Jockey Club Ibiza. El fundador del restaurante de ses Salines falleció hace unas semanas

Julio lanzoni, Un espíritu libre que vivió al máximo

Julio Lanzoni se instaló en Ibiza en 1991 con la idea era montar un restaurante de playa en ses Salines. Su personalidad y manera de entender la hostelería le llevó a ser el precursor de los ‘beach clubs’ que conocemos hoy

Julio Lanzoni posa en Jockey Club Ibiza, el restaurante que fundó a principios de los 90 en ses Salines. | FOTOS: ARCHIVO FAMILIAR LANZONI

Julio Lanzoni posa en Jockey Club Ibiza, el restaurante que fundó a principios de los 90 en ses Salines. | FOTOS: ARCHIVO FAMILIAR LANZONI / susana asenjo / leire rodríguez.eivissa

Susana Asenjo

Susana Asenjo

«Un espíritu verdaderamente libre que vivió su vida al máximo». Estas palabras de despedida en la cuenta de Instagram de Jockey Club Ibiza comunicaban el fallecimiento de Julio Lanzoni, fundador del restaurante. Una frase que revela la personalidad de un visionario que tenía la ilusión de montar un chiringuito de playa en ses Salines y que no paró hasta que lo consiguió hace 31 años.

Al fondo de la barra, Julio Lanzoni trabajando en Jockey con camisa. |

Al fondo de la barra, Julio Lanzoni trabajando en Jockey con camisa. | / susana asenjo / leire rodríguez.eivissa

Julio Lanzoni, argentino, llegó a Ibiza en verano de 1974 y aunque la isla le cautivó, decidió irse a vivir a Barcelona. Allí fue un emprendedor, montó tiendas de ropa en las míticas galerías underground El Camello en la calle Portaferrissa, las galerías Piu y diferentes tiendas en el drugstore de Paseo de Gràcia, también trabajó como decorador de interiores y montó otros muchos negocios. Pero la isla y en especial ses Salines era un lugar al que volvía de vez en cuando. Sin saber qué le iba a deparar el futuro, se hizo una foto en 1983 con sus hijos mayores, Pepo y Oliver, en la playa de ses Salines enfrente de un chiringuito que con el paso del tiempo sería suyo.

Julio Lanzoni con sus hijos Pepo, Oliver y Dani. |

Julio Lanzoni con sus hijos Pepo, Oliver y Dani. | / susana asenjo / leire rodríguez.eivissa

Idea de montar un negocio

En el 91, cansado del estrés y de la vida de ciudad, dejó definitivamente Barcelona y se instaló en Ibiza. En aquel verano ya tenía la idea de montar un negocio en ses Salines, pero mientras lo conseguía, alquiló la barra de zumos de El Chiringay en los veranos de los años 91 y 92. Así empezó su incursión en la hostelería, un mundo que solo conocía como cliente. «Mi padre decía que no sabía lo que había que hacer, pero sí lo que no había que hacer», recuerda su hijo Oliver. «Él siempre comía fuera de casa en restaurantes de todo tipo y se fijaba en todo», añade.

Entre zumo y zumo conoció a Juan Cardona, que por aquel entonces era director de la revista Salinera y apoderado de la empresa propietaria de los restaurantes de ses Salines y es Cavallet.

Julio Lanzoni fue a hablar con Cardona porque «le interesaba el ‘Tercer Quiosco’, que era como se llamaba entonces lo que luego él convirtió en Jockey», recuerda Cardona.

Sorprendentemente, en 1993 quienes trabajaban en el ‘Tercer Quiosco’ deciden abandonar el negocio y Cardona avisa a Lanzoni, que toma las riendas de lo que sería el Jockey Club, el primer beach club de la isla. «En ese momento, cambió todo: el chiringuito, la playa, el concepto... Fue el arranque de todo lo que hay ahora. Él fue el precursor de los actuales beach clubs, el resto vio lo que estaba haciendo y le copió», dice Cardona.

