Esta semana se ha lanzado una campaña de concienciación sobre el daño irreversible que causa la presencia de plástico y microplástico en el mar. Greenpeace ha llevado a cabo una acción, con sa Dragonera de fondo, para recordarnos a todos que las aguas cristalinas no están tan limpias como parece. Mientras, en sa Conillera, uno de los islotes que, junto a s'illa des Bosc, s'Espartar, es Vaixell, na Bosc y na Plana, conforman la Reserva Natural dels Illots de Ponent, en Ibiza, un equipo de ornitólogos hacía el seguimiento anual de las crías de la pardela balear, Puffinus mauretanicus, conocida como virot. Con la sorpresa de que el entorno e incluso los nidos de las aves estaban infestados de restos de plástico.

La pardela balear está considerada actualmente, por organismos nacionales e internacionales, como la más vulnerable y amenazada de Europa. De hecho los especialistas constatan, año tras año, la regresión de la especie. La Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) lleva realizando un seguimiento anual de esta especie desde 2011. Estudia sus zonas de cría y dónde se alimenta, sin olvidar su ruta migratoria que, del Mediterráneo, pasa por el Estrecho de Gibraltar para luego remontar la costa atlántica portuguesa y viajar hasta el Cantábrico. Allí sigue por el Atlántico francés e incluso llega al Reino Unido. Un viaje que realiza escrupulosamente cada año, teniendo en cuenta que la longevidad de esta especie es relativamente alta y se sitúa, según los últimos estudios, en unos 25 años.

Durante los días en que David García, ornitólogo y miembro de Iniciativa de Recerca de la Biodiversitat de les Illes (IRBI), estuvo anillando, colocando geolocalizadores de apenas dos gramos que van en la anilla, inspeccionando nidos y recogiendo información para comprobar el estado de los pollos, detectó una agresión que había visto antes, pero no a los niveles tan altos de ahora: los plásticos de todo tipo habían ocupado una parte de las zonas de cría del ave marina amenazada.

Tras recorrer las cavidades donde anida el virot, David García se dio cuenta de que el plástico aparecía únicamente en determinadas zonas del litoral del islote, arrastrado por las corriente. Otro detalle es que no todas las zonas de cría están invadidas por envases y botellas, sino que su presencia se detectó en aquellas más próximas al nivel del mar o donde llega la ola más alta.

Ante el lamentable descubrimiento, los miembros del equipo decidieron retirar la basura de las cavidades donde anida el virot, hasta que acumularon una buena cantidad que luego fue recogida por personal de la conselleria balear de Medio Ambiente.

Entre los objetivos del seguimiento que realiza SEO/BridLife sobre esta especie desde hace seis años está determinar las zonas hacia dónde se desplaza para alimentarse, en zonas situadas en «la plataforma de Levante, de Valencia y Cataluña». En base a los datos que recogen cada año extraen conclusiones que se van publicando.

En abril estuvieron controlando el periodo de incubación, tiempo que aprovecharon para anillar adultos. Ahora han estado controlando a los pollos con el fin de calibrar el éxito del ejemplar reproductor ya que una de las características de las aves marinas es que siempre regresan al lugar donde crían.

Este año, sin embargo, los técnicos encontraron numerosos restos plásticos en los nidos: «Botellas de plástico, trozos de corcho blanco... pero justamente de los que están a nivel del mar, plástico y más plástico, y nos dimos cuenta de que era un factor limitante». David García recordó que ya en 2014 «se comprobó la presencia de microplástico en el 70% de los ejemplares de pardela analizados». Aunque el verdadero problema para la supervivencia del virot es que cae en los palangres de la flota pesquera del Mediterráneo, donde mueren muchos de ellos.