Más allá del exterminio judío, los campos de concentración nazis albergaron a docenas de marineros, campesinos, recolectores de sal, obreros y artesanos procedentes del Mediterráneo. Hubo, al menos, 23 prisioneros que habían nacido en Ibiza y Formentera. El archipiélago balear también tuvo su triste protagonismo en el llamado Holocausto, la madre de todas las miserias de la Segunda Guerra Mundial, aportando a 70 de sus hijos (24 mallorquines y 23 menorquines). La cifra de republicanos españoles deportados a Mauthausen y diversos centros de reclusión hitlerianos no se conoce con exactitud, y difícilmente llegará a saberse a ciencia cierta. Según las estimaciones de los investigadores, por el matadero austriaco pasaron alrededor de 9.000 hombres, de los que solo sobrevivieron algo más de 2.000. El resto se dejó la piel. Hablamos de 7.000 asesinados, aunque pudieron haber sido todavía más. Y, entre ellos, se encontraban dos ibicencos y cinco formenterenses (del total de 34 víctimas originarias de la provincia).

El próximo viernes, 6 de agosto, se cumplirá el septuagésimo aniversario de la llegada del primer grupo de cautivos españoles, que integraba a casi cuatrocientos individuos. A bordo de aquel siniestro tren viajaban los formenterenses Jaume Colomar Juan, Miquel Costa Yern, Josep Riera Mayans y Jaume Roig Mayans, además del ibicenco Antoni Ferrer Clavo. Habían partido del Stalag —campo de prisioneros de guerra, de soldados— VII A de Moosburg, en Alemania. El último en traspasar la puerta del infierno, el 16 de septiembre de 1944, fue el albañil ibicenco Antoni Planells Bonet, Es Cubano, quien, de joven, emigró a Argelia. Entre ambas fechas, 23 reclusos de nuestras islas, 17 de Ibiza y 6 de Formentera, aprendieron en carne viva las severas reglas de la disciplina nazi, el modo de funcionamiento inhumano del universo concentracionario del régimen criminal de Hitler. Siete pitiusos, lo repetimos, fallecieron dentro del campo de Mauthausen o en algunos de sus tentáculos esparcidos por Austria (tristemente célebre fue el Kommando de Gusen, la tumba de seis de ellos, todos a excepción de Antoni Roselló Roig, que cayó en Steyr). De los dieciséis que lograron salir de los centros de internamiento teutones, en el momento de escribir estas líneas, únicamente quedan vivos dos.

Se trata de Bartomeu Marí Escandell, de can Misses de Vila, y Joan Torres Ribas, de can Toni Peret de Sant Joan de Labritja. Ambos son ya nonagenarios y residen en el sur de Francia. Ninguno de ellos, ni ninguno de sus 21 compañeros de desgracia, ha recibido nunca un reconocimiento explícito, un sencillo homenaje, por parte de las instituciones públicas insulares. Ni gobernando el PP ni gobernando el PSOE y sus aliados de izquierdas. Y eso a pesar de que, entre los deportados, figura incluso un héroe de la Resistencia francesa, Josep Marí Juan, de Sant Carles de Peralta, distinguido combatiente de la batalla del Plateau des Glières en febrero y marzo de 1944, quien, en cambio, y para mayor ignominia de las autoridades locales, sí se hizo merecedor de varias condecoraciones otorgadas por la Administración gala como muestra de generosidad hacia un luchador antifascista.

Despejando interrogantes

No existen más supervivientes de Balears, después de la muerte, acontecida hace once meses, de José María Aguirre Salaberría, vasco afincado en Palma desde la década de los cincuenta. Los que se libraron de morir en Mauthausen y en los otros campos (especialmente Aurigny, Buchenwald y Dachau) empezaron una nueva vida, la mayoría en territorio francés, regresando a su añorada patria antes de la desaparición física del dictador Franco, en calidad de ciudadanos extranjeros, con otro pasaporte, por su condición de exiliados, de derrotados en la Guerra Civil. La única persona que sufrió el terror nazi y que hoy está radicada en la Comunitat Autònoma, en Ibiza, es Siegfried Meir Bacharach, natural de Frankfurt, pero con antecedentes familiares rumanos y judíos, prisionero, siendo apenas un crío, en Auschwitz, donde murieron sus padres, y trasladado luego a Mauthausen.

