—En las últimas semanas, se advierte desde todos los ámbitos de que el paro sufrirá un fuerte aumento en otoño. Son mensajes muy pesimistas que se producen, paradójicamente, cuando hay signos que apuntan a un repunte de la economía, sobre todo en Estados Unidos y en Europa, especialmente en Francia y Alemania, no así en el Reino Unido, donde el PIB sigue en caída libre (un 5,7% en los últimos 12 meses). ¿Usted cómo lo ve?

—Hay que tener en cuenta que la economía ibicenca es un poco distinta. Nosotros vivimos exclusivamente del turismo, no tenemos ninguna fuente de renta primaria que no acabe en el turismo. Y el turismo es un consumo. Un consumo, no diría suntuario, sino fácil de recortar. Cuando las familias se aprietan el cinturón, lo primero que cae es el consumo en turismo. Y en Inglaterra se ve muy claro porque cuando se han tenido que apretar el cinturón, lo que han hecho las familias es quedarse de vacaciones en su país. El sector turístico inglés vive una auténtica edad de oro porque los ingleses no salen. Este factor implica que nosotros vamos retrasados respecto a las economías europeas, que es nuestra fuente de turistas, de manera que cuando Europa empieza a remontar, la gente todavía actúa con un mecanismo puramente psicológico. De igual manera que la crisis nos ha llegado con retraso, también saldremos de ella con retraso. Eso es inevitable debido a nuestra estructura económica. Nuestros mercados básicos, el inglés y alemán, están acostumbrados a contratar con mucha anticipación. Por eso, la temporada pasada no fue tan mal como podían hacer prever las circunstancias. ¿Qué sucedía? Que las vacaciones ya las tenían contratadas. Por eso, aunque las perspectivas eran malas, los resultados no lo fueron tanto. Y ahora que las expectativas están mejorando, esta temporada no va a ser buena y quizás la próxima va a seguir los pasos de ésta, a causa de ese factor psicológico. Nos movemos en una crisis con un componente psicológico muy grande que hace inexplicable, por ejemplo, la caída en las matriculaciones de coches, a veces hasta en un 70 por ciento en determinados segmentos de ese mercado. Y el mercado de los coches es muy parecido al de las vacaciones. Por eso nos vamos a encontrar con una próxima temporada que tal vez sea igual de mala que esta.

—La recuperación, pues, no llegará el año que viene.

—La economía británica depende mucho de la norteamericana. Si en EEUU mejora, la británica tardará un año en salir del bache. Es una serie de encadenamientos en el que nosotros estamos al final del todo. Nos podemos encontrar con que la reactivación se retrase 18 meses o dos años, perfectamente, respecto a estos brotes verdes que ahora aparecen en Estados Unidos.

­—Nada que hacer hasta, al menos, el 2011.

—Eso de nada que hacer, nunca. Las crisis, por suerte o por desgracia, forman parte intrínseca del sistema capitalista, que funciona con crecimientos relativamente constantes durante varios años y cada cierto tiempo aparece una crisis que lo que hace es limpiar los sectores que no se han sabido adaptar adecuadamente. Ahora, cuando las cosas vienen mal dadas, es cuando los empresarios deben esforzarse más en promoción y en calidad y en no reducir excesivamente el personal. Si el turista se encuentra mal servido en los hoteles porque el hotelero ha decidido recortar gastos como sea y no tiene suficiente personal, nos podemos encontrar con que ese turista que ha venido este año y que es el que más probablemente volverá el que viene, no regrese al no encontrarse en su alojamiento con el servicio que había contratado. Eso incrementaría la crisis.

—Me refería a que hasta ese año no repuntará la economía pitiusa.

—Entra dentro de lo previsible que nos encontremos con una temporada 2010 que siga las pautas de esta. Hay que decir que ésta no se ha terminado, que quizá todavía tengamos tiempo de disfrutar de un buen octubre. Tengo esa esperanza en el sentido de que la confianza del consumidor en Europa está repuntando claramente. Eso, más la bajada de precios de las vacaciones y de los costes de avión, gracias al descenso del precio del petróleo, puede que facilite las llegadas de turistas y que al final esta temporada sea sólo regular, no catastrófica.

—Usted dice que, en comparación con la crisis de los 90, las empresas tienen ahora más saneadas sus finanzas. Sin embargo, cada día se ven más negocios cerrados o que se traspasan en Ibiza. ¿Empeorará la situación este invierno?

—Viví la crisis de los 90 en una entidad financiera. En la hemeroteca de Diario de Ibiza se puede ver cómo en 1990 y 1991 había páginas y páginas de embargos, de subastas judiciales, en las cuales, además, no aparecía ni un solo comprador, a pesar de que los precios eran de risa. Eso ahora no se ve, y estoy convencido de que no se verá. La crisis de los 90 nos cogió en muy mala posición. Las empresas de aquí estaban al final de un ciclo inversor muy fuerte, en buena parte provocado por el boom de la construcción de apartamentos que hubo a finales de los 80. Todas las empresas hoteleras ibicencas estaban metidas en la construcción de apartamentos que todavía no podían explotar y que la mayoría no los explotó nunca. Y por tanto se encontraban tremendamente endeudadas. A la vez, las empresas hoteleras, sobre todo las medianas, habían iniciado inversiones fuera de España. Todo el sector turístico ibicenco estaba en la fase alta del ciclo inversor cuando empezó la crisis. Detrás de ellos, le tocó a la construcción. Fue una época realmente amarga, dramática. En cambio, ahora la crisis nos ha cogido cuando las empresas ya están al final del ciclo, no en la fase de auge, cuando buena parte de las inversiones ya están amortizadas y se tenía que iniciar un nuevo ciclo inversor. Por lo cual, creo que la mayoría de empresas medianas y grandes tienen una situación financiera, con excepciones, bastante sólida. Otra cosa son los pequeños negocios y, sobre todo, los autónomos. Ahí sí que hay situaciones verdaderamente dramáticas.

