Sin duda el Informe PISA es, por la gran cantidad de países que incluye y el elevado número de variables que tiene en cuenta, un gran y ambicioso proyecto. Por supuesto no se libra de las críticas, o por lo menos las dudas, respecto a su metodología y su enfoque.

Desde el sindicato STEI-i, por ejemplo, lamentan que el informe se hace desde una perspectiva «reduccionista» del concepto educativo y «muy economicista». La agrupación sindical echa en falta que se valore también «una concepción educativa formada de ciudadanos críticos y libres».

Martí March, catedrático de la Universitat de les Illes Balears, es de los que también cree necesario hacer unas valoraciones previas sobre el espíritu del informe antes de entrar a analizar sus conclusiones. Para el académico, PISA constituye un «análisis muy parcial» al evaluar únicamente las competencias en tres ámbitos.

Aún así, March admite que el informe tiene aspectos muy positivos, ya que se hace desde hace muchos años y tiene una larga tradición; introduce elementos que permiten una comparación en los términos adecuados; y además no se limita a medir el rendimiento, sino que tiene en cuenta varios factores y los interrelaciona. Por ejemplo, el profesor destaca que se introduzca en la ecuación la variable del índice socioeconómico y cultural.

Más de 510.000 estudiantes

El Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes viene realizándose de forma cíclica desde el año 2000. En 2012 han participado más de 510.000 chavales de 15 años de un total de 65 países. Para la edición de 2015 participarán siete países más.

El objetivo es evaluar hasta qué punto los alumnos que ya están a punto de acabar su etapa de educación obligatoria han adquirido algunos de los conocimientos y habilidades necesarios para la participación plena en la sociedad del conocimiento. El impulsor de este informe es la OCDE, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.