«Amor y muerte: son los dos asuntos a los que van a parar la mayor parte de nuestros pensamientos». Es uno de los numerosos aforismos y reflexiones que Pedro María Asensio utilizó ayer para explicar al conseller de Cultura, Marià Torres, y al director de zona de la CAM, Vicente Prats Roig, cómo es la densa exposición que hoy a las 20 horas inaugura en el Centre Sociocultural S´Alamera. Vídeo, escultura, pintura e instalaciones componen ´El silencio de las horas´, que ayer ultimaba ayudado, entre otros, por sus amigos Cristina y David y que abarca la enorme producción de dos años en los que el artista conquense afincado en la isla no ha parado de trabajar, según confesó mientras mostraba y reflexionaba sobre cada uno de los mil detalles de las decenas de obras que componen esta espectacular muestra, llena de sorprendentes recovecos.

´El silencio…´ empieza donde acabó su última exposición: en un enorme cuadro negro en cuyo centro destaca una cruz plateada: «Es que yo siempre enlazo las cosas. Ese fue el fin de una etapa colorista. Era como decir ´se acabó la fiesta´», se justifica el artista. En cada una de sus muestras hay una obra de la anterior. ¿De la actual, cuál formará parte de la siguiente? «Lo tengo que descubrir, aunque me tienta una película», señala. Quizás una de las que ha rodado para esta ocasión Enrique Villalonga.

Un còdol (concretamente de Cala d´Hort) del tamaño de una canica es el protagonista de un pequeño cuadro de marco dorado. Tiene truco: en la piedrecita ha pegado la palabra Dios, mientras que en el reverso ha colocado el recorte de la página de un libro en el que se puede leer ´quizá porque la suprema belleza como la cara de … no tolera ser mirada de frente´. «Solo pongo a la vista lo invisible [Dios] y oculto lo visible», explica.

La instalación de la que parece más orgulloso es un enorme cubo formado por decenas de paneles de cristal en los que ha serigrafiado los esqueletos omnipresentes en toda la exposición (aparecen en sus maletas, libros y serigrafías en papel artesano).En cada celda del poliedro se desarrollará una escena. Serigrafió los cristales en Dénia: «Transportarlos hasta aquí ha sido una locura», admite. Como traer desde Salines (Mallorca) hasta la isla la enorme maqueta del hotel Romántica construida con palillos y que casualmente vio tirada boca abajo en un contenedor mientras iba en bici. Rodea la maqueta una maraña de horquillas, a modo de barricada: «Son las que perdieron en ese establecimiento las mujeres que pasaron por allí. Es la representación de otro tiempo en el que éramos más felices y se nos vendía una vida de amor eterno».

En el intenso recorrido por la apabullante demostración creativa de Asensio en ´El silencio de las horas´ –cuyo folleto ya es en sí una obra de arte tanto en el anverso como en el reverso– predominan el blanco y negro (aunque también hay pinceladas de color «porque si no te anestesias»), los esqueletos de cuerpo entero y de manos y los ´libros´ inquietantes que contienen corazones de madera, probetas, agujas, bustos y piernas (con zapatos negros) de niños de rasgos orientales: «He dejado lo esencial del hombre [el esqueleto]. Como decía Picasso, si no te pareces, te vas a parecer», afirma. «La exposición podría ser macabra, pero yo no lo soy. La he hecho contando con el hombre, pues soy humanista», advierte el autor, que dice ser incapaz «de digerir que el ser humano acabe con otros seres humanos», aunque el único rasgo de fidelidad se lo otorgue en esta muestra a un perro.

«Soy muy trabajador». Justifica así que la sala S´Alamera se haya quedado pequeña para contener su explosión creativa, minuciosa y, como él mismo admite, «obsesiva». Buena parte de su obra se acumula en una granja de pollos que ha adquirido en Cuenca: por el clima seco, que impide que el papel enmohezca, y porque es una adquisición barata en comparación con los precios de la isla. Acumula allí piezas para dos exposiciones, como unas obras en cera encáustica que nunca ha mostrado porque «no ha llegado el momento». Quizás las enseñe cuando descubra el lugar idóneo: «Para mí, los objetos son muy importantes. Te hablan si les das el espacio adecuado».

Para el barrio de la Marina había imaginado unos «enormes garabatos en hierro, como si los dibujara en el aire». En S´Alamera se pueden ver en tamaño reducido cerca de nueve bustos sonrojados frente a uno que les mira y pregunta ´¿Quién no ha sido?´ y una instalación donde reproduce en braille y con catadióptricos un texto de Konstantinos Kavafis: «Yo no fui contado en el total. Y eso ya me alegra suficiente».