Dominical. Cine.

Napoleón. Menos política y más acción y drama personal

Ridley Scott y Joaquin Phoenix llevan a la gran pantalla al gran emperador francés en una superproducción de Apple que pasa por encima de las aportaciones del corso en cuestiones de legislación para centrarse en una biografía personal «con licencias» y en la recreación de impactantes secuencias bélicas

Joaquin Phoenix como Napoleón Bonaparte en una imagen promocional.

Joaquin Phoenix como Napoleón Bonaparte en una imagen promocional. / DI

M. TSANIS / EFE

Scott tomó el Museo del Prado hace dos semanas para presentar su película Napoleón cerca de los cuadros de Goya que dan testimonio del paso por España del emperador francés. Una cita a la que también acudió el oscarizado Joaquin Phoenix, que demostró haber hecho los deberes antes de visitar nuestro país: «Lo hicisteis muy bien echando a los franceses», señaló el reputado actor, que recordó que nuestra tierra Bonaparte sufrió «su primera gran derrota en Europa». «Y además, eso os condujo a una nueva Constitución, ¿no es así? Sí, muy alucinante», añadió unas horas antes del preestreno de la cinta, que tuvo lugar en la pinacoteca madrileña con 400 invitados y una puesta en escena militar con infantería y caballería incluidas.

«Rodar una superproducción es como dirigir un ejército», dijo a propósito el director de Alien, Thelma y Louise y Gladiator, entre otras; un cineasta que siempre tiene un gran impacto en la taquilla pero que, en esta ocasión, todavía parece haber logrado reforzar el hype ante su última producción. Y lo bueno es que hoy, ya sin tropas que le acompañen, desembarca en las salas comerciales —también en las de Ibiza—, antes de pasar a la plataforma de streaming Apple TV. En cuanto a la narrativa del filme, parece obvia: Napoleón retrata el ascenso y caída del emperador galo. Sin embargo, lo hace desde una doble perspectiva: el campo de batalla, con secuencias espectaculares en las que llegó a haber once cámaras implicadas, y su obsesiva relación con su esposa Josefina (Vanessa Kirby).

«Mi unidad la forman novecientas personas, cien caballos con cincuenta camiones para transportarlos, cien conductores... ¡Y eso solo para los caballos! Luego están los setecientos extras. En fin, que es una unidad enorme y tienes que dirigirla de manera organizada; la mejor comparación es un ejército: si no lo haces así, tienes un problema», insistió el cineasta, dando muestra de la magnitud del filme que hoy se estrena y que casi podría decirse que era, en cierto modo previsible. Pues el interés del laureado realizador por Napoleón viene de lejos: su primera película, Los duelistas (1977), era un drama de época ambientado en Francia durante las guerras napoleónicas. «No salía Napoleón pero sus códigos y estándares estaban muy presentes», señaló al respecto.

Aquella «era una película que hablaba de la lucha de clases, del enfrentamiento entre un oficial aristócrata y otro más de a pie», recordó Scott para subrayar el paralelismo de Los duelistas con su Napoleón. «Si digo que era un corso de clase obrera la gente se me echa encima, pero lo cierto es que no tenía dinero: vivía como si fuera de clase humilde y la única manera de prosperar para él era meterse en la academia militar», aseguró el director, en alusión a las críticas que ha recibido en Francia por lo que algunos consideran falta de rigor histórico –el padre de Napoleón procedía de la pequeña nobleza corsa– y que el cineasta defiende como «licencias dramáticas».

Lo que a Scott le interesaba subrayar era cómo alguien que empezó «con nada» encontró en el ejército la estructura necesaria para desarrollarse. «Era bueno con las armas y en las batallas, lo disfrutaba, pero, sobre todo, su don era la intuición», explicó Scott. «Y con la experiencia, la intuición se agudiza. El peligro es que puede llegar un momento en que te equivoques porque esa voz de la intuición te puede separar del sentido común...», agregó el tres veces nominado al Óscar al Mejor Director.

El arco temporal del filme, que dura más de dos horas y media, va de los últimos compases de la Revolución Francesa, en la que participó desde Córcega —aunque Scott lo muestra siendo testigo de la ejecución de María Antonieta—, hasta su muerte exiliado en la isla de Santa Elena. El plato fuerte son las escenas de batallas, mientras que pasa por encima de las aportaciones de Napoleón a la geopolítica de Europa o a la legislación, como su pionero código civil, que ni se menciona.