Cuando exhausta, de tanto cáncer y ventanas con rejas, me disponía a subir a un avión con rumbo a eso que ahora es mi casa, un tipo me llamó por mi nombre y supe que no, que todavía no habían acabado los asuntos pendientes.

Me disculpé, pero no era capaz de reconocerlo. Me dijo que él sí habría reconocido en cualquier lugar aquella cara de niña.

Le pregunté, quizá, si del balonmano. Ibiza es así ¡todos se conocen! y yo soy un bicho raro. Raro porque soy una ibicenca fuera de Ibiza y raro porque mi memoria funciona de un modo particular y necesito tirar de mi prima (mi auténtico disco duro externo) para recordar muchos de los personajes que dejé atrás hace tanto. Pero ellos sí me reconocen€

Me dijo que no, que me conocía de mi matrimonio y automáticamente empecé a temblar ¡tan poca gente me conoce de entonces!

Tragué saliva, le expliqué que eran unos años casi borrados, que lo sentía y, para cuando iba a dar una explicación más larga y más rara de que los recuerdos también matan, él me cortó diciendo que se alegraba mucho de que hubiera olvidado.

Me dijo su nombre. No lo recuerdo en absoluto.

Me contó que éramos amigos, que él era más joven, apenas 16, pero nos llevábamos muy bien. Le creo. La verdad es que me cayó bien automáticamente. Después me dijo que había pensado en mí con frecuencia. Que le habían contado, que sabía€ pero, aun así, recordaba a menudo «cuando estuvimos tan mal». Le dije que ese plural me parecía tremendamente injusto. Fui yo, solo yo, la que «estuvo mal».

Me dio la razón y me dijo que fue testigo de cosas terribles que no quería nombrar. Le dije que sentía muchísimo que hubiera tenido que presenciarlas. Que nadie merece siquiera verlas.

Le pregunté si estaba el día que me tiró del tejado y asintió con el gesto descompuesto. Me dieron ganas de abrazarle. Le di las gracias y, de hecho, es la primera vez que tengo la ocasión de dar las gracias a alguno de los que me salvaron la vida. «De no haberme ido aquel día» empecé yo, y los dos acabamos la frase: «estarías muerta».

Algo quiere de mí la vida ¡algo quiere! Que recuerde o no, pero os lo cuente€ O, quizá tan solo, a saber€ recordarme la suerte que tengo de estar VIVA.