Elecciones generales 23J

Por qué Feijóo dejó de ser Feijóo en la recta final de las elecciones generales

Las pistas sobre los futuros ministros, cerrar los pactos con Vox que siempre descartó para volver a la centralidad o subir las expectativas tanto públicamente son más que errores: “No ha sido el Feijóo de Galicia”, coinciden en el PP

Alberto Núñez Feijóo.

Alberto Núñez Feijóo. / EFE

Tras el 'shock' del 23 de julio, el análisis de la estrategia y los errores cometidos recorre las organizaciones del PP por toda España. En Génova tienen los datos, pero en las comunidades autónomas señalan sus percepciones. No hay duda de que el miedo a Vox frustró las expectativas del PP, que se quedó en 137 escaños, una cifra que no figuraba ni en los análisis menos optimistas. “La realidad es que no nos podemos creer lo que ha pasado”, dice un dirigente de la cúpula. La frase no puede ser más gráfica: incredulidad absoluta por una victoria convertida en derrota.

Como casi siempre cuando las cosas salen mal, son muchos los dirigentes y cargos de distintos niveles que ahora señalan las causas. “Lo que estaba ocurriendo y no vimos. No supimos medir que algunos movimientos nos estaban haciendo mucho daño y las encuestas no los percibían”, sostienen también barones autonómicos. Pero si en algo coinciden todas las fuentes consultadas por este diario fuera de la dirección nacional es en que “Feijóo dejó de ser Feijóo”

Los pactos tras las autonómicas y municipales lo contaminaron todo. En Génova estaban convencidos de que firmar acuerdos con Miguel Ángel Revilla en Cantabria o Coalición Canaria en las islas, o incluso haber dado la alcaldía de Barcelona al PSC, compensarían las alianzas con Vox. Sin embargo, esos pactos, dicen ahora muchos dirigentes, evidenciaron lo que después Feijóo negó durante toda su campaña: que él también pactaría con Vox si lo necesitaba. “Es muy difícil bendecir los acuerdos en la Comunidad Valenciana y Extremadura, y después decir que eso tú no lo quieres para ti y que no lo vas a hacer”, explican.

Los pactos que dijo no querer

Que fuera bajo el mandato de Feijóo cuando el PP normalizó los pactos con Vox a cinco semanas de las generales inquietó a muchos en el partido. Sobre todo, porque durante los años anteriores fue él quien como presidente de Galicia (comunidad que se mantiene inmune a la extrema derecha) defendió la autonomía de las siglas, siendo partidario de no hacer acuerdos con la formación de Santiago Abascal. El dirigente gallego llegaba a Madrid para recuperar la ansiada reunificación del centro-derecha y devolver al PP, explicaban sus colaboradores más cercanos, la centralidad y la moderación.

Durante el primer año de la nueva dirección, toda la estrategia de Génova se basó en recuperar votos del centro y el centro-izquierda, como quedaba demostrado en todas las encuestas. El trasvase se iba produciendo y el PP insistió en dar las grandes batallas sociales, separándose de Vox. La única excepción era Isabel Díaz Ayuso, que no estaba convencida de enfrentarse tanto a su rival por la derecha.

Pero, al final, después del 28 de mayo, el PP firmó pactos con Vox mientras ese partido seguía renegando de la violencia machista, exigía la retirada de banderas LGTBI de ayuntamientos e incluso se apartaba de los minutos de silencio a las puertas de las instituciones tras asesinatos de mujeres. La elección de perfiles extravagantes y llenos de estridencias para las presidencias de algunos Parlamentos autonómicos terminaron fueron la guinda. 

Muchos dirigentes populares se preguntan ahora por qué se tuvo que cerrar a toda prisa el acuerdo valenciano por mucho que Carlos Flores (el candidato de Vox sobre el que pesaba una condena contra su exmujer) fuera apartado. “Ese fue el primer error. Creyeron que por hacerlo rápido todo quedaría olvidado. Debimos pactar las mesas de los parlamentos y aguantar la presión de Vox. Ni un solo gobierno hasta después de las generales. Ahí tenemos a [Jorge] Azcón en Aragón y a Fernando [López Miras] en Murcia. Aguantaron. Ahora ya veremos”, concluye otro veterano dirigente del PP.

El caso de Extremadura, coinciden todos los consultados, es diferente. María Guardiola incendió el partido por un discurso demasiado beligerante que llegaba a poner en duda el cambio político en la comunidad. Después de dejar claro que sus principios le impedían meter a Vox en el Gobierno, Génova forzó una rectificación y terminó por haber un solo consejero de la extrema derecha dentro. El problema de la presidenta extremeña es que enfadó primero a un sector y decepcionó después al otro. Y de cara al partido: la credibilidad del PP quedó por los suelos.

En cuanto a los ayuntamientos donde el PP no ganó o no le daban los números (en realidad, de capitales de provincia, fueron cuatro) también se cerraron pactos con la extrema derecha. Hubo casos como el de la localidad valenciana de Náquera que acapararon titulares nacionales por retirar la bandera LGTBI a las puertas del Orgullo. “Un ejemplo anecdótico, muy pequeño, que sin embargo nos hundió el apoyo en todo el colectivo”, reconoce ahora otro dirigente nacional. Gota a gota, el PP se iba arrinconando.

Anuncios de ministros antes de votar

“Ese sí que no es el Feijóo de Galicia”, asegura otro dirigente que conoce al líder del PP desde hace décadas. Cuando avanzó que tenía pensada la vicepresidenta e incluso el futuro ministro de Economía sorprendió mucho dentro del partido. En Génova lo justificaban: “El mensaje es para Abascal. Si es una mujer, significa que él no va a ser vicepresidente de nada. No habrá coalición”, decían.

Pero en el partido no daban crédito: el líder que se había ganado la fama de superar en hermetismo a Mariano Rajoy — “siempre se ha dicho que llamaba a sus consejeros de la Xunta cinco minutos antes de nombrarlos” — aireaba pistas de quiénes estarían en su Consejo de Ministros días antes de celebrarse unas elecciones. “Una cosa es hablar de que te gustaría reducir el número de ministerios. Que acabarás con las superestructuras y el despilfarro. Y otra es abrir el debate de las quinielas sobre quiénes van a ser ministros”. Muchos cargos insisten en que esa “falta de prudencia” nunca ha caracterizado la forma de actuar de Feijóo.

Las expectativas

Como tampoco, critican fuentes de distintos territorios, “elevar tanto las expectativas” con listones que oscilaron públicamente los 150 o 160 escaños. En privado, algunos dirigentes de la cúpula, incluido Feijóo, elevaron esa cifra. “No tiene ningún sentido llegar a ese punto. Ha sido un error bestial, igual que fiarnos al cien por cien de las encuestas”, se lamentan ahora.

“Toda la dirección entraba al trapo del mensaje de los medios de comunicación, dando por hecho que íbamos a gobernar. Hasta que se vote y los números estén claros, no se puede hablar de todo esto”, insisten. En el partido reprochan que la estrategia de voto útil para ahuyentar a los electores de Vox cayera en un escenario de “irrealidad”, pensando que se alcanzaría la absoluta. Y también critican que en esa voluntad ‘atrapalotodo’ el PP “se pasara de frenada”, pidiendo el voto de Vox y Podemos al mismo tiempo. “Es que al final dejamos de ser creíbles”, concluyen.