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El asesor de Ecofeixes instala tensiómetros para conocer la humedad que hay en un cultivo de tomates J. A. Riera

Agricultura

Un asesor para los ecopayeses de Ibiza

Borja Camí, ingeniero técnico agrícola, asesora desde hace un lustro a los socios de Ecofeixes para que sus cultivos sean ecológicos y, además, rentables, algo que ya han logrado: los ingresos de la cooperativa han crecido un 80%

Los socios de Ecofeixes se percataron en 2016 de que les faltaba algo esencial para que sus fincas prosperaran: formación agroecológica. Contrataron entonces a un asesor técnico para que les diera apoyo constante y les aportara el conocimiento que les faltaba. Borja Camí se ocupa desde entonces del «acompañamiento» en cada siembra y de que sus cultivos sean tanto ecológicos como rentables. Esto último lo han conseguido, pues sus ingresos han crecido más de un 80% desde entonces. Camí visitó ayer una finca de Sant Antoni.

«Un agricultor convencional diría de este huerto que está sucio. Yo digo que está lleno de vida», dice Borja Camí mientras camina por s’Hortgànic, una finca ecológica lindante con el Camí de sa Vorera (Sant Antoni) cuya banda sonora es el zumbido permanente de miles de abejas, sírfidos y enormes Bombus terrestris, bichos para los comunes, pero adorables polinizadores para los productores ecológicos. A ojos de los urbanitas, incluso de los payeses tradicionales, el huerto puede parecer dejado de la mano de dios, pero todo tiene, según Camí, sentido, desde los matojos que crecen anárquicamente entre brócolis y habas, hasta una parcela invadida por hierbas a las que califican de «abono verde». Camí es asesor de la empresa Arreu Acompanyament Agroecològic, a la que en 2016 recurrió la cooperativa pitiusa Ecofeixes para que aportara algo de lo que carecían sus socios: formación. 

Sonia Torres, Borja Camí y Adrián Díaz, este con un hinojo en la mano, en s’Hortgànic.

«Nos hemos saltado una generación», cuenta Sonia Torres, directora de Ecofeixes. La de sus padres. Sus abuelos cultivaban la tierra, pero no así sus progenitores, que debido al auge del turismo se dedicaron a otras labores. Sus hijos quisieron volver al campo, pero les faltaba el conocimiento. Tienen una media de edad de 36 años y la mitad son mujeres: «Hemos tenido que aprender el oficio -admite Torres-, hemos puesto en marcha explotaciones con grandes esfuerzos, inversiones enormes desde cero y aprendiendo el negocio por nuestra cuenta». Añadieron una dificultad: querían ser ecológicos. Lo de sulfatar no va con ellos. 

80% más de ingresos

Ímpetu y ganas no les faltaban, pero en 2016, al comprobar que ser payés ecológico era más complicado de lo que imaginaban «por la falta de conocimientos», buscaron asesoramiento técnico. Los resultados, según Torres, han sido espectaculares: en un lustro han incrementado tanto la cantidad como la variedad de su oferta y sus ingresos han crecido un 80%. Para la próxima campaña Ecofeixes «duplicará» su producción. La razón: la respuesta del consumidor ha sido «muy buena» en esta pandemia, ha apostado por el producto ecológico y de kilómetro cero. Además, en breve dispondrán de más espacio para almacenamiento y elaboración de pedidos. 

Esta semana, Camí está en Ibiza y durante cuatro días recorrerá las 22 hectáreas de huerta de Ecofeixes

Aunque Borja Camí ya casi vive permanentemente en la isla, visita las 15 explotaciones de Ecofeixes ocho veces al año (también trabaja en Cataluña y Mallorca). Y cuando no está aquí, atiende cualquier duda por teléfono. La memoria de su móvil está llena de fotos de tensiómetros, con los que los payeses miden la humedad del terreno: si tienen dudas, le envían la imagen de la lectura y Camí interpreta los datos.  

