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sant antoni | turismo de excesos

West y s’Arenal: la risa continúa

Ni la redada del 6 de julio ni las tres realizadas la pasada semana en el West y s’Arenal han detenido la venta de gas de la risa a los turistas, que desde las 22 horas y hasta las siete de la madrugada pueden proveerse sin dificultad de óxido nitroso

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Sant Antoni, el 'mercado' de gas de la risa abierto hasta la madrugada.

De poco (o nada) han servido las últimas redadas realizadas durante las pasadas semanas (una en la primera de julio) por la Policía Local de Sant Antoni y la Guardia Civil en s’Arenal y el West. Allí todo sigue igual, como siempre: siguen siendo un paraíso para la venta del gas de la risa. Los golpes policiales al tráfico de óxido nitroso apenas afectan a la red que se dedica a su venta en el municipio: los camellos, por decenas, siguen haciendo su particular agosto y ni siquiera se ocultan. Los agentes de la localidad se incautaron en los últimos siete días de 211 cápsulas y 614 euros en efectivo. Y esa cantidad, simplemente echando un vistazo al suelo del paseo de s’Arenal o al de la calle Santa Agnès, sí que da risa.

Quien ayer madrugó y se dio un paseo por la zona comprobó cómo el asfalto del West y las losas del paseo marítimo hasta sa Punta des Molí estaban sembrados de globos de colores y cápsulas, además de restos de comida, latas, botellas y vasos rotos. Lo incautado en las tres redadas de la pasada semana multiplicado por 100.

En el West, donde el Consistorio quiso demostrar el 6 de julio que el Plan Seguridad Verano 2022 funcionaba y se tomaba el asunto en serio al interponer siete denuncias por tráfico de drogas, alrededor de una decena de subsaharianos aún vendían gas de la risa a las 5.15 horas de la madrugada del domingo: llevan un globo hinchado (que es la señal, su particular cartel publicitario, de que se dedican a ese negocio) en una mano y en la otra (o en un bolso atado a la cintura) una bolsa con decenas de recipientes. Es imposible a esas horas no pisar o tropezar con los restos de la juerga que alfombran la calle Santa Agnès. En algunos rincones se amontonan los cargadores, incluso sus cajas. El mismo panorama que cuando este diario publicó el 4 de julio (dos días antes de la primera redada) un reportaje sobre la comercialización del óxido nitroso en ese barrio. La ordenanza de convivencia de Sant Antoni prohíbe expresamente, «en la vía y espacios públicos, la venta, promoción, publicidad o facilitar el acceso al gas óxido nitroso (N2O)», así como su consumo, o de cualquier tipo de gas o sustancia análoga que, aunque puedan no estar determinadas como drogas, puedan causar efectos dispares al ser consumidas por parte de los humanos». La multa por su venta oscila entre los 750 y los 3.000 euros, según la gravedad. Pero como si nada.

West y s’Arenal: la risa continúa | FOTOS DE J.M.L.R.

Los efectos de las redadas policiales puntuales son imperceptibles. Nada ha cambiado. La Policía Local aterriza en el barrio, pone un puñado de denuncias y en cuanto se larga de allí, regresan quienes se encargan de distribuir a diario y con nocturnidad ese material. El juego del ratón y el gato. Ni hay presencia policial constante ni, es evidente, las multas les hacen pupa. El sábado, de 21 a 23 horas, ni un agente de uniforme paseaba por s’Arenal, salvo los que detuvieron por otras circunstancias a varios individuos en una calle perpendicular, junto al torrente de es Regueró.

A esas horas comienza la venta, dos amigos buscan cambio de 50 euros para adquirir unas cuantas cápsulas y ya se ven chicas sonrientes agitando el globo que llevan en la mano. Varios vendedores (una decena, la mitad junto a un beach club) se apostan en varios tramos (amén de los que controlaban la zona sentados y, en algunos casos, con walkies) e incluso sostienen hinchadores enormes a simple vista, sin ocultarlos.

Los camellos, por decenas, siguen haciendo su particular agosto y ni siquiera se ocultan

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Al amanecer, el suelo es el espejo de la bacanal nocturna con gas de la risa, aunque la fiesta aún no ha acabado. A las 5.20 horas, los rezagados caminan haciendo eses con globos en la mano, algunos abrazándose a sus ‘camellos’ en una demostración de amistad instantánea y efímera. Se escucha por todas partes el ruido, constante, de los hinchadores industriales de globos (fiuuuuuuuuuuu), que los repartidores de óxido nitroso portan sin disimulo. Otro ruido: el de las cápsulas metálicas chocando entre ellas (clic, clic, clic): los traficantes meten docenas dentro de bolsas de plástico, que llevan en sus manos de un lado a otro del paseo en busca de clientes.

West y s’Arenal: la risa continúa

A esas horas, la zona entre el torrente de es Regueró (el cruce, lleno de globos) y el torrente de Buscastell es la que más transacciones registra. Por allí caminan, tambaleantes, dos turistas que llevan sendas bolsas de plástico repletas de recipientes en una mano. Y un globo en la otra. Buscan a un dealer: quieren más. Muchas más. Les trae, poco después, cajas de recargadores: hay 10 en cada una. Les vende varias. La fiesta continúa para ellos y sus amigos.

Sobre las 5.45 horas, en medio del paseo (en la zona entre el torrente de Buscastell y la glorieta del Huevo), el mercadeo de cápsulas es alucinante. Corrillos de turistas, sentados y con los pies en la arena, aspiran globo tras globo. Y entre inhalación e inhalación, se recuestan en el suelo. El descaro es absoluto. Numerosos vendedores se apostan allí y a las puertas de una discoteca de la calle Salvador Espriu, donde aguardan la salida de los clubbers con cargamentos de globos, hinchadores y cápsulas. Un joven con acento árabe regatea con un ‘camello’: «Para mí, sólo uno para mí, no te doy más de 2,5 euros». Es uno de los mejores momentos de la noche para los vendedores: sus clientes se amontonan en esa estrecha callejuela, ávidos de seguir la fiesta y en muchos casos ebrios.

Buscan a un 'dealer': quieren más. Muchas más. Les trae, poco después, cajas de recargadores: hay 10 cápsulas en cada una

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De allí parten a s’Arenal, tanto al paseo como a la playa. Un trabajador de la empresa de basuras recoge cada resto que los turistas han tirado a la arena, pero conforme avanza, detrás vuelve a llenarse de cápsulas y globos. Se crean diversos grupos de botellones a lo largo de ese tramo de costa: un joven retrata a sus dos amigos inhalando globos a dos pasos del agua. En las escalerillas, en el suelo, en los parterres, en el parque infantil… Por todas partes hay globos y cargadores de óxido nitroso (pero ni un policía de uniforme). Y eso que por allí hubo una redada sólo un par de días antes… que de nuevo no sirvió para nada.

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