La música fue el primer amor de Dieter Sroka y asegura que también será el último. No podía ser de otra manera para este alemán nacido en Hamelín, una ciudad de cuento cerca de Hanover.

Con solo once años comenzó a comprar discos en cuanto tenía unos marcos a su alcance, una afición que compartía con otros dos amigos. «Nos repartíamos los elepés que salían para escuchar más música».

De aquella época son los primeros vinilos que conserva de los Bee Gees, los Beatles y, sobre todo, de los Rolling Stones, otro de sus amores. De este grupo tiene prácticamente casi todos los discos que se han lanzado en Europa, más de 300, e incluso de los singles, de los que tiene varios iguales pero editados en distintos países. También atesora algún single y maxisingle publicado en Australia o Canadá y varios piratas, como se denominaban a los conciertos grabados sin permiso. Su pasión por este grupo se extiende a sus componentes: Mick Jagger, Keith Richards, Ron Wood, Mick Taylor, Brian Jones, Bill Wyman o Charlie Watts. Otro de los tesoros es un LP con las firmas originales de todos los integrantes del grupo.

En su opinión, su colección de vinilos, unos 4.000, probablemente no sea la más grande de la isla pero sí la más diversificada. Además de escucharlos, algunos de ellos, los compró por la portada. «Tengo en mente organizar una exposición con las carátulas de los vinilos. Muchas son auténticas obras de arte, sobre todo teniendo en cuenta que no están hechas con ordenador», explica.

Entre disco y disco estudió diseño gráfico, historia del arte y publicidad. Por aquellos años 80, Dieter tenía una agencia de publicidad en Alemania que le iba muy bien. Trabajaba con bastantes clientes a los que además de diseño gráfico y publicidad les hacía proyectos de interiorismo, otra de sus grandes pasiones. Con gran visión, su casa por aquel entonces era minimalista, solo decorada con muebles del diseño clásico contemporáneo de Le Corbusier, Mackintosh, Hugo Memphis o Marcel Breuer que todavía conserva.

El trabajo como publicista le llevó a organizar, en la década de los 80, la celebración de la edición de los primeros 10 millones de cedés de la compañía de discos Polygram, donde conoció a Bon Jovi.

Tras dejar Alemania e instalarse en Eivissa intentó seguir con sus clientes pero fue imposible. Internet todavía no existía. Así que se dedicó a aprender castellano y a cuidar a sus hijos. También aprovechó el tiempo para aumentar su colección de arte con pintores ibicencos e internacionales. Esta otra afición le llevó en 2009 a crear IbizArt Guide, una publicación de calidad para difundir internacionalmente el trabajo a los artistas ibicencos. A partir de esta idea, organiza varias exposiciones colectivas a lo largo del año. También, muchos artistas le piden asesoramiento para dar a conocer su obra. Aunque no se considera un gran experto en arte, siempre está dispuesto para colaborar: «Me gusta ayudar a los artistas en todo lo que puedo, nunca digo no a un proyecto», asegura.