Al contrario que en otras crisis, la morosidad de los créditos bancarios no ha crecido durante la pandemia gracias a las medidas de apoyo público a empresas y hogares implementadas, pero a medida que la enfermedad se prolonga las entidades financieras están acumulando riesgos latentes en su balance. Los bancos tenían al cierre del año pasado préstamos por valor de 82.000 millones de euros en vigilancia por su alto riesgo de impago, lo que equivale al 7,5% de la financiación que tenían concedida a empresas y hogares en España, según ha revelado este jueves el Banco de España.

De dicha cantidad, unos 50.000 millones correspondían a compañías (el 9,8% de la cartera), mientras que el otros 32.000 millones estaban concedidos a familias (5,2%). Para ponerlo en perspectiva, estos préstamos en vigilancia especial suponen un volumen superior a los que ya están efectivamente en mora (unos 48.100 millones, un 4,4% del total). No todos terminarán siendo impagados, pero muchos de ellos sí, lo que implica que la tasa de morosidad va a crecer con las pérdidas que ello comporta. Durante su reciente participación en el foro Primera Plan@ de El Periódico de Cataluña, la subgobernadora, Margarita Delgado, ya adelantó que dicho incremento se producirá "posiblemente a finales de este año y más a principios de 2022".

Las medidas de apoyo público españolas y europeas, así, han provocado que los activos morosos cayeran un 3,8% el año pasado, algo que no había sucedido en recesiones anteriores. Sin embargo, sí se produjeron crecimientos en algunos segmentos como los créditos al consumo y, particularmente, en aquellos que están en vigilancia especial (20% más en el cuarto trimestre). "Lanzamos un mensaje de prudencia porque hay mucha incertidumbre sobre la situación económica y el impacto que puedan tener las medidas que se han lanzado de apoyo a la solvencia empresarial", ha advertido Ángel Estrada, director general de estabilidad financiera, regulación y resolución del Banco de España.

El organismo supervisor estima que los bancos deberían reservar este año y el próximo unas provisiones similares a las que guardaron el año pasado para hacer frente a las pérdidas que les provocará la pandemia, lo cual contrasta con los mensajes que están lanzando las entidades, que afirman que en 2020 ya hicieron el esfuerzo principal y calculan que este año las provisiones bajarán notablemente. "Tienen que ser prudentes y seguir dotando de forma anticipada para que no haya una concentración de dotaciones en un momento determinado que les impida conceder crédito", ha insistido Estrada. 

Riesgos principales

La mar de fondo es que, a pesar de que el proceso en marcha de vacunación contra el coronavirus ha permitido mejorar las perspectivas de resolución de la crisis sanitaria y económica, persisten "riesgos notables". Así lo ha advertido el Banco de España en su bianual informe de estabilidad financiera, en el que destaca que la recuperación podría verse lastrada si se produce una expansión de nuevas variantes del virus más resistentes o un retraso en la vacunación; un "apoyo insuficiente" de las políticas económicas o su "retirada prematura"; o un aumento de los tipos de interés en Estados Unidos por el aumento de la inflación en el país provocado por el rebote de su economía que causase un endurecimiento de las condiciones de financiación en otras regiones del mundo donde la recuperación va más lenta, como la Unión Europea.

Los economista del organismo destacan tres grandes riesgos para la recuperación y tres grandes vulnerabilidades que hacen que la economía española esté más expuesta si se confirman dichos riesgos. El primero de ellos es precisamente que la evolución de la pandemia. Si la vacunación va según lo previsto y las nuevas cepas no recrudecen la pandemia, las medidas de contención de la misma se deberían ir retirando "hasta su desaparición prácticamente plena a finales de 2021". Pero, advierten, "no puede descartarse una evolución más negativa" de la enfermedad, lo que provocaría una mayor desaparición de empresas, un mayor crecimiento del paro, y el consiguiente mayor aumento de la morosidad.

El segundo riesgo principal es la sobrevaloración (léase, burbujas) que se está registrando en "determinadas geografías y clases de activos", donde se observan "niveles de precios que resultan más elevados de los que se derivarían de la relación empírica histórica con sus determinantes fundamentales". No puede descartarse, advierte el informe, una "corrección" en dichos precios si la inflación en Estados Unidos sigue subiendo y la Reserva Federal tiene que subir los tipos para contenerla, lo que aumentaría las dificultades de las empresas para pagar su deuda. 

El tercer riesgo fundamental es el de que los bancos cierren el grifo del crédito. Si la economía va peor de lo previsto y la capacidad de pago de empresas y familias para pagar sus préstamos se resiente en consecuencia, advierte el Banco de España, dicho deterioro de la economía "podría amplificarse a través de una contracción de la oferta de crédito". La subgobernadora también se refirió a ello en el foro Primera Plan@: "No veo en el horizonte razones fundamentales que impidan que la banca siga prestando si la economía evoluciona como se espera y no se producen retiradas abruptas de los apoyos públicos de distinta naturaleza y dimensión que se están dando. En eso debemos pecar de prudentes, porque la recaída podría ser incluso peor".

Vulnerabilidades

Por el lado de las vulnerabilidades que podrían aumentar el impacto de dichos riesgos caso de materializarse, la primera que citan los economistas del organismo público es la "debilidad" de la situación financiera de ciertos segmentos de familias y empresas. "En el caso de los hogares, el aumento de la tasa de ahorro y la reducción del volumen de crédito a nivel agregado, oculta la existencia de segmentos que han visto incrementar de manera significativa su grado de fragilidad financiera", han advertido.

Una segunda vulnerabilidad es el el incremento del endeudamiento y el elevado déficit público, que dejan a España más desprotegia ante posibles cambios en las condiciones de financiación y en el sentimiento de los inversores. En este punto, el Banco de España vuelve a insistir en que las ayudas públicas no deben retirarse antes de tiempo, pero deben centrarse en empresas viables en dificultades y en los grupos poblaciones más afectados. Pero al tiempo, reitera que "se hace también urgente la ejecución de un programa de reformas estructurales ambicioso que mejore el crecimiento potencial de la economía y el diseño de un plan de consolidación fiscal para su ejecución gradual cuando la recuperación sea sólida".

La tercera vulnerabilidad la constituye la baja rentabilidad y capacidad de generación de capital de los bancos. Para mitigarlo, ha recordado, los supervisores han instado a las entidades a seguir una "extrema prudencia" en el pago de dividendos que les permita retener capital para reforzar su solvencia, así como anticipar mediante la reserva de provisiones el impacto de las futuras pérdidas que sufrirán por el incremento de la morosidad y la pérdida de valor de los activos.