—¿Quiénes están siendo incapaces de resistir? ¿Quiénes resisten?

—Las grandes empresas, sin ninguna duda, resisten. Tienen reservas más que suficientes. Lo cual es una suerte porque significa que no van a restringir el empleo dramáticamente. Muchos de ellos esperan el 2010 con una cierta esperanza. Y gran parte de las empresas medianas están en una situación solvente, si la crisis no se alarga. El problema está en los autónomos. Son personas que estaban trabajando por cuenta ajena y que dieron el salto a convertirse en empresarios cuando los negocios iban bien. Se han endeudado y se han encontrado con que cuando empezaban su ciclo inversor les ha caído dramáticamente el nivel de ventas. Eso es lo que explica la cantidad de comercios vacíos que hay. Al pequeño comercio, a la restauración, le va mal, y estos, a su vez, son los principales clientes del pequeño instalador, del pequeño fontanero, del pequeño electricista. Así, el problema recorre toda la cadena de la pequeña empresa, que funciona por un circuito económico distinto del que tiene la grande.

—Da la sensación de que, como en el Monopoly, esta crisis hará más ricos a los ricos y que dejará exhausta a la clase media y a los trabajadores.

—Las crisis pasan factura de forma casi homogénea en todos los grupos sociales. No creo que esta crisis sea distinta a la del 29 y otras habidas. Lo que ocurre es que los que viven las crisis de forma dramática son los que están más abajo en la escala social. Para el que es rico y sólo deja de serlo, no es tan dramático. Ahí tenemos un problema de percepción asimétrica de la visión de la economía real. Es un problema muy frecuente. Yo la conocí muy bien en la bolsa. La gente que pierde dinero en bolsa nunca dice ni pío. En cambio, los que ganan dinero lo publican a los cuatro vientos. Parece que a los que tienen dinero para invertir en bolsa siempre les va magnífico, pero es que al que le va mal se guarda mucho de decirlo. La información pública es, en ese sentido, asimétrica, todas las crisis generan esa asimetría de información.

—¿Es adecuado el PlanE tal como está concebido o sólo servirá, como vaticinan algunos, para que tengamos las mejores aceras del mundo y que por ellas pasee el mayor número de parados de Europa?

—Está bien concebido porque no creo que se haya ideado como un plan de reactivación económica sino, sobre todo, para dar salida a una situación de paro dramática. Es la idea keynesiana de, total, para darles el seguro de desempleo, que estas personas realicen un trabajo que sea en beneficio para la sociedad. Es la idea de John Maynard Keynes de que a veces hay que construir pirámides. ¿Para qué sirven? Para nada. En este caso, sí creo que las aceras sirven, son más útiles que las pirámides. Otra cosa es que algunos planes gubernamentales se pierden por un exceso de burocracia. He visto la cantidad de documentación y las exigencias que se piden para las ayudas crediticias, y te das cuenta de que son muy pocas personas las que se pueden acoger a estos planes, que están resultando burocráticamente lentos.

—Existe una enorme liquidez en el mercado. El dinero existe, pero no se mueve. ¿También en Ibiza?

—Una crisis es un momento de cambio. Los empresarios que disponen de liquidez están esperando a ver por dónde acaba; también los consumidores, que por factores psicológicos no se acaban de decidir, ni a comprar ni a abrir hipotecas. Quizás tras la crisis se acabe el boom del adosado y la gente prefiera un piso dentro de la ciudad. Los constructores han de decidir por dónde irá esa demanda, si irá hacia pisos medianos o pequeños o de nuevo a los adosados. Todo el mundo está a la espera. Y en el sector turístico, más que en ninguno, porque los factores de moda de consumo afectan más que en otros sectores. En los primeros años de este siglo hubo el boom del Caribe. ¿Se mantendrá, sale a cuenta desde el punto de vista de una gran cadena ibicenca invertir más en el Caribe o sale mejor invertir en Ibiza para incrementar la categoría de los hoteles? Esta última es una inversión muy lógica, como se hizo en los 90, cuando se pasaron todos los hoteles de dos a tres estrellas, y muchos de tres a cuatro. Muchos empresarios con liquidez están a la espera de ver hacia dónde van los tiros del consumo, porque una gran inversión errónea es el camino hacia el desastre.

—¿Qué ha hecho bien Formentera?

—Le va mucho mejor que en Ibiza según una serie de entrevistas que estoy haciendo a empresarios. Volvemos a los factores psicológicos, que en Formentera son más fáciles de explicar al ser un destino muy pequeño. Basta un leve incremento de buena imagen para saturar inmediatamente el destino. Quizás la propaganda de la cerveza [Damm] haya tenido un efecto importante. Ha habido una serie de factores que han provocado que el nombre de esa isla empiece a sonar y a tener buena fama. Los formenterenses tendrían que aprovechar para consolidar esa buena imagen y no caer en la tentación de decir qué bien que lo hacemos. Deben analizar seriamente si es un factor estrictamente de moda, pasajero, o si se ha conseguido una imagen propia, de destino maduro. Si se quiere conseguir que sea destino maduro aprovechando ese tirón, los empresarios tienen mucho camino para trabajar. Deben analizar el fenómeno con tranquilidad, con calma, desde la distancia, porque puede ser un fenómeno pasajero.