«El espectáculo que se ofrecía en ses Roques Altes era en verdad alucinante, inenarrable. Los restos de los pasajeros y del avión estaban dispersados en pequeños fragmentos en una amplia zona de un kilómetro de radio. Troncos humanos decapitados, vísceras, ropas de niños, un biberón... Las piezas del avión y un reloj parado exactamente a las doce y diez». Esta es solo una parte de la crónica publicada en Diario de Ibiza el 8 de enero de 1972 para reflejar lo ocurrido el día anterior.

Hoy se cumplen 40 años del accidente aéreo de ses Roques Altes, una de las mayores tragedias de la historia de la navegación aérea española.

Aquel mediodía del 7 de enero de 1972, 104 personas volaban hacia la isla en un Carabelle EC-ATV de Iberia que había despegado poco antes del aeropuerto de Valencia.

Era jueves y la mayoría de los pasajeros volvían a la isla después de pasar las vacaciones de Navidad en sus lugares de origen. El ambiente en la cabina era distendido e incluso hubo lugar para las bromas.

«En cuanto lleguemos nos tomamos unas cervezas», comentó uno de los seis miembros de la tripulación minutos antes del accidente, conversación que quedó grabada en la caja negra de la aeronave.

La niebla

Tiempo después, la investigación determinó que el avión se estrelló debido a un error de cálculo de la altitud del piloto, que decidió hacer una aproximación manual a es Codolar a pesar de la niebla.

El impacto fue brutal y no hubo supervivientes. La explosión se escuchó en muchos puntos de la isla, a kilómetros del lugar del accidente. Por ejemplo en la misma capital oficiosa, Vila, donde existen muchos testimonios de gente que asegura que oyó el impacto desde su casa. Más de 200 personas, entre guardias civiles, miembros del Ejército y voluntarios, trabajaron durante horas para recuperar los restos de las víctimas.

Entre los fallecidos figuraban dos extranjeros, trece pitiusos y 26 personas procedentes de la localidad valenciana de Algemesí, peones de la construcción que trabajaban en la isla en una época en la que no paraban de levantarse nuevos hoteles.

El accidente causó gran conmoción en la isla y los cadáveres fueron enterrados en el cementerio nuevo, que se inauguró con esta tragedia.

En el lugar del siniestro, cerca de sa Talaia, se construyeron nueve meses después una pequeña ermita y dos placas con los nombres de los fallecidos, entre ellos nueve niños.

Hoy, cuatro décadas después, con las mejoras de los medios de navegación aérea, un accidente de este tipo probablemente no habría ocurrido.

Las claves

LAS CAUSAS

El avión se estrelló debido a un error de cálculo de la altitud

La investigación determinó que el accidente se produjo debido a un error de cálculo de la altitud del piloto, que realizó una aproximación manual a la isla, a pesar de la niebla. Cuando la tripulación vio la montaña de ses Roques Altes, de 325 metros de altura, era demasiado tarde.

RECUERDO

Una capilla y dos placas recuerdan a los fallecidos

Nueve meses después de la tragedia se construyó una capilla y una pequeña ermita en el lugar del siniestro. Además, dos placas recuerdan el nombre de las 104 personas fallecidas en el accidente, en una montaña situada muy cerca de sa Talaia.