Desde el pasado 1 de julio, todos aquellos que llegan a es Cap de Barbaria con la manida idea de emular a Lucía, la del sexo (la de Julio Medem), en su paseo motorizado hasta el faro, se dan de bruces con una realidad en forma de barrera colorada. Un madero pintado de rojo cruza de lado a lado el estrecho camino asfaltado que atraviesa sa Tanca d'Allà Dins, impidiendo el acceso a vehículos a motor y obligando a los visitantes primerizos o reincidentes a abandonar coches y motocicletas en un aparcamiento creado ex profeso y a caminar o rodar a lomos de una bicicleta los cerca de dos kilómetros que restan hasta alcanzar el faro.

Se trata de un intento, por parte del Consell de Formentera, de evitar las aglomeraciones de personas y vehículos que se producían durante la temporada estival y que amenazaban esta zona de gran valor paisajístico y medioambiental, provocando también problemas de seguridad. Ahora que el ronroneo constante de los motores y las estridencias de los claxones han desaparecido, solo las chicharras y los resuellos de los cansados visitantes rompen el silencio característico del lugar.

Información y agua

No es más que un agradable paseo de apenas media hora, que se complica por el calor dominante y la ausencia de sombras donde guarecerse durante todo el recorrido. Y la falta de bares también, como recalcaba ayer el italiano Bruno mientras recorría los últimos metros hasta su moto suplicando agua al resto de visitantes.

La opinión mayoritaria sobre la medida es positiva, una vez se les explica a los sudorosos caminantes. El problema es que muy pocos sabían ayer de la barrera y de su porqué y la sorpresa les pillaba sin el calzado adecuado, sin sombrero y sin posibilidad de rehidratarse tras la excursión. De un simpático grupo de diez amigos residentes en Madrid, solo dos habían escuchado hablar de la barrera en los telediarios nacionales. Y a tres sonrientes chicas sevillanas se les estropeó el programa previsto para su único día en Formentera. «Vale la pena, es muy bonito, pero hemos perdido mucho tiempo al tener que ir caminando», se lamentaban. «Podrían poner bicicletas, o carritos de golf o algo así para trasladar a la gente desde el aparcamiento», apuntaban.

«Porque hoy está nublado, si no, hacemos una foto desde aquí y nos vamos sin llegar al faro», aseguraba Diego, de Barcelona, mientras su pareja, Judith, se recolocaba una chancla al comienzo del recorrido. «Seguro que es algo positivo para la naturaleza, pero podían avisar», opinaba.

Una ventaja colateral de la caminata podría ser que a pocos de los más de 400 visitantes contabilizados al mismo tiempo en los momentos de más afluencia, según datos facilitados por el área de Movilidad del Consell, les quedan fuerzas para deambular por la zona fuera del camino, pisoteando la maltrecha flora. Según lo observado ayer, los paseantes se limitaban a llegar al faro, hacer un par de fotos, retomar el aliento y poner rumbo a la barrera.

A los nostálgicos de la película de Medem todavía les queda la opción de descansar en la playa a la que da acceso la famosa cueva de es Cap de Barbaria...