Imaginario de Ibiza

El placer de encontrar refugio entre los recovecos de Migjorn

Aunque reciba el calificativo de playa, este extenso tramo de costa, de más de cinco kilómetros, alterna múltiples orillas de arena con tramos rocosos de arenisca en los que se puede hallar soledad y la posibilidad de disfrutar en exclusiva del paraíso de Formentera

Pasarela para acceder a la playa.

Pasarela para acceder a la playa. / Xescu Prats

Xescu Prats

Xescu Prats

No se recuerdan los días, se recuerdan los momentos (Cesare Pavese)

No hay mejor época para viajar a Formentera que durante los meses de abril y mayo, y tal vez también septiembre, aunque el tiempo sea algo más inestable. La isla está radiante, con menos ocupación que en pleno verano, y hace suficiente calor como para disfrutar de las playas con idéntica intensidad y menos agobios.

La isla, cuando más aprieta la canícula, se llena hasta el último recodo, de la misma manera que ocurre en Ibiza. Sin embargo, en esas estaciones intermedias ofrece impagables momentos de soledad en el marco de esos paisajes paradisíacos, que inevitablemente provocan en todo aquel que los descubre un síndrome de abstinencia durante el invierno, que despierta la necesidad cíclica de acudir a la pitiusa menor un año tras otro.

Las primeras orillas que se colapsan siempre suelen ser las mismas: ses Illetes, Llevant, es Pujols, Cala Saona, ses Canyes, sa Roqueta, ses Platgetes des Caló, etcétera. Sin embargo, Migjorn, a pesar de estar considerada la playa más larga de Formentera, con más de cinco kilómetros de longitud, alberga multitud de rincones que se mantienen apacibles y a veces incluso vacíos de gente. Esta menor afluencia tiene mucho que ver con una mayor inestabilidad, al estar expuesta a los vientos del sur y alternar días de mar en calma, con un agua de intenso color turquesa, con jornadas de olas y aire.

La clave | Caló des Mort

La última playa de Migjorn es es Copinar, en cuyo límite, siguiendo la orilla hacia el este, se halla el famoso chiringuito Bartolo, con su terraza que sobrevuela las olas. Sin embargo, quien continúe esta ruta poco más de doscientos metros, a través de un sendero que corona los leves acantilados que se forman en este tramo abrupto, hallará uno de los rincones más espectaculares de la isla: Caló des Mort, un pequeño arenal entre rocas con un par de casetas varadero. Los turquesas y esmeraldas que caracterizan el mar de Formentera adquieren en este lugar apartado una intensidad especial.

Calificar como playa la costa de Migjorn constituye una definición geográficamente incorrecta. A lo largo de su vasta extensión se alternan tramos de arena, alguno muy escuetos, con arrecifes y roquedales, hasta el extremo que muchas de sus áreas de baño tienen nombre propio: es Mal Pas, es Ca Marí, es Racó Fondo, es Codol Foradat, es Valencians, es Arenals y es Copinar son algunos de ellos.

Migjorn, además, invita a la exploración hasta encontrar el rincón favorito de cada uno. Para ello, hay que adentrarse por los caminos de arena perpendiculares a la PM-820, la carretera que atraviesa Formentera desde el puerto de la Savina hasta la Mola, y explorar las pasarelas de madera que sobrevuelan las dunas que envuelven la orilla. A veces, el mejor enclave lo detectamos en una orilla escueta entre rocas de marès.

Contrariamente a lo que ocurre durante el día, al atardecer los caminos de Migjorn sí se llenan de vehículos. Buena parte de los turistas de Formentera se dirigen a los chiringuitos de esta zona, para disfrutar la puesta de sol con un cóctel en la mano. Y entre las dunas, además de restaurantes donde se elabora y sirve la cocina autóctona de los pescadores, algunos hoteles apartados, de dimensiones pequeñas, donde vivir la experiencia de Formentera de una forma mucho más íntima.

Migjorn representa un paisaje tan atractivo que incluso merece la pena disfrutarlo durante esas jornadas de viento tan características de Formentera, con las olas rugiendo y embistiendo contra los arrecifes. Desde la ligera elevación que proporcionan los caminos de madera que discurren en paralelo a la costa, el espectáculo de la naturaleza se vive en todo su esplendor.

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