Hubo un tiempo en que cuando se escribía el nombre de Niki Lauda en Diario de Ibiza -y se escribía mucho- solía ir seguido de la orgullosa coletilla «el más universal de los vecinos de Ibiza». Y es que Andreas Nikolaus Lauda (Viena 1949 - 2019) vivió en la isla muchos de los momentos claves de su vida, que le hicieron mundialmente famoso. Entre ellos los más difíciles, como la recuperación del accidente en el Gran Premio de Alemania de 1976 o la catástrofe de un avión de su compañía Lauda Air en 1991, que costó 223 vidas.

Lauda ya conocía Ibiza, a la que había viajado en diferentes ocasiones, incluso entre carreras, cuando disputaba el Campeonato del Mundo de Fórmula 1 en 1976, en el que todo hacía presagiar que ganaría su segundo título. El 1 de agosto, el día en que se celebraba el Gran Premio de Nürburgring, sacaba 23 puntos al segundo clasificado, James Hunt. Llovía y Lauda estuvo intentando que se suspendiera la carrera, pero la mayoría de pilotos secundaron a Hunt, que apostaba por correrla.

En la segunda vuelta Lauda perdió el control de su Ferrari y fue a estamparse contra una valla, el monoplaza se incendió y el piloto tuvo que ser rescatado del interior con gravísimas quemaduras y los pulmones dañados por los gases y el humo. En el hospital al que fue trasladado, en Mannheim, un sacerdote le dio la extremaunción, pero, milagrosamente, salió adelante.

Tras recuperar la consciencia, Lauda decidió regresar a la isla después de que su entrenador le aconsejara nadar en el mar: «Me voy a Ibiza. El agua salada irá bien a mi piel y el aire del mar beneficiará a mis pulmones», dijo.

Solo 40 días después del accidente Lauda volvió a las carreras, participó en el Gran Premio de Monza y quedó cuarto, pese a que acabó con la cabeza ensangrentada por las quemaduras. A pesar de la ausencia, perdió el campeonato por un solo punto y porque se retiró en la última carrera, en Japón, tras comenzar a llover de nuevo.

Lauda compró una casa en Santa Eulària, cerca de Cala Pada, y en ella pasó largas temporadas durante el resto de su vida. La isla era su lugar de reposo y aunque no era muy amigo de las fiestas sí se dejaba ver por la isla, en los restaurantes, y algunas noches en Pachá junto a sus amigos, entre los que se contaban el también desaparecido Ángel Nieto y el pintor Antonio Villanueva. En la isla pudo celebrar los campeonatos logrados en 1977 y en 1984, el primero con Ferrari y el segundo con McLaren tras su vuelta a los circuitos.

En 1979 bautizó a su primer hijo, Lucas, en la iglesia de Jesús y en los primeros 80 fijó su residencia todo el año en la isla junto a su primera esposa, la modelo chilena Marlene Knaus, y sus hijos Lucas y Mathias, hoy piloto de carreras. Ambos estudiaron en el colegio público de Sant Carles.

Huraño fuera, amable en Ibiza

Huraño fuera, amable en Ibiza

Lauda tenía fama de huraño, era poco amigo de las entrevistas, pero por una extraña razón, en la isla no tenía ningún problema para hablar con los periodistas, con los que se mostraba amable y cercano. Un redactor de Diario de Ibiza le preguntó por ello en ese año 79: «Si las preguntas no son idiotas no hay problemas, estos llegan cuando se busca el sensacionalismo. Si a mí se me habla normal y se me hacen preguntas normales, no hay problema», contestó. Aunque durante un tiempo se comentaba que la familia iba a mudarse a Chile, al final permaneció en la isla. Entre sus invitadas habituales estaba su cuñada, la artista plástica Birgit Knaus, que incluso hizo algunas exposiciones en Ibiza.

De esa época es una anécdota que contaba la propietaria del restaurante Doña Margarita de Santa Eulària, Margarita Ribas: un día que ella iba conduciendo cogió a un autoestopista extranjero, al llegar a su destino él le dijo que debía llevar el coche al taller porque tenía unos ruidos raros y hasta le especificó los problemas mecánicos que tenía. Cuando se despidió le confesó que era Niki Lauda.

En el año 82, acuciado por problemas fiscales, Lauda volvió al circo de la Fórmula 1 y dos años después, en un acto en que le entregaron un Land Rover para sus paseos por la isla, confesó a este Diario que mantenía la ilusión por correr y que creía que se jugaría el título con su compañero de equipo en McLaren, el joven talento francés Alain Prost.

Dicho y hecho, ambos pilotos lucharon hasta el final por un campeonato que Lauda ganó en la última carrera, en Estoril, por solo medio punto. Antes de viajar a Viena, Lauda hizo un alto con su avión privado, un Falcon, en el aeropuerto de Ibiza, donde recibió una calurosa bienvenida de sus familiares y amigos de la isla sobre la misma pista.

El regalo del Seat Ibiza

El regalo del Seat Ibiza

El Land Rover no fue el único obsequio con cuatro ruedas que recibió en Ibiza. Solo unos meses después de su tercer y último campeonato del mundo Seat presentó en la isla su nuevo modelo, el Ibiza, y cómo no, el vecino más ilustre se quedó con uno de los primeros, aunque como tenía un jugoso contrato publicitario con Mercedes, fue su mujer, Marlene, la que disfrutó del flamante Ibiza GLX Especial.

En 1985 Lauda se retiró definitivamente de los circuitos y se dedicó a los negocios, sobre todo en su segunda pasión, la aviación. A lo largo de su vida fundó varias compañías y, con una de ellas, Lauda Air, vivió sus momentos más amargos, cuando uno de sus Boeing se desplomó en Tailandia y murieron 223 personas. El expiloto se refugió de nuevo en la isla.

Lauda mantuvo siempre su residencia en Ibiza, también después del divorcio de Marlene y su matrimonio con Birgit Wetzinger, a la que conoció en 2004 cuando entró a trabajar en su compañía como azafata y que solo ocho meses después de conocerla le salvó la vida donándole un riñón. Con ella tuvo otros dos hijos, los mellizos Max y Mia, que también fueron al colegio en la isla.

El año pasado los problemas pulmonares de Lauda, una de las secuelas del accidente del 76, se reprodujeron. En agosto sobrevivió a un trasplante y volvió a pasar la Navidad a Santa Eulària, donde le gustaba conducir por su finca y entrenar para volver a ganar la musculatura perdida en los meses de hospital. En la isla cogió una gripe y una infección de la que ya no pudo recuperarse. Ya había consumido todos los milagros.