Agricultura

Higos en un bancal abandonado de Ibiza

El grupo Leader ensaya la viabilidad de unas placas de fibra que permiten reducir el consumo de agua en una finca de cultivo de Sant Mateu, que está siendo recuperada con la plantación de 275 árboles frutales

José Miguel L. Romero

José Miguel L. Romero

Hasta el pasado verano, la finca de Ca n’Andreu des Palmer tenía el mismo aspecto que otras muchas de Ibiza: descuidada. Situada al borde de la carretera que une Santa Gertrudis con Sant Mateu, había brotado en ella una frondosa foresta debido a su abandono. Los almendros que antaño poblaban una parte de ese terreno languidecían

Hace tres años, Jordi Serapio, que además de ser un conocido fotógrafo (especialmente de botánica) es ahora un «agricultor a tiempo parcial», en sus palabras, vio que aquellos 15.000 metros cuadrados, que pertenecían a su suegra, Maria Marí, tenían posibilidades, por lo que se decidió a cumplimentar, allá por 2018 (en la antigua normalidad) , «todo el papeleo para beneficiarse de unas ayudas de acompañamiento a jóvenes agricultores". Donde sólo había matojos y pinos y apenas se apreciaban ya los antiguos muros de piedra seca, Serapio imaginó decenas de higueras alineadas en varias filas. En principio, su proyecto sólo contemplaba sembrar variedades ibicencas de Ficus carica: «Pero no cuadraba burocráticamente, pues se trata de un árbol considerado de secano, es decir, que no produce tanto como los de regadío, y para el proyecto hay que justificar un rendimiento mínimo». Así que decidió incorporar granados, 115 en total, para que cuadrara burocráticamente.

El técnico del grupo de acción local Leader extiende la manguera de goteo. Vicent Marí

El técnico del grupo de acción local Leader extiende la manguera de goteo. / Vicent Marí

Le quedaba terreno para 160 higueras, buena parte de las cuales las empezó a sembrar ayer junto a Agustí Fernández, técnico del Grupo Leader, y otros colaboradores. Del medio metro a metro de longitud de cada esqueje apenas sobresale del suelo de uno a dos palmos, pues son enterrados horizontalmente. En sus puntas ya afloran las incipientes y verdes yemas: «En verano ya tendrán un buen tamaño», aventura Serapio. 

La conversión de esa finca en una plantación de higueras y granados va acompañada de un ensayo con placas agujereadas de fibra, producidas con restos de cereales

En la finca no se ven ahora árboles, sólo extensos tendidos de mangueras de goteo y grandes hoyos en los que se van enterrando las futuras higueras junto a unas placas agujereadas de fibra fabricadas en Alemania por Secalflor, según explica Dagmar Grote, su directora I+D+I en España y Latinoamérica, que participó ayer en la instalación junto a Dietmar Schmetsdorf, creador de ese sistema.

La conversión de esa finca en una plantación de higueras y granados va acompañada de un ensayo con esos paneles, producidos con restos de cereales: el propósito es «validar si ese sistema de placas porosas, ya implantado en muchos países, se adapta a las condiciones de la isla y ayuda a los agricultores pitiusos a conseguir importantes ahorros de agua de riego y fertilizantes, dada la acuciante sequía, así como a mejorar la calidad y cantidad de sus cosechas». Son materiales 100% orgánicos que se degradan de forma natural a los cinco años. Serapio deberá controlar cómo evolucionan los 72 árboles que forman parte de este estudio, 36 con paneles y 36 sin ellos: «Así se verá si van mejor o peor con ellos». Antes de enterrarlos totalmente, los riegan abundantemente.

Las mangueras de goteo aportan un extra de agua con el fin de que, «inicialmente, arraiguen bien las higueras», pero el propósito de Serapio es que todo ese cultivo sea «eficiente». Las placas, en teoría, funcionan como esponjas: absorben agua y luego la «laminan» en el terreno poco a poco, según detalla Fernández. Además de en Ca n’Andreu des Palmer, se prueban en otra finca de Corona y en otra de olivos de Formentera. En un año esperan tener los primeros resultados. 

lacas de fibra porosa que rodean un esqueje de higuera antes de que el agujero sea tapado. Vicent Marí

lacas de fibra porosa que rodean un esqueje de higuera antes de que el agujero sea tapado. / Vicent Marí

Serapio confía en reducir la aportación de agua en breve, pues el regadío merma la calidad de este fruto, que proyecta comercializar de dos maneras: la mitad como higos frescos, brevas, que son «más valiosas»; el resto, como higo seco. Para el higo fresco planta tres variedades: albacor, «muy apreciada en la isla», porral y rojal. Para el higo seco, jolia (paratjal). Los primeros «dan dos tandas» de higos (son bíferos), y los segundos, una (uníferos). Para tener un «cultivo escalonado», ha sembrado además dos variedades tardías de coll de dama (una negra, otra blanca). La granada la venderá como fruta fresca. Asegura Serapio que su consumo está variando en los últimos años y ahora se utiliza mucho para zumo. 

El proyecto de recuperación empezó en verano de 2020 con la eliminación de la vegetación forestal que había invadido Ca n’Andreu des Palmer

Serapio admite que sin la ayuda económica que recibirá (unos 25.000 euros, que aún no tiene en mano) por apuntarse a esa iniciativa de incorporación de jóvenes agricultores sería difícil iniciar este proyecto: «Ni me lo plantearía». Con esa cantidad cubre los costes iniciales «y da, además, para el mantenimiento» de los primeros años de explotación: hasta el tercero no cosechará una «pequeña producción», que desde el quinto «será considerable». No vivirá de esto, aunque intentará «que sea rentable» y, de paso, mejorar el entorno, recuperar una finca que lleva años sin ser cultivada y que se estaba degradando

El proyecto de recuperación empezó en verano de 2020 con la eliminación de la vegetación forestal que había invadido Ca n’Andreu des Palmer y «aireando» el suelo con un subsolador, un arado que penetra profundamente. Los hoyos donde ayer empezaron a plantar los árboles fueron abiertos con una retroexcavadora.

La directora de Secalflor cree que los paneles, de superficie porosa, «facilitarán la absorción» de agua en una isla tan seca como esta. El invento se lleva desarrollando desde hace 25 años y ha sido aplicado en tejados verdes y para evitar la erosión de suelos, pero desde el pasado otoño se utiliza en Murcia en cultivos de verduras y frutas. Se ha probado en cultivos de ajos en Jordania y de lavanda en la Provenza (Francia), incluso en jardines en Arabia Saudí. Las Pitiüses son la base de pruebas de los primeros ensayos en higueras, olivos y granados, según cuenta Dagmar Grote. 

Higos en un bancal abandonado de Ibiza

José Miguel L. Romero

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