­Una pregunta sencilla -¿cómo están las cosas en casa?- puede servir para descubrir si una mujer sufre malos tratos. Sobre todo si quien la formula es su médico de cabecera, una persona con la que tienen confianza. Así lo aseguran Consuelo Corrionero y Eva Pasamón, coordinadoras de la comisión de violencia de género y protección de menores del Área de Salud de Ibiza y Formentera. Una pregunta sencilla que puede abrir la puerta a que la mujer decida contarlo, confiar en alguien y, quizás, pedir ayuda. «Cuando no hay problemas te lo dicen claramente. Si está pasando algo se sorprenden de la pregunta, bajan la mirada... Ahí puedes ver que algo pasa», añade Corrionero, que asegura que en muchas ocasiones la mujer necesita esa pregunta para verbalizar lo que le ocurre.

Pasamón explica que hay que estar especialmente alerta con las mujeres que van mucho al médico -«hiperfrecuentadoras»- por diferentes problemas: vaginitis, dolores pélvicos, cefaleas constantes, depresión, ansiedad... Además, señala hay momentos en los que hay que estar especialmente atentos, como cuando la paciente está embarazada, porque la relación se hace más difícil. Precisamente para que los médicos de Atención Primaria estén alerta y puedan detectar cuanto antes estos casos la comisión imparte estos días cursos de formación en los diferentes centros de salud de la isla.

«Hay que hacer esa pregunta siempre que se pueda», insiste Corrionero, que confiesa que más de una vez, al saber que sus pacientes sufrían malos tratos en casa, le ha dado vueltas a si esa situación habría salido a la luz antes si le hubiera hecho esa pregunta sencilla. Corrionero lamenta: «Lo que detectamos es sólo la punta del iceberg». Pasamón añade: «Igual cuando nos lo dicen llevan ya 20 o 30 años de malos tratos. Psicológicos, de control, sin ver a las amigas, completamente aisladas». Por eso necesitan que alguien de su entorno les pregunte si está todo bien en casa para decidirse a contarlo.

Corrionero asegura que estas mujeres son conscientes de que la situación que viven en casa, su sufrimiento, «no es normal». «Lo que pasa es que no se sienten capaces de salir sin ayuda», añade.

Cuando una mujer confía en su médico y le cuenta lo que le está pasando la consulta se alarga. No sólo escuchan sino que también analizan cómo actuar. Los pasos a seguir, las medidas que pueden adoptar. Les detallan las opciones que tienen.

«Nunca las dejaremos solas»

Las dos doctoras explican que no todas las mujeres, incluso después de reconocer que sufren malos tratos, toman la decisión de salir del hogar y alejarse de su agresor. Otras, en cambio, no están preparadas para enfrentarse a eso y deciden continuar igual. Si los médicos no ven riesgo inmediato para la paciente, aceptan esa decisión. «Cada persona tiene sus tiempos, y hay que respetarlos», añade. Pero se mantienen especialmente alerta y se les hace un seguimiento para comprobar que la situación no empeora.

En el caso de que sí pidan ayuda, las envían a la Oficina de la Dona. «Nunca las vamos a dejar solas», afirma Corrionero. «Les dejamos claro que recurrir a la Oficina no implica poner una denuncia», matiza Pasamón.

Cuando detectan que la situación es «alarmante» no hay tiempos que valgan. «Se actúa», afirman, tajantes. Y actuar implica movilizar a la Oficina de la Dona, denunciar y todo lo que sea necesario para sacar a la mujer de esa situación de riesgo.

Las dos médicos reconocen que detectar casos en adolescentes les resulta más complicado. «La adolescencia es una época en la que no suelen venir mucho al médico. Cuando llega algún caso es por la familia, porque hay algo que les ha despertado una alarma», indica Pasamón.

A todas ellas sus doctores intentan citarlas un par de semanas después para ver cómo están y, en el caso de las que prefieren no hacer nada, ver si han cambiado de opinión. «A veces, una vez verbalizado lo que les pasa, reflexionan y les cuesta menos dar ese paso», indica Corrionero.

