Caló de Sant Agustí, el puerto de pescadores de Formentera más bonito del mundo

Más que un embarcadero, la ribera de es Caló de Sant Agustí parece trazar una piscina natural donde zambullirse en un agua tan clara y turquesa que hiere a la vista. Los desgastados varaderos, con inclinados raíles de madera sobre rampas pétreas, fueron declarados lugar de interés cultural en 2002

Varaderos de es Caló.

Varaderos de es Caló. / X.P

Xescu Prats

Xescu Prats

El azul no tiene dimensiones, está más allá de las dimensiones. (Yves Klein)

Decir que es Caló de Sant Agustí, en Formentera, es el puerto de pescadores más bonito del mundo constituye un atrevimiento y es probable que millones de personas, haciendo patria, lo discutieran. Sin embargo, sí tiene una cualidad tan insuperable como indiscutible: posee el agua más cristalina, turquesa y cegadora que pueda encontrase sobre la faz de la tierra.

¿Cuántos embarcaderos pueden presumir de un mar tan fosforescente, nítido y fascinante que resulta imposible apartar de él su mirada? En verano, los bañistas se arrojan desde el malecón a la pequeña herradura que conforma su ribera y gozan con un agua tan insólita y característica del litoral formenterano. Y cuando emergen, pueden admirar el espectáculo de verdor y roca que conforman los acantilados del macizo de la Mola en el horizonte y que contrasta con el azul oscuro que proyecta el océano mar adentro.

Este puerto insólito aguarda en el tramo final de la costa de es Carnatge, que arranca en Cala en Baster, rincón minúsculo próximo a Sant Ferran de ses Roques con pintorescos varaderos horadados en la arenisca del acantilado, hasta el Racó de sa Pujada, a la sombra del altiplano. Un litoral pintoresco y contradictorio porque se caracteriza por una orilla de punzantes escollos y unos fondos arenosos, del mismo turquesa sobrecogedor que hallamos en es Caló. De vez en cuando, un nido de arena entre roquedales y un sucinto entrante que permite acceder al agua con comodidad. Una costa, en definitiva, que reconforta al explorador y le recompensa el tiempo invertido con desmesura.

En es Caló, el puerto dibuja una media luna perfecta, con una boca escueta de poco más de diez o doce metros de ancho. La conforman el lateral rocoso de sa Punta Grossa y un muelle sorprendentemente amplio, que denota su condición de segundo puerto de la isla, alternativa al principal de la Savina. Al amparo de estas dos defensas, dos docenas de varaderos notablemente inclinados, construidos con postes de madera sobre rampas de piedra. Algunos están flanqueados por sucintos muelles de obra que facilitan el desembarco. Y a su extremo, austeros refugios a base de tablas, cañizos y alguna que otra mampostería de marès, sin puertas ni ventanas, tanto al frente como en la retaguardia. Humildes cobijos, característicos de los estoicos marineros del lugar, que permiten contemplar llaüts, chalanas y los vetustos tornos que ayudan a hacerlos descender hasta el agua. El conjunto fue declarado lugar de interés cultural en el año 2002.

En la actualidad, es Caló de Sant Agustí constituye una notable zona de servicios, con diversos restaurantes, algunos considerados entre los mejores de Formentera, donde se pueden degustar las capturas que traen los pescadores, así como diversos edificios de apartamentos de dos plantas y otros servicios. Conserva, sin embargo, la esencia del puerto marinero que fue y aún continúa siendo. En es Caló la industria turística no se ha expandido con el frenesí de otras latitudes, lo que ha permitido mantener el paisaje tradicional sin dramáticas alteraciones. Aunque sea un puerto, zambullirse en mitad de él constituye una experiencia tan onírica como inolvidable. Lo dicho, el mejor puerto de pescadores del mundo.

Mil años de historia

Se dice que es Caló de Sant Agustí se utiliza como puerto desde hace más de mil años, cuando se estableció en la isla una congregación de frailes ermitaños procedentes de la costa levantina, que huían del avance árabe. Tras la reconquista pitiusa, en el siglo XIII, Guillem de Montgrí concedió tierras y viñedos en lo alto de la Mola a los monjes agustinos, que perdieron décadas después por disputas entre los señores feudales. La isla quedó desierta a finales del siglo XIV, asolada por la peste y la piratería norteafricana. No comenzó a ser repoblada con éxito hasta el siglo XVII.

Xescu Prats es cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza

Suscríbete para seguir leyendo