Esta semana, Camí está en Ibiza y durante cuatro días recorrerá las 22 hectáreas de huerta de Ecofeixes. Ayer se encontraba en s’Hortgànic, junto a Can Lluc Prats, cinco hectáreas de las que Adrián Díaz y Àxel Sanmartí, dos jóvenes ingenieros agrónomos (32 y 36 años, respectivamente), se ocupan desde hace casi dos años gracias a que Elena Ribas, la propietaria, se las cedió. Mejor así que abandonadas. Esta es una de las épocas cruciales del año porque empiezan las grandes siembras (escalonadas, para que haya siempre disponibilidad de productos), que los miembros de Ecofeixes planifican previamente con Camí (tanto la campaña de primavera-verano como la de otoño-invierno) para que el cultivo sea ecológico, sostenible y, algo fundamental, rentable. 

Borja Camí explica a Díaz y Sanmartí cómo deberían afrontar la siembra en una ‘feixa’ en la que ya hay plantadas patatas y berenjenas.

Àxel y Adrián usan plásticos biodegradables («el polietileno es del siglo XX; nosotros somos agricultores del siglo XXI», afirma Borja Camí), son conscientes de lo que cuesta cada gota de agua y no riegan a manta, como antaño, y cada vez que, por ejemplo, recogen hinojo, dejan en el terreno los restos que no se comercializan para crear un mantillo «que mejore la tierra». Uno de los consejos de Camí es «rotar» cultivos que dejen «mucho residuo», como la col o la coliflor, con otros que no desprenden tanta biomasa, como la lechuga o el puerro. «Nunca haba más lechuga», pues esta última es «sensible a la falta de luz» que el quitarían las habas y crecería «estirada».

Una de las terrazas de s’Hortgànic está ocupada por un extenso manto de plantas que no son comestibles pero que cumplen una función: la de «abono verde». Es beza, que a veces combinan con mostaza. Cuando sus flores violetas ocupen casi la mitad de esa parte de la huerta habrá llegado el momento de desbrozar ese terreno. Su utilidad, explica Camí, es doble: por una parte, la de abono (verde); por otra, la de evitar que el suelo esté al descubierto hasta el momento de la siembra. El asesor es contrario a la costumbre de roturar con el tractor para eliminar hierbas y dejar el campo bonito. Queda chulo, sí, pero es poco práctico, según Camí. 

Díaz observa, en cuclillas, unas plantas.

Experimentan en una de las feixes con un cultivo asociado de brócoli y habas. Es decir, crecen juntas. Es una prueba, según explica Camí, de los beneficios de sembrar leguminosas, «que fijan el nitrógeno», con una brasicácea, que se beneficia de ese aporte: «Las dos raíces comparten espacio, es una simbiosis positiva». A tenor del tamaño de las habas (y de su sabor) y de los brócolis es evidente. Así tienen una doble cosecha. «Hay que avanzar en cultivos asociados», insiste Camí, que propone otro a Àxel y Adrián: melones, sandías y flores de lobularia marítima en el mismo espacio. La lobularia atrae fauna auxiliar cuyo menú principal es el pulgón que ataca a las cucurbitáceas, además de ser un imán para los polinizadores. 

Repudian sulfatar, adoran la fauna auxiliar, como los sírfidos, esos dípteros que se disfrazan de abejas o avispas y cuyas larvas engordan a base de zamparse pulgones, 500 cada una. Camí apuesta por atraer a los bichos autóctonos con plantas como la Calendula oficidaris (llevamans), en vez de introducirlos, como se hizo en Ibiza en la pasada década con el Nesidiocoris tenuis para acabar con la plaga de tuta que arrasaba el tomate. 

Borja Camí les ayuda también en el aspecto comercial, por ejemplo para distribuir las siembras por productos y cantidades, dependiendo de las hectáreas disponibles, de la demanda, de la dedicación de cada agricultor (no todos están a tiempo completo)... Un asesoramiento que hasta ahora ha dado muchos frutos.

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