La médico considera que esa sencilla pregunta -«¿está todo bien en casa?»- debería hacerse siempre, por asegurar. Pero no es así. No siempre se acuerdan. No siempre lo tienen en cuenta. «Estaría bien que hubiera algún recordatorio, alguna ayuda en la consulta, para que no se pasara por alto», insiste la médico. «También hay que ir con cuidado para no ofender», apunta Pasamón.

En ocasiones, los médicos de cabecera deben buscar la manera de sacar al agresor de la consulta para poder hablar con calma con las víctimas. En algunos casos las mujeres siempre acuden a las citas acompañadas de sus parejas, por lo que, si existe la sospecha de que la paciente pueda estar sufriendo malos tratos tienen que separarla de él, ya que nunca explicaría lo que le pasa con él delante. «Tenemos estrategias. Decimos que hay que hacerle una prueba, por ejemplo, y ya está», confiesa Pasamón.

Implicación de Pediatría

Corrionero no puede evitar pensar en todas sus pacientes que puedan ser víctimas de violencia machista y que aún no ha detectado. La doctora detalla que las estadísticas apuntan a que el diez por ciento de las pacientes que tiene asignadas cada médico de familia sufren malos tratos por parte de sus parejas y exparejas. Y ninguno alcanza ese porcentaje. Ni siquiera ellas dos, que están muy concienciadas y son referencia para todos sus compañeros en este campo. Corrionero hace cuentas: «Si mi cupo es de 2.000 pacientes y 1.000 son mujeres, significa que 100 son víctimas de violencia de género. No puedo evitar pensar en todas las que se me están escapando».

Las responsables de la comisión de violencia de género explican que también piden a los pediatras que estén muy atentos, ya que pueden detectar estos casos a través de los niños. «Ellos también son víctimas», insisten.

El año pasado, el 16% de las mujeres atendidas en la Oficina de la Dona por malos tratos llegaron allí a través de la sanidad. Casi todas derivadas por sus médicos de familia, aunque también alguna que llegó a Urgencias. En esos casos, la puesta en marcha del protocolo de actuación es automática. Ese 16% fueron 62 mujeres, una cifra superior a la del año anterior, que fueron 45, pero inferior a la registrada en 2011, cuando se puso en marcha la comisión: aquel año enviaron a la Oficina de la Dona un total de 83 mujeres.

Las médicos consideran que sería importante hacer el camino inverso. Es decir, que la Oficina de la Dona pudiera informar a los médicos de cabecera si alguna de sus pacientes está sufriendo malos tratos. «No se puede por una cuestión de protección de datos. Es lógico», reconocen. Sin embargo, creen que los profesionales de la Oficina de la Dona podrían preguntarles a las mujeres que acuden para pedir ayuda si pueden informar a sus médicos de familia. Están convencidas de que esto mejoraría la atención que le pueden dar a esas mujeres ya que podrían estar más alerta a los cambios.

En muchos casos, el mismo médico de familia atiende a la víctima y al agresor. La situación es complicada. Tanto, que Corrionero, en uno de los casos, le pidió al hombre que cambiara de doctora porque no se sentía capacitada para atenderle. Fue un caso duro. Él fue a la consulta porque se había golpeado la mano con la pared. Unos días más tarde acudió su mujer con un golpe. Era un caso de violencia de género.

En otras ocasiones la detección no es tan clara. Pasamón lo sabe bien. Ni ella ni la residente que estaba en la consulta sospechaban que aquel hombre «solícito» que acompañaba a su mujer al médico era un maltratador. En aquella ocasión la mujer decidió no denunciar. No pedir ayuda. Pero explicó lo que pasaba a todo su entorno. A su familia y sus amigos. Una vez que lo supieron él se controló. Y desde entonces todo el mundo está más pendiente de que no pase nada. «Igual con todo el mundo es muy amable, pero con su mujer no», reflexiona Pasamón. Tanto ella como Corrionero afirman que es «muy gratificante» ver cómo estas pacientes salen de la situación en la que se encuentran. «Entonces se cura todo aquello de lo que no se curaban», aseguran.