El teléfono no dejó ayer de sonar en la residencia Reina Sofía en todo el día. Desde primera hora de la mañana. Casi todas las llamadas eran de familiares de los internos que, preocupados al leer la noticia del brote, querían saber cómo se encontraban sus familiares, si estaban o no contagiados, si se encontraban bien, si llevan bien el aislamiento, cuándo podrán volver a verlos...

La preocupación de las familias comenzó hace apenas unos días. El martes por la tarde, quienes tenían prevista esta semana hora de visita con sus mayores, recibieron mensajes anulando estos encuentros. Algunos ya temían que eso estaba relacionado con el virus. Desde ese momento, el personal del centro trató de suplir esas cortas visitas semanales por videollamadas. Los más afortunados pudieron ver a sus familiares en sus habitaciones, donde se encuentran confinados para evitar nuevos contagios, tratando de hacer más llevadero el tiempo con televisión, revistas, pequeñas actividades, el teléfono...

El miércoles por la mañana Salud confirmó el primer caso de un interno en el centro y a última hora de la tarde, casi la noche ya, filtraba que eran 32 residentes y cinco profesionales los que habían dado positivo en el cribado. Y desde ese momento los teléfonos no pararon de sonar, según explicaron desde el propio centro.

A lo largo de la mañana de ayer la residencia fue comunicando los resultados de los internos a sus familiares, a los que trató de transmitir la máxima tranquilidad posible. Les explicaron que se había separado a los residentes en función de si habían dado positivo o negativo y les garantizaron que, durante el largo encierro que se avecina, un mínimo de dos semanas desde la detección del último caso, intentarán que puedan comunicarse con ellos. Les han prometido enviarles fotos y hacer videollamadas para que vean cómo se encuentran. También que les avisarán de forma inmediata si se produce algún cambio en su estado.

A pesar de esto, varias familias reconocieron ayer estar «muy preocupadas», así como «angustiadas y tristes» por no poder ver en persona a sus mayores. Y por no saber cuándo volverá a ser posible.