Con muchos amigos y una personalidad arrolladora, Lanzoni conoció a Jorge Alcolea, un galerista de arte, quien le ayudó en los inicios a dar una imagen renovada y de calidad al chiringuito. Entre las primeras acciones impulsadas por Alcolea fue inaugurar una exposición del artista estadounidense Philip Stanton. Toda una revolución en un restaurante de playa.

Con una decoración más elegante de lo habitual en un chiringuito, música de calidad, arte, y una cabeza que no dejaba de idear, Jockey se convirtió en el primer beach club de la isla, un concepto muy novedoso a principios de los noventa. Tanto que su amigo Juan Cardona tuvo que frenarle en alguna ocasión. «Lanzoni era una persona muy echada para delante, fue muy importante en la evolución ses Salines y de todo su entorno».

Su hijo Oliver recuerda cómo en los inicios había mesas en la playa, pero lo más increíble era lo divertido que era ir a Jockey. «La gente bailaba en el restaurante, en la arena y hasta dentro del agua. La música en plena playa ayudaba».

Muy divertido

A Julio Lanzoni le encantaba que la gente se divirtiera pero quizá el que mejor se lo pasaba era él. «Me acuerdo que de vez en cuando sacaba una manguera y mojaba a todo el mundo, era muy divertido. Si alguien se enfadaba o se le mojaba la comida, no había problema, le traía un plato nuevo, lo que quería es que la gente se lo pasara bien», dice su hijo.

Su vida era ses Salines, del trabajo a casa -vivía en la zona de la Salinera-, le encantaba estar en Jockey y siempre en su mesa preferida desde donde dirigía el restaurante. Su hijo cuenta que su padre era «un voyeur, observaba a los clientes, a los empleados, como un teatro, no se le escapaba nada». Precisamente el estar al pie del cañón fue una parte importante de Jockey. «Había un dueño, una referencia, su presencia ayudaba a transmitir la personalidad del restaurante», destaca su hijo, quien lleva desde hace años las riendas del restaurante.

Otra particularidad es que el Jockey desde sus inicios abría todo el año, como actualmente, y empieza con los desayunos, sigue con las comidas y concluye con las cenas. En la historia de este lugar hay una publicidad con la cifra 365 días. «A mi padre le encantaba el concepto de club como un lugar donde los clientes son amigos que repiten. También la idea de la mezcla de todo tipo de personas, sin importar quiénes eran o de dónde venían. Por eso abrimos todo el año para que vayan los residentes a quienes no les gusta ir a estos sitios en plena temporada turística», dice Oliver.

Una mente visionaria

Con una mente visionaria, Julio Lanzoni atisbó el futuro de los lugares de ocio de Ibiza. De hecho regentó Blue Marlin, montó la estructura y estuvo allí en los inicios (1996-2001).

Otro lugar que también vio con futuro pero que no pudo hacerlo realidad fue lo que actualmente es La Huella, el restaurante de moda en Punta del Este, Uruguay. «Al final no pudo montarlo, pero la idea era muy buena».

También fue el alma mater de Ibiza Republic, la icónica marca de ropa diseñada por él en 1998.

Para sus amigos, una de las razones del éxito de Lanzoni era su personalidad arrolladora. «Llegó a Ibiza sin un duro, pero ya desde los inicios sin ser nada ni nadie parecía un marqués aunque se bajara de una Vespa. Con sus polos Lacoste, sus vaqueros Levi’s, sus zapatillas Superga, sus camisas con las mangas remangadas y sus gafas Vuarnet», recuerda Oliver.

Lanzoni tenía un encanto que no se puede explicar con palabras. Allá donde iba todo el mundo le observaba, era un dandi, muy simpático, que encandilaba a las mujeres más hermosas.

«Don Julio: una personalidad única en una Ibiza de otra época», recuerdan quienes le conocieron.