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Crisis sanitaria

Colmados de barrio de Ibiza: cercanía y producto local para resistir

Las tiendas de alimentación soportan pérdidas de hasta el 50% el último año y luchan en inferioridad contra los grandes supermercados

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Colmados de barrio de Ibiza: cercanía y producto local para resistir J.A. Riera

Las tiendas de alimentación y los colmados de barrio llevan a cabo un servicio esencial y confrontan la crisis sanitaria garantizando a sus vecinos todo tipo de alimentos y de productos básicos del día a día. Las tiendas de proximidad preservan tanto la actividad comercial del barrio como los puestos de trabajo de muchas familias, pero también están sufriendo los estragos de la crisis económica, con pérdidas que alcanzan el 50 por ciento este último año. Los pequeños colmados resisten ante una pandemia en la que están pugnando por subsistir además, y en desigualdad de condiciones, contra las grandes superficies comerciales. 

El ibicenco Carlos Riera es el responsable del negocio familiar Café Granja Figueretas, que debido a las restricciones ha tenido que cancelar su servicio de restauración y subsiste gracias a la oferta de alimentación y charcutería. «El colmado nos ha salvado. Este año está siendo difícil porque al principio del estado de alarma aguantamos con los trabajadores que pudimos, pero a medida que la cosa fue empeorando al final nos quedamos Cristina Ponce y yo», explica Carlos Riera, que antes de la crisis tenía seis empleados en plantilla.

José Boned, en el mostrador de su tienda de alimentación en ses Figueretes, Comestibles Boned. J. A. Riera

Las ventas en el negocio «han caído mucho, un 50 por ciento mínimo», reconoce su dueño, que atribuye las pérdidas «al toque de queda» y a que «la gente por las tardes no quiere salir porque tampoco se puede juntar ni hacer según qué cosas». A Carlos Riera no le sale «a cuenta» tener abierto su establecimiento «todo el día, gastando suministros», mientras la gente «se queda en casa»

«Por suerte, al tener las dos cosas unidas podemos salir un poco del bache, pero así y todo, cubrimos gastos y listo. Beneficio no estamos teniendo ninguno y cada mes hay que poner de los ahorros», lamenta este trabajador del barrio de ses Figueretes, que está a la espera de saber si le conceden la ayuda de 1.500 euros mensuales del Consell de Ibiza.

Riera recuerda que su negocio «vive del barrio, de los de siempre», por lo que quienes marcan la diferencia son los visitantes y los trabajadores de temporada. «Pero el verano pasado fue nada y menos», puntualiza el tendero ibicenco, que no es muy optimista respecto a un repunte del sector en los próximos meses. «A peor no creo que vaya, pero soy realista y tal y como la vacunación y la desescalada, muy lentas, me espero otro verano sin verano, como el año pasado», concluye.

"¿Pero qué haces con casi 60 años? ¿Dónde te vas, a reponer las estanterías del Mercadona?"

José Boned Tur - Café Granja

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A escasos 20 metros del Café Granja se encuentra Comestibles Boned, otra tienda de proximidad que lleva años resistiendo ante el poder de las grandes superficies comerciales. El ibicenco José Boned Tur, de 58 años, asume que negocios como el suyo no pueden «competir» en precios con los supermercados, «y más ahora que la gente tiene menos medios económicos». «Me he planteado echar la persiana más veces de las que quisiera recordar. ¿Pero qué haces con casi 60 años? ¿Dónde te vas, a reponer las estanterías del Mercadona?», se pregunta Boned, quien según sus propios cálculos ya lleva trabajados «70 o 75 años» respecto a la jornada laboral, ya que está al frente de su negocio «de 12 a 13 horas diarias, incluidos los sábados».

Para tiendas como la suya esta será «una caída en picado hasta que cada uno aguante». «Las grandes superficies terminan ganando; el pez grande se come al pez chico», profundiza Boned, que calcula sus pérdidas desde el inicio de la pandemia en torno al 40%. Y con las restricciones de los dos últimos meses, el barrio ha perdido su esencia «y no ves a nadie por la calle», apunta. 

Boned, que no arroja la toalla, reivindica «la cercanía y el producto local» que ofrecen colmados como el suyo, aunque admite que esta oferta tiene fecha de caducidad: «La caja que dejan esos productos, que algunos agradecen, no es suficiente para pagar el alquiler, los impuestos y el recibo de la luz. Aquí este tipo de comercio coexiste con las grandes superficies no sé ni cómo».

Carlos Riera posa en la parte de colmado del Café Granja Figueretas. J. A. Riera

En paralelo con estas tiendas de alimentación se extiende a lo largo de la calle Galicia un pequeño bazar magrebí formado por colmados, carnicerías y fruterías que dan ambiente y color al barrio. Estos negocios trabajan de sol a sol los siete días de la semana y son muy bien aceptados por los vecinos pero, como ellos, también están sufriendo las consecuencias de la pandemia. Eso sí, todos aguantan y todos forman parte de la resistencia.

Anuar Ehsrchen se reparte con su compañero la jornada en el supermercado Jazmín, donde lo más vendido son frutas del tiempo, como mandarinas, naranjas y manzanas, y hierbas aromáticas para cocinar. El negocio, asegura, está notando «bastante» la crisis y cifra el golpe en un «35 o 40%» respecto a la facturación del año anterior.

Aunque este colmado recibe más clientes que otros por su atractiva oferta visual, Anuar reconoce que «muchos vecinos están en ERTE y se van a supermercados más grandes» para abaratar el carro de la compra. Este tendero de Tetuán (Marruecos) argumenta que las pérdidas más importantes se produjeron la pasada (mini) temporada por la caída del turismo y del número de restaurantes abiertos. «Cuando más lo notamos fue en verano porque muchos vienen a comprar desde el puerto, Talamanca o Platja d’en Bossa ya que saben que estamos abiertos siempre –los 365 días del año, remarca– y que tenemos productos frescos», concluye.

Grandes superficies aumentan un 5% el empleo



Uno de los sectores que ha podido sortear la crisis por cuestiones obvias es el de la alimentación, aunque más concretamente los hipermercados urbanos y las grandes superficies comerciales.  

El gerente de supermercados Eroski en Ibiza y Formentera, Antonio Moya, reconoció que al ser un servicio esencial no han padecido los rigores de la pandemia como otros sectores mucho más perjudicados. No obstante, la falta de turistas la pasada temporada repercutió en las ventas de la cadena, que según las estimaciones de Moya cerró el año con «entre un 5 y un 10 por ciento» menos de caja que en 2019. «En verano se resintió la facturación, pero es verdad que durante los meses de confinamiento toda la distribución se vio desbordada», admite el responsable de Eroski, quien explica que los productos más vendidos son «artículos de primera necesidad, legumbres, pastas, leche, papel higiénico, rollos de cocina y todos los productos básicos, en detrimento de bebidas y droguería». 

Moya asegura que han incrementado un 5% el empleo en sus supermercados no solo por el repunte del consumo, espoleado por el cierre de la restauración, sino también para garantizar las medidas sanitarias anticovid. «A nivel de empleo tenemos bastantes fijos-discontinuos en verano y se contrató a todos los previstos. Aumentamos el personal porque pusimos controles de aforo en los momentos más importantes y tuvimos que hacer más contrataciones para dar mejor servicio a los clientes. Hemos tenido costes más elevados por este motivo», precisa Moya.

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