El incendio iniciado en Morna en verano de 2011, que se extendió hasta alcanzar la costa norte de Sant Joan, ha sido el más devastador que ha asolado la isla desde que se tienen registros. La superficie quemada fue de 1.530 hectáreas. Este incendio, causado accidentalmente por un apicultor mientras ahumaba sus abejas, se producía solo un año después de que otro siniestro arrasara 400 hectáreas entre Benirràs y Cala Xarraca. En solo dos veranos, el municipio de Sant Joan vio destruida buena parte de su masa forestal. Sin embargo, fueron dos años excepcionalmente malos, porque la tónica general entre el año 2000 y 2018 ha sido de cierta tranquilidad, según pone de manifiesto la estadística del Govern balear. Estos datos demuestran que desde el año 2009 disminuye la cantidad de incendios, pero aumenta la de conatos; es decir, frente al mismo número de siniestros, una menor cantidad llega a sobrepasar una hectárea de superficie. «Esto es debido probablemente a una mayor eficiencia en la extinción y al aumento del número de depósitos contraincendios», señala un informe de Ibiza Preservation Foundation relativo a este asunto. Un ejemplo de esta situación lo constituyó el año 2016, cuando hubo una gran cantidad de conatos, pero, en cambio, la extensión quemada total fue solo de 10.200 metros cuadrados. El año con menor registro de siniestros a lo largo del periodo 2000-2018 fue 2013. La superficie quemada durante ese año fue también mínima, ya que solo se destruyó una hectárea. Después de ese año, 2018 fue el de menor cantidad de siniestros (20) y apenas 1,1 hectáreas afectadas. La presencia de medios de extinción aéreos con carácter permanente o casi permanente en Ibiza es uno de los factores que se consideran vitales para impedir que un conato acabe convirtiéndose en un incendio de grandes dimensiones.