Junto a seis especialistas más, arqueólogos y antropólogos todos ellos ibicencos, Almudena García-Rubio dirige una excavación de la fosa de Sant Ferran que de momento no ha dado resultados positivos. El trabajo es impulsado por el Fòrum per la Memoria d´Eivissa i Formentera y cuenta con el apoyo institucional y financiero del Govern balear y del Consell de Formentera. Pero detrás de este trabajo, que sigue unos estrictos protocolos científicos, tanto en el trabajo de campo como en la identificación de los restos, hay un importante compromiso social y humano.

Usted es miembro de la Sociedad de Estudios Aranzadi, ¿pero quién está realmente detrás de esta excavación?

Así es, pero esta fosa de Formentera no la hace la Sociedad de Estudios Aranzadi. En este caso trabajo como autónoma y todos mis compañeros son arqueólogos profesionales de las Pitiüses y Mallorca que han querido participar en este proyecto. No somos todos de Aranzadi, que sí ha estado en la fosa de Porreres, por ejemplo.

¿Cuándo se empiezan a localizar fosas de la Guerra Civil en España?

Con metodología científica se empieza en el año 2000 en Priaranza del Bierzo, León, y es el forense Francisco Echeverría el que crea en la Sociedad de Estudios Aranzadi el área de antropología física. Luego con Lourdes Errasti, que es arqueóloga, son los que intervienen en esa primera exhumación. En mi caso he sido pupila desde hace 17 años. En esa fosa se localizan e identifican trece víctimas con metodología científica.

¿Y antes de esa fecha no se realiza este tipo de búsqueda?

En realidad en cuanto muere el dictador [Francisco Franco], en 1975, la gente se lanza a los montes, caminos y cementerios para hacer exhumaciones por su cuenta. Hay fotos muy espectaculares de gente rellenando ataúdes donde van colocando por separado cráneos, huesos largos y demás. En esas imágenes se ve a la gente del pueblo con picos y palas, las señoras de negro...es impresionante. Esto continúa por todo el Estado y esta actividad cae en picado con el intento de golpe de Estado de Tejero, en 1981, que fracasa pero mete mucho miedo. Luego, hasta el año 2000 no vuelve esta iniciativa.

¿Cómo empezó a interesarse por este campo de la ciencia?

Empecé como voluntaria recién licenciada en Historia en la especialidad de arqueología y luego en el doctorado. La tesis la hice en antropología física con el tema de fosas. Yo iba muy contenta porque estaba trabajando con Echeverría y Errasti y no sabía muy bien dónde me metía. Un día Paco Echeverría pidió a los familiares que bajaran a la fosa para que se explicaran, de esto hace ya unos cuantos años, y empezaron a hablar. Uno de ellos era hermano de uno de los que estaba en la fosa y eso fue muy impactante, porque das el paso de lo científico a lo humano. A partir de ese momento empecé a ir como voluntaria y adquirí la experiencia necesaria hasta que empecé a trabajar con Aranzadi en proyectos más complejos y se convirtió en un trabajo. En 2011 ya empecé a dirigir exhumaciones, organizamos un equipo y excavábamos con Aranzadi y hacíamos el trabajo de laboratorio, análisis e identificación en la Universidad Autónoma de Madrid, con el antropólogo físico Luis Ríos, que nos cedió un espacio.

¿Cómo se enfrenta a la faceta humana del trabajo que realiza?

Eso lo he tenido que aprender a manejar, porque en la universidad te enseñan la otra parte científica. Pero no estas preparado para enfrentarte a una familia que abre su intimidad y te ofrece una confianza que te abruma, al compartir contigo esa parte de su historia. Cuando las cosas no salen bien y tienes que anunciar que los restos no salen, tienes que manejar esa frustración y eso lo aprendes con los años. En algunas ocasiones lo pasas mal, pero forma parte del trabajo. He tenido la suerte de tener muy buenos maestros.

Su trabajo tiene una gran parte de vocación. ¿Qué le aporta personalmente?

