Pues para algo provisional, 22 años son unos cuantos. Este es el tiempo que lleva la Escola d'Arts instalada de forma «provisional» en el edificio destartalado de Can Sifre, donde incluso han tenido que dejar de utilizar una máquina (el martinete) porque es de los años 40: una pieza valiosa para un museo, seguramente, pero inservible en un centro educativo. Además de un peligro, pues no superó una inspección de riesgos laborales... El centro necesita reformas urgentes y una buena inversión (también en maquinaria y ordenadores), pero como en 2016 el Consell y el Govern aseguraron que se iba a trasladar a sa Coma, Educación decidió que no merecía la pena gastar dinero en el edificio y pidió paciencia. Más paciencia. Desde entonces, lo único concreto que se ha sabido del traslado es que no será hasta la próxima legislatura, según anunció el conseller Martí March hace unos días. Es decir, que la Escola no se reforma porque se iba a trasladar, pero ahora tampoco hay mudanza a la vista. La conselleria debería aclarar qué piensa hacer (o no hacer) con este centro, maltratado, cuyos docentes llevan años solicitando otra sede porque la actual está que se cae. Qué miedo dan estas soluciones «provisionales» que se convierten en un agujero negro del que es imposible volver a salir.