Desde que en 1967, el sacerdote José Prats Torres diera a conocer en la diócesis ibicenca los objetivos de Manos Unidas y pusiera en marcha, con la ayuda de las mujeres de Acción Católica, la primera Campaña contra el Hambre, la presencia en nuestra sociedad de esta ONGD católica y de voluntarios, que ha celebrado recientemente su 50 aniversario, ha sido constante y sus actividades han ido multiplicándose.

Esta constancia en la solidaridad, la importante labor, en definitiva, desarrollada en las Pitiusas para luchar contra el hambre, la pobreza, el subdesarrollo y las causas que lo provocan, ha llevado al jurado del Premi Illes Pitiüses 2010 a otorgarle este galardón que recibirá el próximo viernes, día 6, en el Club Diario de Ibiza.

La de las Pitiusas es una de las 71 delegaciones que Manos Unidas tiene actualmente en España destinada a la recaudación de dinero para financiar proyectos educativos, sanitarios y de promoción humana, cultural, ambiental y alimentaria en los países del Tercer Mundo. En la actualidad agrupa a más de 200 voluntarios y recauda más de 130.000 euros anuales.

Entre las actividades que realiza para obtener recursos destacan las colectas y tradicionales tómbolas, las populares comidas en los pueblos y las rifas, las mesas petitorias y la venta de productos elaborados por los propios voluntarios, así como otras muchas acciones de carácter cultural, desde representaciones teatrales a conciertos, exposiciones y festivales benéficos.

Pero más allá de las actividades recaudatorias, Manos Unidas desarrolla también un importante trabajo de sensibilización a través de las parroquias y los medios de comunicación, con conferencias, distribución de material educativo y charlas en los colegios, talleres en los institutos y formación de voluntarios.

Voluntariado como base

Francisca Marí Tur es, actualmente, y desde hace un año, la delegada de Manos Unidas en las Pitiusas. Insiste, con humildad, en destacar el trabajo conjunto de los voluntarios, un trabajo persistente y anónimo que se lleva a cabo en una pequeña oficina del Obispado, en el edificio conocido como Casa de la Iglesia.

Hasta allí van llegando sobre todo mujeres, porque «hombres hay pocos, sí –reconoce la delegada–, aunque aprovechamos, cuando vienen, para que realicen las tareas que nosotras no podemos hacer. Nos son muy útiles, ya lo creo que sí. Y los tratamos muy bien, para que no se escapen...» Sin duda el buen humor no falta entre estas mujeres que vienen a trabajar, a preparar nuevos retos, la mayoría de ellas desde hace ya algunas décadas.

Pero Francisca Marí Tur quiere destacar sobre todo, «lo bonito que es este trabajo y las satisfacciones que da». Buena parte de estas satisfacciones que proporciona trabajar como voluntario en Manos Unidas proviene de los proyectos que finalmente se llevan a cabo en el Tercer Mundo gracias a las recaudaciones conseguidas.

«Estos proyectos funcionan muy bien –confirma la delegada insular– y nosotras tenemos conocimiento de ellos. A veces incluso recibimos cartas de la gente de allá agradeciéndonos el apoyo y nuestro trabajo. Este año, incluso, en otoño, tendremos oportunidad de visitar algunos de estos lugares para comprobar allí mismo el funcionamiento y el desarrollo del proyecto».

La crisis no se ha notado en la solidaridad ibicenca, al menos no entre la gente de la calle, de manera que la recaudación será más o menos la misma, no parece que vaya a variar respecto a la de otros años y los proyectos previstos podrán llevarse a cabo. Y es que «los ibicencos –concluye Francisca Marí Tur– son generosos».