueve entre dos sectores que «son el futuro», la industria aeroespacial y los semiconductores. Como él mismo comenta, a lo que se dedica es a «investigar para fabricar cosas muy pequeñas con el fin de usarlas en ambientes casi infinitos como el espacio».

En estos momentos Albert Cisquella tiene una plaza de investigador postdoctoral en la Universidad de California en Irvine, financiada también por la NASA. Además, junto a Manuel Gamero y Marc Galobardes ha empezado a montar una empresa, Cisgam, para comercializar la tecnología que desarrolló durante el doctorado, en la que sigue trabajando con la colaboración de la agencia aeroespacial de Estados Unidos.

Una tecnología que, literalmente, da un impulso a micros y nanosatélites

Albert Cisquella habla de la evolución de la industria aeroespacial, que «ha experimentado un cambio radical a nivel logístico». «Antes poner en órbita un satélite costaba millones de euros. Con SpaceX (la empresa espacial fundada por Elon Musk) se han logrado reducir los costes muchísimo ya que ha diseñado lanzadores más sencillos y baratos, consiguiendo recuperar y reutilizar la primera etapa de los cohetes. A esto hay que sumarle que los satélites son cada vez de menor tamaño», apunta. Los satélites más pequeños son más baratos de producir, pueden fabricarse en serie y pueden lanzarse en grupos, lo que significa que tienen un coste de lanzamiento inferior. Por otra parte, suelen tener una vida más corta y su órbita alrededor de la Tierra tiene una mayor probabilidad de decaer rápidamente ya que van sin propulsión. La tecnología que desarrolla Cisquella permite que micro y nanosatélites dispongan de un sistema de propulsión eléctrico, que ha miniaturizado en un chip de silicio. Eso supone «alargar su vida, que puedan cambiar de órbita y que cuanto termine la misión o dejen de estar activos se eyecten a la Tierra para desintegrarlos y que no se conviertan en basura espacial», explica.



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