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Vademécum ambiental

Adaptación al cambio climático: una de las lecciones de la tragedia de Sant Llorenç

A medida que el cambio climático siga agravándose, irá aumentando la posibilidad de que se produzcan fenómenos meteorológicos extremos como el ocurrido en Sant Llorenç des Cardassar

Adaptación al cambio climático: una de las lecciones de la tragedia de Sant LlorençD.M.

No quisiera empezar a escribir este artículo sin antes expresar mi pesar por la tragedia acaecida en el municipio mallorquín de Sant Llorenç des Cardassar el pasado 9 de octubre, que se ha cobrado al menos 12 víctimas mortales y ha causado cuantiosos daños materiales.

Si bien es cierto que no es posible achacar al cambio climático la ocurrencia de un evento meteorológico concreto, como la brutal tromba de agua -cayeron en sólo 6 horas más de 20o litros por metro cuadrado- sufrida ese día por Sant Llorenç (que ya sufrió un episodio similar, aunque menos grave, en 1989), no es menos cierto que todos los escenarios apuntan que, a medida que el cambio climático siga agravándose, irá aumentando la posibilidad de que se produzcan fenómenos meteorológicos extremos como el que ahora hemos tenido que lamentar.

La enorme cantidad de agua que cayó aquel día sobre Sant Llorenç era probablemente imposible de prever, pero los daños, al menos los materiales, quizá hubieran sido menores si no se hubiera edificado (como lamentablemente sucede en tantísimos otros municipios de la geografía española) acercándose, peligrosamente, a los márgenes de los cauces fluviales, pues pese a que éstos puedan estar casi siempre secos o lleven habitualmente poca agua, no hay que ocupar nunca su zona de riesgo de inundación.

Las consecuencias

Esto debería ser una especie de axioma a respetar en todas las ocasiones y el no hacerlo ha generado ya anteriormente muchos otros luctuosos sucesos de los que fueron especialmente notorios algunos como el del cámping Virgen de Las Nieves, en Biescas (Huesca), el 7 de agosto de 1996, donde 87 personas fallecieron a causa de la súbita crecida del Torrente de Arás, afluente del río Gállego. O el de Badajoz, en la noche del 5 al 6 de noviembre de 1997, cuando las lluvias torrenciales desbordaron de forma rapidísima tres pequeños arroyos, el Rivilla, el Matamoros y el Calamón, llegando el agua a subir hasta tres metros, quedando arrasada la barriada del Cerro de Los Reyes y la cercana localidad de Valverde de Leganés, con un resultado de 24 muertes.

Según se refleja en la web del Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco), las inundaciones son el riesgo natural que mayor cantidad de daños humanos y materiales producen en España, alcanzando un valor medio anual próximo al 0,1% del PIB. El Instituto Geológico y Minero de España (IGME) y el Consorcio de Compensación de Seguros han estudiado las pérdidas producidas por las inundaciones durante el período 1987-2002, ascendiendo a casi 12.000 millones de euros. Dentro del mismo estudio, se prevén pérdidas de más de 800 millones al año hasta el año 2033.

Puesto que ese tipo de catástrofes naturales, tan gravosa en vidas humanas y también en términos económicos, va a seguir sucediendo, pero previsiblemente acrecentada su frecuencia e intensidad por culpa del cambio climático, debemos tomar consciencia de que lo más inteligente es actuar de forma urgente y decidida para, no sólo mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero causantes del calentamiento global del planeta, sino también para trabajar eficazmente en la adaptación a sus esperados impactos e incrementar así nuestra capacidad de resiliencia.

Prepararse

Adaptación al cambio climático, entendida como la determinación y preparación del conjunto de objetivos, planes y acciones de cualquier tipo tendentes a reducir la vulnerabilidad con respecto a los efectos del cambio climático.

Hay que prepararse no sólo ante trombas de agua e inundaciones. Además de esto, se prevé un aumento de otros sucesos extremos, como olas de calor y vendavales. Debido al incremento previsto de las temperaturas medias, se podrán producir situaciones de grave escasez de agua. Al tiempo, la subida del nivel del mar tendrá consecuencias negativas para el litoral, el suministro de agua (por la salinización de acuíferos) y el urbanismo.

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