—Usted es un dj atípico, tan fuera de lo común que no quiere ni siquiera aparecer como el conductor del Flower Power...

—No soy dj como se entiende hoy en día. Lo fui en los años 60 pero luego he sido más psicólogo de lo que quiere bailar y escuchar la gente que de la manera de conducir o mezclar la música o las canciones. Prefiero contrastar músicas y estilos poniendo tres canciones de una época y pasar inmediatamente a otro estilo, sin más pretensiones que divertir al que viene al Flower Power.

—Cualquier parecido entre usted y un dj actual es pura coincidencia.

—En ese aspecto soy prehistórico porque los dj´s actuales son monótonos, hay una constancia repetitiva en su música y a mí me gusta el contraste. He sido y soy director de Pachá, lo he vivido durante cuarenta años y mataría a más de un dj sobre todo porque no sabes a qué hora estás en la discoteca, si son las dos o las seis de la mañana.

—¿Desde los tocadiscos clásicos en los que pinchaba vinilos a los CD actuales, qué ha evolucionado?

—Hemos pasado por el japonés para acabar en el digital y ahora las fábricas están en China, por lo que es muy práctico y barato el formato CD tanto para los vendedores y compradores, pero en el camino se ha ido perdiendo lo analógico y lo humano y se ha convertido en simple cristal.

—¿La tecnología ha deshumanizado la música del siglo XXI?

—La han reforzado en la técnica de grabación pero tristemente con este cambio y nueva tecnología no se puede escuchar un disco de los años 70. Has de cambiar la ecualización y hasta de mezclador, como ocurre en el caso del Flower Power. No puedo mezclar vinilo analógico con los mezcladores digitales porque el sonido sería ensordecedor. No me daría ni el ritmo ni tendría sentido.

—Usted ha creado la fiesta Flower Power, pero no quiere aceptar este papel. ¿Le molesta el poder de las flores?

—No existo, ni quiero existir como tal. Me he puesto en una cabina y en un sitio destacado de la discoteca para poder tocar la batería y hacer algo diferente. Estoy ahí como si fuera una estrella pero no lo soy ni lo quiero ser, lo que vale es la música que suena. Lo hago y disfruto para que la noche salga bien, pero siempre pensando en el concepto de la fiesta, el público y Pachá.

—Sin embargo con ese anonimato que usted reivindica ha conseguido que su Flower Power sea la fiesta más emblemática de Eivissa para todos los públicos.

—Supongo que esto se consigue trabajando, estando encima, siendo constante e insistente. En esta isla todo el que insiste en una idea acaba triunfando. La gente que viene al Flower se sorprende a veces con la música porque piensan que van a escuchar música disco, sobre todo los más jóvenes, pero yo sigo insistiendo en la música de los sesenta y al final acaban bailando.

—¿Quién baila mejor el Flower, los chicos o las chicas?

—Los chicos son más sosos que las chicas, por eso el pop funciona más que el rock. Recuerdo que en Portugal cuando pinchaba rock los chicos se ponían agresivos y desaparecían las chicas y lo principal en una discoteca son las chicas, antes, ahora y siempre.

—Usted además de la música ha provisto a su fiesta de una estética particular, tanto en la decoración como en las performers y hasta la publicidad. ¿Cómo es la estética flower?

—Intentando acercarse en todo lo posible a los sesenta. Hay cosas que ayudan como es la decoración pero cada vez creo más en las personas que juegan a bailar. Es difícil que las gogós actuales bailen esta música porque los ritmos del house y techno conllevan un toque de striptease, más bien sexy, es difícil que se muevan con la energía que se vivía en los sesenta saliendo de una represión, donde no había drogas, ni siquiera alcohol, pero moviendo un poco la cabeza con mucha fuerza conseguían transportarse o evadirse como cualquier africano o brasileño que baila su música. La música es principalmente evasión, trasladarse a otro espacio con el movimiento.

—El músico e instrumentalista Moby afirma que la gente lleva 20.000 años bailando y su hermano Ricardo Urgell le llama a la discoteca ´El baile´. ¿Tan importante es bailar incluso con los avances tecnológicos que según usted lo distorsionan?

—Es evidente que faltan genios, por lo cual las matemáticas, los maquinistas para hacer música y los ordenadores van eliminando el genio. El genio de antes era un chico joven que también quería ganar dinero pero buscaba sacar algo de su corazón. Lo triste de ahora es que el baile se ha convertido en algo mental que a la hora de bailar se convierte en físico ya que se baila con el ´bajo vientre´. Antes el baile era más de corazón y se bailaba con la cabeza en función del ritmo de la canción. Ahora no se usa la cabeza, sino el bajo vientre

—O sea, que tenemos que volver a los tiempos del tambor para bailar bien...

—La gracia que tiene volver a la prehistoria del baile, que son los tambores, es la aportación que hace el blanco a la música. Por eso la mezcla del blanco y el negro siempre tiene que funcionar.

—El Flower Power ha traspasado las fronteras de Eivissa hasta convertirse en un acto de las fiestas patronales, una fiesta del pueblo. ¿Cómo ve este fenómeno?

—Lo que funciona y da alegría es normal que se intente copiar. Lo triste es que usen el mismo término y no tengan la personalidad de cambiarle algo a la fiesta original que es la fiesta Flower Power de Pachá.

—¿Lo considera piratería?

—Esto es piratería es cierta forma, pero la isla siempre ha sido un poco pirata en algunas cosas, así que es normal. No me meto con que se hagan fiestas de este tipo sino con que se use un nombre registrado. Se podía llamar ´La noche del amor´, ´La noche de los hippies, ´Noche Happy´ o cualquier otra cosa, pero no Flower Power. No nos queremos meter con nadie porque nos podemos pillar los dedos.

—Usted ha hecho fiestas de este tipo en Dubai, Mónaco o Saint Tropez, por poner ejemplos. ¿Es trasladable este evento a otros lugares?

—Si se pudiese, económicamente, trasladar y convertir la noche tal como se hace en Eivissa, completamente igual, a otros lugares podría tener éxito. El Flower en una discoteca de Dubai o Montecarlo ha de ser una noche totalmente distinta a las demás, arropada por la decoración, la ambientación y la música original. No alcanzo a comprender cómo en otros lugares no se entiende lo que aquí hacen hasta los ayuntamientos.

—¿Los clubbers pueden bailar la música del flower?

—Esa noche es para otro tipo de público y no puedes pedir a los clubbers que bailen flower. El setenta por ciento de la gente que acude a esta fiesta son jóvenes que tienen una idea de la música porque hacen fiestas en los colegios y gente mayor que la conoce y quiere rememorar. Diría que los flowers son angelitos y los clubbers son diablitos. El problema es que el flower es más mental.

—¿Ha cambiado mucho la juventud actual es su actitud hacía la música y el baile?

—Los chicos cuando ven algo de sexo o sexy, se quedan con la boca abierta o babeando, sin embargo las chicas cuando pasa algo parecido la lían, se divierten, toquetean y no se cortan. Lo he visto toda la vida, desde la galas juveniles hasta los discotequeros. Las chicas son las que dan alegría, luego los gays y por supuesto la gente de color. Si hay una canción pop femenina y con ritmo las chicas salen a bailar aunque sea a solas, si pones rock se quedan más frías. El soul se ha quedado abandonado porque no encuentran ese ritmo medio tan particular. Hay mucha gente joven que baila como el perrito que mueve la cabeza en la parte trasera de los coches.