La «adversa meteorología» no favoreció la investigación conjunta desarrollada en 2007 por la Universitat de València y el Museo Arqueológico de Ibiza en la Xanga (Sant Josep). Situada en pleno Parque Natural de ses Salines, los historiadores consideran que púnicos y romanos explotaron allí el gasterópodo Murex trunculus durante aproximadamente cinco siglos de la Antigüedad para extraer de él la glándula con la que se fabricaba la púrpura, un carísimo tinte con el que la clase más pudiente teñía sus ropajes. El 27 de noviembre de 2007, y tras dos semanas de trabajo, los investigadores tiraron la toalla: las inclemencias ya les habían hecho perder seis días y no parecía que fuera a mejorar.

Solo les dio tiempo para intervenir en dos pequeñas áreas, pese a que el yacimiento es muy extenso y, sobre todo, profundo. De la primera, Cala 1, apenas revolvieron la tierra de 30 metros cuadrados (seis metros de largo por cinco metros de ancho): «El prematuro final de campaña se produjo cuando la excavación se encontraba en el estadio inicial», alertan Carmen Alfaro, profesora de Historia de la Universitat de València, y Benjamí Costa, conservador del Museo Arqueológico de Ibiza, en el «informe preliminar» de esa campaña interrumpida.

En la segunda no fue mejor: en Cala 2 solo se estudiaron dos metros cuadrados, justo los que dan a la parte trasera de una caseta varadero. Su dueño vació 20 años atrás el terreno para poder extraer, tierra adentro, su embarcación porque temía que un fuerte temporal se la arrebatara, según se especifica en el informe que les contó un asiduo de la zona. Esa es, precisamente, una de esas ‘heridas’ del yacimiento a las que se refiere Benjamí Costa. Hay otras producidas por obras nuevas y por arreglos en los embarcaderos ya existentes.

Excavaron en total 32 metros cuadrados de un depósito de conchas que en uno de sus perímetros mide alrededor de 100 metros de largo por ocho de ancho, que bordea el perfil costero de la cala y que se eleva de dos a tres metros sobre el nivel del mar, tras la hilera de casetas varadero. Es decir, apenas rascaron en la historia.

Dos sorpresas

Aun así, durante la breve excavación tuvieron dos sorpresas. La primera, el tipo de restos de gasterópodos enterrados: principalmente eran Murex trunculus, seguidos por Cerithium vulgatum. Hallaron Purpura haemastoma en cantidad «ínfima». La presencia escasa de esta última es calificada en el informe como una «anormalidad» visto la que extrajeron en otros depósitos de la isla. Pero apenas pudieron penetrar en los sedimentos como para establecer una teoría al respecto. Por ejemplo, en Cala 1 «ni siquiera» alcanzaron la zona del depósito de restos de conchas que los púnicos abrían de un certero golpe para extraer entera la glándula hipobranquial, origen, tras su laboriosa y maloliente elaboración, del precioso tinte. Precisamente, otro de los objetivos de la investigación consistía en «obtener datos empíricos sobre cómo se cortaba el murex en la Antigüedad» y comparar los restos hallados allí con los del Canal d’en Martí y Cala Olivera, ambos en Ibiza pero menos importantes.

La otra sorpresa fue que no esperaban toparse con «un nivel de ocupación islámica» en ese yacimiento, que se creía exclusivo de las épocas púnica y romana. Allí recuperaron restos de cerámica vidriada en blanco y otros que posiblemente fueron fabricados en el periodo andalusí, así como muros gruesos de época Bajo Imperial o Tardo antigua posiblemente reaprovechados «parcialmente» durante el islam y que ya entonces «debían encontrarse en estado ruinoso». Con ellos alzaron una construcción «ligera y efímera». También detectaron una estructura de planta semicircular con piedras clavadas verticalmente en la tierra cuya utilidad ignoran los investigadores, así como un trozo de cerámica islámica con una banda horizontal de líneas incisas en diagonal.

Salazón y púrpura, de la mano

La Xanga era un lugar «estratégicamente importante» para esa industria, según se señala en el informe preliminar de la campaña, que formaba parte de un proyecto de investigación más ambicioso titulado ‘La producción de púrpura en Ebusus en la Antigüedad’. Era estratégico porque cerca estaban las salinas: «La producción de salazones y de púrpura eran dos actividades asociadas» en esa época al ser « correlativas en el tiempo y porque podían realizarse aprovechando buena parte de la organización de trabajo y de las infraestructuras». A 50 metros tierra adentro había un pozo de agua dulce y un bosque cuya leña era fundamental para cocer la púrpura. Los 32 metros cuadrados excavados no dan para más: «No se ha podido lograr una evidencia cronológica para datar la explotación de murex», lamenta Carmen Alfaro en el informe.