El primer pase de ´Ibiza. Vuelo 602´ en s´Alamera de Vila fue un rotundo éxito de público. José Luis Mir está satisfecho del resultado y ya anuncia que está trabajando en otro documental sobre la Guerra Civil en Ibiza y continuar así en la línea de sus filmes históricos ´Formentera: base d´hidroavions (1936-1953)´ y ´El crucero ´Baleares´´. Su última pieza se podrá ver también el 19 de abril en el cine de Formentera y el 26 de este mes en el Club Diario.

—La última vez que hablamos estaba ultimando el documental. ¿Está contento con el resultado? ¿Ha tenido una buena acogida?

—Ha quedado bien dentro de nuestras posibilidades, porque el presupuesto era mínimo. En la presentación en s´Alamera me quedé contento porque vino mucha gente, hubo que sacar las sillas que había, unas 150, y mucha gente estaba de pie. Había familiares y hubo gente que se emocionó.

—Después de su investigación, ¿qué cree que sucedió en ses Roques Altes?

—Yo tengo mi teoría, pero la gente puede sacar sus propias conclusiones al ver el documental. Lo que sé es que un accidente de este tipo no se da por una sola causa sino por varias que se juntan. La niebla fue un factor que se unió con un exceso de confianza por parte del piloto, José Luis Ballester Sepúlveda, que hacía esta ruta con una frecuencia de cuatro o cinco veces semanales desde hacía muchos años.

—¿Se confió?

—Pecó de confianza. Después hay algunas circunstancias que no están muy claras y es que, en el momento del impacto, el avión está con el morro bajo y girando un poco a izquierda, lo que significa que el piloto pensaba que estaba saliendo de la niebla y que se iba a encontrar la cabecera de pista. Otra cosa que apunta a un exceso de confianza por parte del piloto es que no respetó el nivel mínimo de altura. Creo que en Ibiza eran 800 metros. Un experto que habla en el documental y que estaba en el departamento donde investigan los accidentes, dice que en un día como ese, con niebla, el nivel de seguridad no se debía haber bajado. Este nivel solo se puede bajar si se hace una aproximación instrumental y no era el caso. Otro motivo para bajar el nivel de seguridad es que veas el suelo, pero en este caso no se da por la niebla. Ballester había sido piloto militar y estaba acostumbrado a hacer las cosas de la manera que él quería. Todos esos factores se juntan y motivan el accidente.

—¿Descarta algunas leyendas urbanas sobre el siniestro?

—Por ejemplo sobre el contenido de la conversación entre la torre del control y el avión, en el momento en el que pide la aproximación visual. El comandante reconoció la voz del controlador de la torre y, como eran amigos, tuvieron un pequeño comentario personal sobre qué le habían traído los Reyes Magos. Se corrió la voz de que, en esa conversación, el comandante pidió al controlador que le preparase unas cervezas porque ´enseguida iba a llegar´, pero eso nunca se dijo. Fue una conversación muy cortita, de 20 segundos, que incluye la conversación privada y la petición de aproximación de pista.

—¿Esa conversación se ha podido reproducir en el documental?

—Sí, tenemos la transcripción de la caja negra aunque no la grabación porque ha desaparecido. Hemos hecho una pequeña recreación con varias voces.

—¿Cuál cree que es el testimonio más valioso por inédito?

—Valiosos lo son todos. Todos tienen su importancia. Quizás el que más me ha impactado y también al público de la presentación de s´Alamera es el testimonio de dos hermanas de Albacete que perdieron a sus padres y sus dos hermanos en el accidente. Se quedaron solas, una con 14 y otra con 21 años. Ellas estuvieron en el funeral de Sant Josep, donde los familiares vieron llegar los féretros sin identificar. Pero a uno de sus hermanos sí lo identificaron. La Guardia Civil no les dejó ni acercarse al ataúd. Se fueron al obispo, de rodillas, llorándole para que se lo dejasen llevar a Albacete y él dijo que no. Durante el funeral, la Guardia Civil hizo salir de la iglesia a todos los familiares de los fallecidos de fuera de la isla y les dijeron que había autobuses esperando. Todos se subieron pensando que iban al cementerio pero, cuando pararon, estaban en el aeropuerto. Enterraron a sus familiares en una fosa común salvo a unos pocos que fueron identificados correctamente.

—¿No hubo identificaciones? ¿Se metieron restos de varias personas en un mismo ataúd?

—Lo dicen los propios militares. Se identificaron algunos porque llevaban la cartera o la tarjeta de embarque en el cuerpo. En otros casos, se juntaban los restos que estaban alrededor de un cuerpo o una cabeza. Pero casi todos se quedaron desnudos por la explosión y casi ninguno tenía identificación encima. Hay que tener en cuenta que no había pruebas de ADN por entonces ni nada parecido.

—¿Se ha tenido que enfrentar a imágenes muy duras durante la documentación?

—Tenemos algunas fotografías fuertes pero no las hemos puesto en el documental. En un principio sí quería incluir fotos de víctimas pero, después de hablar con los familiares, no lo he hecho. Si a mí me pasase algo así tampoco me gustaría ver fotos de mis familiares.

—¿Era necesario hacer este documental?

—Creo que sí. Se ha hablado mucho de si el piloto iba borracho, de si los soldados que recuperaron los cadáveres iban borrachos, de si el avión chocó de panza. Son leyendas urbanas, cosas que no sucedieron. El problema es que eso está tan arraigado de va a ser muy difícil que la gente cambie de idea. Los pilotos en aquellos tiempos venían del Ejército y se regían por el código militar. No le habrían dejado ni subir al avión si hubiese estado borracho, eso es mentira. Lo de que los soldados acudieron borrachos a retirar los cuerpos queda descartado, con testimonios de primera mano que dejan claro que había 200 soldados y seis botellas de coñac, que se subieron por el frío que hacía. Se dijo que los habían emborrachado para que pudieran hacer lo que tuvieron que hacer, pero es falso. Incluso sobró una botella de coñac. No se les obligó a beber y tampoco a ir. Eran todos voluntarios. También está totalmente descartado que el avión chocase de panza. Tenemos varios informes que aparecen en este documental. El avión chocó inclinado hacia abajo y girando un poco a la izquierda.

—¿Los familiares cobraron las indemnizaciones correctamente?

—Diario de Ibiza habló en la época de 500.000 pesetas por víctima. Una señora de Algemesí, que conserva los recibos de lo que cobró, revela que fueron 200.000 pesetas por parte de Iberia, otras 200.000 por parte de un seguro, 10.000 pesetas por equipaje facturado y otras 10.000 por equipaje de mano. Sin embargo, tenemos las indemnizaciones de los dos pasajeros extranjeros: un alemán que cobró algo más de 1,3 millones de pesetas y un americano que cobró, al cambio, 3,3 millones de pesetas.

—¿Por qué esta diferencia?

—No lo tengo claro, pero es cierto que es una grandísima diferencia, que tenemos documentada.

—¿Sería posible un accidente de estas características así hoy?

—No, lo veo muy poco probable.

—¿Le da a usted miedo volar?

—Ya me daba miedo antes. No me hace gracia. El accidente no ha cambiado nada y, de hecho, hemos cogido muchos aviones para rodar los testimonios.