Vicent Ferrer Guasch prefería las diapositivas al negativo convencional porque consideraba que aportaban «más luz y más calidad y definición», detalló su hija Neus Ferrer cuando el pasado 29 de diciembre su familia firmó un convenio por el que cedía al Ayuntamiento 800 fotografías en ese formato realizadas por el artista entre los años 60 y 70. De ahí su asombro al descubrir en aquel viejo mueble de su estudio 103 clichés que, tras digitalizarlos, fueron incluidos en la cesión al Consistorio. En aquel cubículo creativo de la avenida Bartomeu Rosselló, el pintor reinterpretaba esas imágenes y las plasmaba en óleos.

«Que empleara clichés debió ser casualidad. Es algo raro porque solo solía trabajar en diapositiva por la transparencia y por el color y luz que da ese formato. Era extraño que trabajara en papel porque decía que al revelar el negativo le cambiaban muchas veces los tonos y los colores. No le gustaba», afirma Vicent Ferrer Barbany, hijo del artista y edil de Turismo y Comercio de Ibiza, que como el resto de la familia disfrutó al tener en sus manos el fruto de una faceta de su padre que si bien conocían –«le encantaba la fotografía»– nunca pudieron apreciar plenamente ya que en pocas ocasiones les mostró esas imágenes, que en principio solo captaba como herramienta de apoyo para su obra pictórica.

Su preferencia por la diapositiva le llevaba incluso a escoger marcas según el motivo que le interesara: Kodak (Ektachrome) para resaltar los azules, Agfa para los verdes y marrones. Algunas las reveló en el número 37 de la ronda Universidad de Barcelona, en Riba, según se aprecia en algunas de las cajas depositadas por su familia en el Arxiu Històric d´Imatge i So de Vila.

Como un periodista gráfico

Si en las dispositivas cedidas al Consistorio (no fueron incluidas las imágenes en las que retrató a miembros de la familia) se aprecia que, esencialmente, Ferrer dirigía el objetivo de sus Pentax hacia edificios antiguos, embarcaciones, varaderos y los motivos habituales de su obra, en los negativos en blanco y negro interpreta en ocasiones el papel de un periodista gráfico: capta la acción del Mercat Vell, el trasiego durante las obras de asfaltado de una carretera ibicenca, cómo las cabras pastan dentro de una chalana varada en unas feixes actualmente urbanizadas en la antigua Ibiza Nueva, el instante en el que le sobrepasa una payesa montada en bicicleta.

«No hay tanta acción en las diapositivas, que se centran más en las calles, especialmente de sa Penya, que es donde más le gustaba pasear diariamente. Iba allí a todas horas para probar y estudiar los cambios de iluminación provocados por la luz del sol, y acudía tanto por la mañana como por la tarde, pero preferentemente a primeras horas, ya que ese barrio se oscurece por la tarde». Vicent Ferrer «buscaba la luz. Sabía perfectamente qué hora era la mejor para ir a un determinado sitio de Dalt Vila o de sa Penya para fotografiarlo», añade el concejal de Turismo.

Tras compararlas con otras fechadas en los años 60, Ferrer Barbany ha llegado a la conclusión de que su padre tomó las fotos en blanco y negro durante los años 1958 o 1959, con seguridad antes de que se estableciera definitivamente en la isla en 1962 como catedrático de dibujo en el instituto Santa Maria. En los años 50 veraneaban en la isla durante los meses de julio y agosto. Alquilaban una casa, «generalmente en Vila», aunque una vez se alojaron en Sant Antoni.

Entre las imágenes en blanco y negro digitalizadas destacan dos, borrosas –como si a quien las hizo le temblara el pulso o no estuviera acostumbrado–, en las que el propio pintor aparece en plena faena: pincel en mano frente al caballete. Sus hijos ignoran quién fue el autor o si empleó un disparador automático: «Esas dos fotos son extrañas porque no le solían hacer muchas», señala Ferrer Barbany. Una fue captada junto a la blanca arcada de la iglesia de Sant Agustí; la otra, en una iluminada Cala Gració. En ambas se aprecia el perfil de un estilizado pintor y fotógrafo que ha dejado para la posteridad una voluminosa colección de imágenes que destacan por su importante valor tanto artístico (para interpretar su obra) como histórico (por las escenas que recrea).