En realidad he llegado aquí por casualidad, quería ser docente, pero una buena profesora de arqueología, en primero de carrera, me cambió la perspectiva. Esto es vocacional porque en este campo trabajas por proyectos y hay veces que tienes mucho trabajo y otras no. Luego, la crisis fue muy dura, muchos de mis compañeros en Madrid se quedaron sin trabajo y ahora o se dedican a otra cosa o se han ido al extranjero y eso lo he vivido de cerca. Al final decides que este trabajo te gusta y te mantienes. Me gusta por ser muy variado, tengo muchos meses de trabajo de campo, pero también hay mucho laboratorio, informes, ordenador e investigación. Al final te sientes satisfecho con el trabajo que haces porque se centra en la ruptura del silencio histórico.

¿Cómo actúan cuando llegan a una eventual fosa común?

Normalmente hay alguien que te dice cómo es la historia de ese lugar, entonces hacemos un estudio de viabilidad, porque hay casos en los que desde el principio se ve que no se puede hacer nada. Nosotros lo afrontamos de una forma muy abierta, si vemos que es posible realizar la excavación la hacemos. Primero se documenta el área y se comienza a excavar con pico, pala y carretilla. Cuando aparecen restos humanos el trabajo cambia, los ritmos cambian, las herramientas cambian y despacito vamos individualizando cada uno de los esqueletos. Todo elemento óseo que aparece debe recuperarse, sea o no lo que buscamos. Hacemos fotografías, dibujos, distintos registros y fichas de trabajo.

Hay personas que cuestionan la utilidad de estas exhumaciones y que preguntan si realmente merece la pena. ¿Usted qué opina de esos comentarios?

Sí... esto lo escuchas incluso a nuestros políticos en sede parlamentaria. Me sobran los motivos. Que esto ocurrió se sabe, lo sabe la familia, lo saben los vecinos, pero documentarlo con arqueología y antropología permite aportar la evidencia material de esos asesinatos clandestinos, con lo cual eso es incontestable y no puede venir ningún revisionista a decirnos que esto no pasó. Tienes la fosa, tienes los restos e incluso un trauma perimorten, orificios de bala, en fin... es como poner la imagen a unos hechos que se conocen. Por otro lado, el Derecho Internacional Humanitario aplicable en cualquier país occidental establece que las partes de un conflicto están obligadas a facilitar la recuperación de los cuerpos. Y los familiares, que son víctimas, tienen derecho a conocer la verdad, aparte de la justicia y la reparación. La arqueología y la antropología forense contribuye a conocer lo que pasó, luego estamos aportando datos para el conocimiento de la verdad que es un derecho de las víctimas. En muchos de estos acontecimientos no queda registro documental porque fueron hechos clandestinos. Por todo esto merece la pena.

Estos días que ha estado en Formentera, ¿qué le han transmitido las personas que se han acercado por el cementerio?

La gente que se acerca a nosotros está emocionada e ilusionada, con muchas ganas de que salga bien. Es verdad que lo que nos llega siempre es muy positivo porque somos los que estamos haciendo el trabajo. Quizá la parte más desagradable es cuando las cosas no salen bien y ves que queda un poso de frustración entre las familias. Por eso siempre advertimos de que hay que ser muy cautelosos, porque han pasado muchos años, pero aunque no aparezca nada es una forma de justicia histórica y es positivo.

Cómo está la situación, tras varios días de excavación, en la fosa de Sant Ferran?

Partimos del estudio realizado por el Fòrum que también plantea que los restos hayan podido desenterrarse para depositarlos luego en el osario del cementerio. Pero otra posibilidad, puesto que no queda registro documental en el sentido de que no hay un libro ni plano del cementerio, es que siguieran enterrados. Incluso se señala una zona en que no hay ninguna señalización en superficie, sin cruces ni lápidas. Con esta información se plantea la excavación y la realizamos. Además, otras informaciones nos señalan una segunda fosa, pero nos encontramos con enterramientos ordinarios. Luego nos dicen que en el exterior, pero tampoco aparece nada.

¿Y ante esto que se plantean hacer?

Estamos planteando otros dos sitios y vamos a descartar todas las posibilidades. Tal y como lo estamos planteando terminaremos por hacer seis sondeos en el interior y otro en el perímetro exterior. Es posible que al final los cuerpos puedan permanecer debajo de otro enterramiento o en el osario.