Transcurridos setenta años, pues, del comienzo del suplicio de los republicanos españoles, baleares y pitiusos, el lector interesado en la materia aún se plantea diversas preguntas, y satisfacer su curiosidad no resulta tarea fácil. ¿Cuántos ibicencos y formenterenses fueron internados? La cifra de 23, insistimos, no es definitiva. El último nombre en incorporarse a esta lista, Pere Ferrer, del que se ignora su segundo apellido, ha aparecido en la relación más actualizada de la asociación Amical de Mauthausen de Barcelona. Los historiadores Benito Bermejo y Sandra Checa, dos rigurosos investigadores, lo sitúan en el capítulo de «sin determinar», al no poder establecer su lugar de nacimiento, Ibiza. Ahora ya lo sabemos.

¿Hemos de considerar «deportado» a Marià Serra Riera, antiguo concejal y alcalde de Formentera, diputado regional y marinero? A falta de evidencias, debemos contestar que no (con reservas). Blai huyó de la isla en septiembre de 1936 en el barco Miguel Pequeño, junto a Miquel Costa Yern y Josep Riera Mayans. Abandonó los campos de concentración de las playas de Perpiñán (Argelès-sur-Mer y probablemente también Saint-Cyprien) de forma voluntaria, o quizás obligado, para trabajar como agricultor en la región de Bazoches-les-Gallerandes, pueblo situado en el departamento de Loiret, entre París y Orleans, una tradicional zona de producción del azafrán. Falleció el 8 de mayo de 1942 en el hospital de Pithiviers, según indica la partida de defunción. Sin embargo, en esta ciudad se levantó un campo de tránsito que suministró judíos a los crematorios de Auschwitz. De ahí la duda.

¿Hubo más miembros de la Resistencia, al margen del ya mencionado Josep Marí Juan? Sí, algunos. De hecho, el formenterense Joan Guasch Noguera fue uno de sus lugartenientes en el Plateau des Glières. Tras ser capturados por los alemanes, ambos serían enviados probablemente a Dachau y Flossenbürg. Además, Joan Palerm Planells, alias Wicky en la clandestinidad, organizó un grupo de guerrilleros en el área de la ciudad alpina de Albertville.

Dinamitar trenes de carga de munición y ayudar a cruzar la frontera suiza a una veintena de seminaristas fueron algunas de sus acciones más espectaculares, y que a punto estuvieron de costarle muy caro. Llorenç Cobos Lluy integró el convoy de 297 republicanos españoles que desembarcó el 22 de febrero de 1942 en Aurigny, una de las islas del Canal de la Mancha. Desempeñó tareas de sabotaje en Fort Régent (Jersey). Creemos, asimismo, que el también citado Pere Ferrer ejerció de maquisard, dada su posterior trayectoria carcelaria. El muchacho —nació en 1924 y llegó a Mauthausen en 1942— Bartomeu Vallori Andrade trabajó en la cantera del empresario Anton Poschacher, cuyos esclavos, los más valientes de la pandilla, se dedicaron a sacar al exterior el valioso material fotográfico de Francesc Boix, de vital importancia en el megajuicio de Nüremberg, aunque no podemos asegurar que el ibicenco participase directamente en tan arriesgadas operaciones.

¿La deportación —palabra maldita— afectó a la clase política pitiusa? Excluyendo a Agustí Gutiérrez Serra, no. Rotundamente. Agustinet, marinero y vecino de sa Penya, fue uno de los principales dirigentes del socialismo y el sindicalismo (UGT y La Marítima Terrestre) en Ibiza. Se escapó a Francia y acabó, con su hermano Just, en Mauthausen y Gusen. Como habíamos afirmado, los republicanos que dieron con sus huesos en los campos nazis surgieron, por regla general, de los centros de reclusión habilitados a toda prisa por el gobierno francés para controlar y someter al cerca de medio millón de refugiados españoles que atravesaron la frontera en febrero de 1939. Los formenterenses eran pescadores, campesinos y salineros, anarquistas, gente de la CNT. Entre los ibicencos, había un poco de todo: albañiles (Vicent Cabanillas Ramón, Antoni Planells Bonet), campesino (Joan Torres Ribas), cocinero (Joan Guasch Noguera), herrero (Vicent Juan Torres), funcionario (Joan Palerm Planells), carpintero (Just Gutiérrez Serra), mecánico de bicicletas (Josep Marí Juan), zapatero remendón (Llorenç Cobos Lluy), obrero de una fábrica de productos químicos (Antoni Roselló Roig) y mosso d´esquadra (Antoni Ferrer Clavo). Hasta en el exilio se establecen categorías sociales.