¿Es posible vivir sin plásticos, tal y como estamos, rodeados de ellos?

Ciertamente, es muy difícil, porque nos hemos vuelto muy dependientes del uso del plástico, porque es muy práctico, pero con esta dependencia hemos creado una crisis global. Hemos de mirar hacia atrás y ver cómo era la vida antes de todo esto, y pensar en qué usábamos antes para empaquetar la comida o envasar las cosas. Hay lecciones que extraer del pasado. Hay materiales y sistemas alternativos para empaquetar y envasar.

¿Es optimista ante la posibilidad de eliminar el plástico de un solo uso a corto plazo?

Hay muchos motivos para el optimismo, porque 127 países han prohibido las bolsas de plástico y cada vez hay más colectivos y movimientos en esta lucha.

¿Es posible limpiar el plástico que hay actualmente en los mares?

Es muy difícil, porque el plástico que ya está en el fondo del mar es muy complicado de recoger. Y, además, cuando se degradan, generan microplásticos muy difíciles de capturar. Pero incluso si pudieran retirarse, el problema no se solucionaría, porque lo hay que hacer es parar la producción de plásticos. Esa es la solución: reducir la producción.

¿Lo más importante es que la gente deje de consumir estos artículos?

Sí, nosotros podemos dejar de consumir, pero si las empresas siguen teniendo la posibilidad de fabricarlos, estaremos igual. No somos nosotros los que debemos solucionar esto, son las empresas las que tienen esta responsabilidad, porque nos venden productos que contaminan el planeta. Las empresas deben cambiar, son las responsables.

¿Y cree que lo están haciendo?

Todavía no. Lo que hay de momento sólo son relaciones públicas, greenwashing (lavado de cara verde), pero no toman decisiones. Por eso, nuestro deber es empujarlas a que lo hagan.