Avisados estábamos: que viene agua, que viene agua. Pero nosotros, como quien oye llover. Y vaya si llovió. Entre la noche del miércoles y la mañana de ayer jueves cayeron sobre Formentera una media de 75,5 litros de agua y unos 3.000 rayos a repartir con Ibiza, según datos facilitados por la Aemet. Una cantidad que puede parecer no muy elevada de lluvia y de rayos, pero sí para muchos turistas, a quienes sorprendió el temporal circulando en motocicleta por la isla. Seguro que a ellos les pareció una barbaridad.

Los primeros embates del temporal sorprendieron a gran cantidad de turistas visitando el mercadillo de la Mola, y allí quedaron atrapados disfrutando, si podían, de la espectacular tormenta eléctrica que tornó el cielo de un color entre amarillento y grisáceo muy amenazante. La carretera se convirtió en un caos con grandes bolsas de agua y numerosas motocicletas aparcadas en el arcén con sus ocupantes completamente empapados e incrédulos. Varios muros de piedra seca sufrieron derrumbes y cayó algún que otro árbol, sin provocar daños personales.

Mientras eso ocurría en tierra firme, el litoral se llevó la peor parte. A la lluvia se le unió el viento racheado y cambiante, que llegó a alcanzar los 77 kilómetros por hora, y entre ambos consiguieron que una apacible cala se convirtiera en una «ensalada de barcos», como definió un testigo la caótica situación que se vivió la noche del miércoles en Cala Saona, donde más de un centenar de embarcaciones buscaron refugio y donde ocho de ellas tuvieron la desgracia de varar. Por suerte, no se registraron heridos entre los tripulantes, aunque el susto fue mayúsculo.

También rozaron la tragedia los pasajeros del velero que, buscando guarecerse de la tormenta, amarraron su barco en el muelle del dique exterior del puerto de la Savina, el conocido como muelle de carga y, por razones que aún no se conocen, acabó hundido.

Dado el estratégico lugar donde se produjo el suceso, tuvo que suspenderse durante la mayor parte del día el tráfico de mercancías, al quedar inoperable el lugar donde atracan ese tipo de embarcaciones. El puerto volvió a funcionar con normalidad a partir de las cuatro de la tarde, cuando fue reflotado y retirado el velero siniestrado.

Cala Saona y el puerto de la Savina se convirtieron ayer en los lugares de peregrinación para turistas y residentes que no sabían qué hacer durante la lluviosa mañana. En la primera, los cinco veleros que habían varado sobre la arena pudieron ser remolcados durante la noche, pero los tres que tuvieron la mala suerte de embarrancar sobre las rocas aún permanecían allí a media mañana de ayer, esperando un rescate más complicado y costoso.

Por su parte, el barco hundido en la Savina atrajo gran interés de un público internacional, que permaneció durante más de dos horas siguiendo las maniobras de los profesionales de dos empresas ibicencas de servicios subacuáticos que, teniendo como base dos lanchas neumáticas abarloadas a un velero amarrado al puerto, se afanaban en reflotar el buque siniestrado.

Cuatro buzos se sumergieron para colocar unas bolsas que después hincharon con aire, haciendo que la nave emergiera lo suficiente para proceder a achicar el agua de su interior antes de remolcarla hasta otro lugar del puerto menos conflictivo.

Pequeñas incidencias

Pequeñas incidencias

La tormenta de verano también dejó a su paso una serie de incidencias leves de las cuales el Consell Insular informó en un comunicado. Así, se produjeron diez incidencias de escasa gravedad en las que intervinieron los Bomberos y la Policía Local. Se trata de pequeñas inundaciones en locales comerciales y árboles caídos en caminos y vías públicas. La institución insular también sufrió los cortes de luz y telefonía, que afectaron al radioenlace que permite las comunicaciones con los centros de trabajo a Sant Ferran y el cable que comunica la Oficina de Atención Ciudadana, que vio afectado su ritmo de trabajo a lo largo de todo el día de ayer.