Bomberos de Formentera: Niños y un acantilado vertical, el rescate más peligroso de sus vidas

Dos de los seis bomberos se unieron al operativo de forma voluntaria al terminar su turno

Carmelo Convalia

Carmelo Convalia

Los seis bomberos de Formentera que se encargaron del rescate de diez migrantes atrapados a 70 metros de altura, en mitad de un acantilado de la Mola, en Cala Codolar, se enfrentaron a una situación por la que jamás habían pasado. Era diferente por varios factores. El primero, el número de personas que tenían que rescatar y el hecho de que entre ellas hubiera tres niños muy pequeños, de uno, dos y cinco años de edad. Además la zona en la se encontraban, donde se habían quedado atrapados, era de difícil acceso, ya que se mezcla vegetación de arbustos y paredes verticales. El sargento de los bomberos, Álex Valeiras, explica, menos de 24 horas después de concluir el rescate, que tuvieron que echar mano de la imaginación para solventar el gran problema con el que se encontraron: «No tenemos el material para rescatar a niños. No tenemos ni arneses ni cascos de ese tamaño». Antepusieron la seguridad a las prisas, indica el sargento, que recalca que la prioridad fue sacar de allí a los niños, lo que les obligó a improvisar distintos sistemas para asegurar el rescate de los tres pequeños. Los dos adolescentes del grupo, detalla, tenían suficiente movilidad. Ayer mismo, el sargento ya estaba consultando presupuestos sobre este tipo de sujeciones para niños.

Los profesionales que intervinieron en la complicada actuación fueron el propio sargento Valeiras y los bomberos Guillermo Soler, Ramón del Peral, Alejandro Bonilla, Carlos González, Jaume Jorqués y Jennifer Quintanilla, que está en prácticas y que se quedó en lo alto del acantilado prestando apoyo a los rescatadores y encargándose de la primera asistencia a los rescatados.

Por este orden: el rescate de una de las madres de los niños y dos instantes de la subida del bebé de poco más de un año por el acantilado de Cala Codolar | BOMBEROS DE FORMENTERA

Rescate de una de las madres de los niños / Bomberos de Formentera

Alex Valeiras y Guillermo Soler fueron los primeros en llegar y tuvieron cierta dificultad para localizar a los migrantes. Lo lograron gracias a los barcos del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil y de Salvamento Marítimo, que les indicaron, desde el mar, el punto en el que se encontraban. El sargento explica que entre el grupo había alguien que llevaba un silbato lo que ayudó a situarlos con exactitud: «Eran difíciles de ver. Ese acantilado debe tener unos cien metros y ellos subieron unos setenta hasta que se toparon con una pared vertical y no podían ni bajar ni subir, estaban reventados».

En el rescate de una de las niñas, los bomberos utilizaron un arnés de perro para sujetarla. | BOMBEROS DE FORMENTERA

En el rescate de una de las niñas más pequeñas del grupo / Bomberos de Formentera

Un rescate muy complejo

Montaron todo el sistema de rescate con cuerdas, una de trabajo y otra de seguridad, y bajaron Ramón del Peral, Guillermo Soler y el sargento: «Ya allí, con ellos, vimos que estaba todo bien. No había heridos. Los tranquilizamos y reforzamos la instalación del rescate».

«No tenemos material para rescatar niños, improvisamos»

Para subir a la niña de 5 años utilizaron un arnés de perro / Bomberos de Formentera

Cuando tuvieron el primer contacto físico con ellos les dijeron que «llevaban allí desde las dos de la madrugada». Eso después de «dos días de barco». Una de las cosas que llamó la atención a los bomberos es que todos se habían orinado encima: «Se ve que en el viaje, por su cultura, no se bajan los pantalones y se habían hecho pis encima. La higiene era mala y eso me chocó porque era una familia como puede ser la mía», relata el sargento.

Así como se iban acercando al lugar en el que estaban resguardados, una especie de cueva, iban preguntando cuántas personas eran. En ese momento, una de las madres levantó al bebé en brazos y les mostró que había dos más: «Entonces nos dimos cuenta de que teníamos que hacer un rescate mucho más complicado de lo que pensábamos por la presencia de niños».

Cuando llegaron a la gruta les sorprendió ver el suelo «lleno de papelitos dorados»: «Nos dimos cuenta de que eran envoltorios de monedas de chocolate, era lo único que tenían los niños para comer».

Los bomberos pudieron comunicarse con el grupo gracias a una de las madres, la primera a la que subieron, que hablaba inglés y que fue la que más información les facilitó. Les pidió agua, recuerdan. «Se encontraba mal, estaba mareada», relata Soler antes de detallar que, tras ella, rescataron a los pequeños. Después, a la otra madre y, por último, al resto del grupo.

El momento de subir a los niños. El rescate al que se enfrentaban por primera vez. Y sin arneses para su tamaño. Recurrieron a un arnés de perro para sacar a una niña, de cuyo rescate se encargó Ramón del Peral: «Estaba bastante tranquila, pero como bloqueada. Le decía que se cogiera fuerte, pero se notaba que tenía miedo. Me miraba con los ojos abiertos, estaba en shock, me observaba, pero ni lloraba ni decía nada».

El rescate del más pequeño, el bebé de poco más de un año, fue algo más complicado: «Estaba todo el rato llorando, desde que le cogí en brazos hasta que llegamos arriba. El padre nos ayudó a engancharlo, pero el niño rechazaba la ayuda. Es normal, el casco le iba grande. Al final se lo quitamos, pero estuvo todo el rato llorando. Fue estresante para el niño y para nosotros», relata Carlos González, que salvó los 30 metros hasta el borde del acantilado con el bebé en sus brazos.

De los tres pequeños, escogieron a la niña de cinco años para subir primero pensando que iba a colaborar durante el ascenso, pero no ocurrió como pensaban: «Estaba paralizada totalmente, pero sí que se agarraba bien».

El sargento reconoce que el momento más complicado del rescate fue el de los tres niños. No contar con los arneses apropiados les puso muy en tensión. Lo mismo les pasó con la última madre, para cuya corpulencia tampoco tenían arneses: «No le cerraba y, además, la movilidad de la mujer no era muy buena, a lo que se sumó el cansancio que llevaba acumulando tras dos días de navegación. Además, iba con chanclas». Ella, como el resto, consiguió ascender con la ayuda de los rescatadores: «Al final esta mujer lo dio todo para subir porque tenía a su niña arriba. Aunque sabía que su hija estaba bien fue la que más rápido subió».

Valeiras destaca que una vez que todos, los diez, estuvieron a salvo y seguros se mostraron «muy agradecidos». «Colaboraban, parecía gente de tu familia», insiste el sargento. Soler, por su parte, explica que incluso cuando iban diciendo quién subía «nadie puso ninguna pega, no discutían. Se ve que eran de dos grupos familiares y se protegían. Eso se notaba».

Pasado ya el tenso rescate, los bomberos analizan y sacan conclusiones. El sargento lo tiene claro: «No hay gente suficiente para este tipo de intervenciones». Y es que este jueves, cuando tuvieron que salir rumbo a la Mola, estaban de guardia él mismo y tres bomberos. Se sumaron a ellos, de forma voluntaria, dos más que salían de guardia. Y aun así hubieran necesitado más efectivos para el rescate. El más complicado que han vivido hasta el momento.

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