Memoria de la isla

Anem a collir fonoll

Aprendí a decir fonoll, planta que en casa se utilizaba como condimento en la cocina, mucho antes de saber que era el hinojo castellano, la ‘hierba de anís’. Precisamente por su penetrante olor anisado lo buscábamos cuando éramos niños y con sus grandes flores amarillas nos frotábamos las manos que quedaban como rociadas de colonia

‘Fonoll’

‘Fonoll’ / DI

De la costumbre de recolectar hinojo, tenemos una letrilla picante: «Al·lotes d’es Ca Marí / van a anar a collir fonoll / i sa petita va dir: ‘Foines! / quina mota tenc aquí!».

En Ibiza distinguimos, además del hinojo común (Foeniculum vulgare), el fonoll marí, de bou, de la reina, d’aigua, d’ovella, grec i pudent. Del hinojo me fascinaba que en sus largos tallos hubiera casi siempre una extraña acumulación de caracolillos escaladores, a los que también atrapaba el penetrante perfume de la planta. El hecho de que siendo todavía un niño me familiarizara con el fonoll tuvo que ver, supongo, con el uso que en nuestra casa tenía como aderezo. Recuerdo su bulbo blanco como el de una cebolla que madre cortaba en finísimas láminas que maceraba en vinagre. Los cogollitos tiernos de fonoll eran una delicia en las ensaladas. Hasta mediados del siglo pasado, las gentes del campo, sobretodo las mujeres, además de salir a recoger hierbas aromáticas, espárragos, verduras o setas, cada cosa a su tiempo, anaven a collir fonoll para sus guisos. Los tallos y las hojas en fina picadura daban un buen aromatizante con regusto a palo santo y anís. Las semillas se utilizaban como especia y el bulbo se tenía por una auténtica hortaliza de textura fresca y crujiente, muy parecida a la del apio.

En algunas casas era costumbre «posar un parell d’embostes de fonoll dins sa caldera matançera». Se empleaba también «per salar olives a l’estil mallorquí, mesclant, amb s’aigua i sal, dins una alfàbia, branquetes de fonoll sense esgranar». Y había quien, cuando sacrificaba una oveja, ponía brotes de hinojo tierno sobre la carne «perquè això la refluixava i li llevava es regust fort de llana vella que de vegades tenia». El fonoll se utilizaba, indistintamente, seco y en infusiones. En tal caso, la preparación era ésta: «duien es feixos de fonoll davall sa porxada i allà, una estona es mig dia i una altra estona es vespre, l’esplomitxaven, espipollant de ses branques ses bajoques més granades; després, ben esformicat i sense tronxets, el pasaven pes garbell per fer netes ses llavors, el posaven sobre un pedaç de roba blanca que podia ser un tros de llençol, el deixaven al sol i quan era sec ja es podia ficar embolicat en un talec blanc dins una capsa, millor si era de llauna perquè no el fes malbé l’humitat. Fet això, es fonoll era bó d’emprar». De aquellos pequeños trabajos que en las primeras horas de la tarde impedían echar una cabezada, da fe un viejo dicho: «Per Sant Agustí, fora berenar i anar a dormir».

Planta medicinal

El calor en aquellos días, —San Agustín es el 28 de agosto—, aún apretaba la solana para faenar y preparar el fonoll era un buen entretenimiento en el que a veces participaban también los hombres mientras se fumaban un cigarro de pota que, de paso, ahuyentaba moscas y mosquitos.

El fonoll era también muy apreciado como planta medicinal o remeiera. Nuestros payeses conocían bien sus propiedades antisépticas, diuréticas, digestivas y expectorantes. Posiblemente su virtud más valorada era la carminativa como un proverbio clásico recuerda: «Semen foeniculi pellit spiracula culi». Las gentes del campo también sabían que eliminaba la flatulencia y disminuía la pedorrea que hoy llamamos discretamente ‘molestias espásticas del tracto’. El fonoll en Ibiza crece asilvestrado y sin exigencias en toda clase de tierras, lo mismo en las feraces terrazas de Buscatell que en barbechos y eriales. Lo vemos, incluso, en el entorno de las casas y junto a los caminos. Y a tal punto medra que puede alcanzar la altura de un hombre. Florece a partir de junio y madura sus frutos al entrar el otoño. «Anar a collir fonoll era una cosa que feien pricipalment ses dones, generalment a sol post, es capvespres, quan tenien enllestides ses feines de sa casa. Amb senalla, ganivet o tisores, ja eren partides per fer sa provisió necessària. De fonoll, totes ses cases n’empraven de cap a cap de s’any. I si n’arreplegaven més del compte, el baixaven al Mercat de Vila».

Hace unos días, para enriquecer estas rayas con esas curiosidades de las que siempre se aprende, estuve removiendo papeles y me sorprendió descubrir en el Dioscórides —Lib. III, cap. 77— que las noticias más antiguas del fonoll nos llevan a los usos que le daban egipcios, griegos y romanos. Y era a tal punto apreciado que se cultivaba. En Roma tenían un ‘hinojo de huerto’ muy aromático que obtenían sembrando su semilla en un higo seco (xereca), estrategia que, según decían, potenciaba su dulzor natural. Los brotes de hinojo no faltaban casi nunca en las casas romanas porque pensaban que les protegía de toda clase de enfermedades. Y se incluía en la dieta de los gladiadores para darles valentía y vigor. Galeno de Pérgamo (s. II dC) alaba sus virtudes, sobretodo en las enfermedades de los ojos, una propiedad que aún recoge nuestro refranero: «Fonoll i ruda fan sa vista aguda». El Dioscórides también dice que los ofidios suelen rondar la planta cuando renuevan su pellejo, un detalle a tener en cuenta en esta Ibiza serpentaria que tenemos hoy.

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