Tras 25 años en el Museu d'Etnografia, su directora, Lina Sansano, sabe que hay un tema que suscita la mayor atención posible entre el público local: las armas. Hasta en tres ocasiones se han convertido en las protagonistas de las exposiciones, aunque alguna vez solo fueran un elemento más dentro de una temática más amplia, como la defensa de las Pitiusas, que incluía las torres de defensa o las iglesias fortificadas, entre otros aspectos.

Hasta bien entrado el siglo XX, no era extraño que los padres regalaran a sus hijos cutxilles al llegar a los 14 años. También forman parte de la memoria colectiva los cutxurrillos, pistolas de elaboración artesanal. «Pero la gente se sorprende mucho cuando les explicas que aquí también teníamos muchas armas que venían de fuera, como el fusil Winchester, revólveres o las fluixes». Las fluixes, flojas en catalán, se llamaban así como derivación de su nombre original, Lefacheux.

El año que viene, Lina Sansano tendrá la oportunidad de incluir las armas en una de las tres exposiciones temporales que ya está organizando, dedicada al festeig pagès, una de sus grandes pasiones como investigadora. Su propia abuela le confesó tuvo que guardar alguna cutxilla. Cuando los hombres veían acercarse a la Guardia Civil a la salida de misa, se apresuraban a dar sus armas a las mujeres para que las escondieran bajo su mantón.

Su bisabuela también protagonizó una fuita, la escapada que pactaban dos enamorados cuando los padres de la novia no daban el visto bueno a la boda. Normalmente, porque el pretendiente era de familia pobre, como era el caso de su bisabuelo. También se daba el caso de que eran los propios padres los que animaban a la joven a que pactara una fuita, «sobre todo si eran de familias pudientes y tenían muchos jóvenes en el festeig, así se evitaban problemas a la hora de decirles que daban la mano de su hija a otro». Cuando Sansano ejercía de asesora en los documentales etnográficos que rodaba el realizador Josep Maria Bassols, descubrió un caso así. Se trataba de una señora mayor, muy timorata que, al finalizar la entrevista, les advirtió que se casó después de la fuita. «Jamás lo hubiéramos sospechado de ella, pero resulta que fueron sus padres los que pactaron la escapada porque así no enfadarían a ningún pretendiente», recuerda.