Triada monumental de la herencia de los piratas

Sin el asedio constante de los corsarios enemigos, los más importantes monumentos del patrimonio histórico artístico ibicenco no existirían. El pánico y la necesidad de protegerse impulsó la construcción de las murallas renacentistas, las iglesias fortificadas y las torres de defensa, tanto interiores como costeras

El Castillo, la catedral 
y las murallas.  x.p. | X.P.

El Castillo, la catedral y las murallas. x.p. | X.P. / xescu prats

Xescu Prats

Xescu Prats

Sé firme como una torre, cuya cúspide no se doblega jamás al embate de los tiempos (Dante Alighieri)

Tras la reconquista del siglo XIII, los filibusteros turcos y berberiscos asediaron sin piedad la costa de Ibiza, sembrando el terror entre los cristianos que la habían repoblado. El terror a ser asesinado o capturado y acabar en un mercado de esclavos argelino o tunecino generaron una necesidad acuciante de protegerse. Una parte sustancial del patrimonio insular obedece, precisamente, a esta carencia de salvaguarda, originando la tríada monumental que exhibimos como parte esencial de nuestro producto turístico: las murallas de Ibiza, las iglesias fortificadas y las torres de defensa costeras y prediales.

Durante la Edad Media, antes de que se levantaran las nuevas murallas renacentistas, la Ibiza cristiana contaba con sus propias infraestructuras defensivas. Un mapa turco de 1521 ya muestra 18 torres vigía estratégicamente distribuidas por el litoral. Cuando se avistaba un navío enemigo, se encendían hogueras y los ibicencos corrían a refugiarse. Los enclaves más seguros eran las iglesias fortificadas. Las de Santa Eulària y Sant Antoni se levantaron en el siglo XIV y las de Sant Jordi y Sant Miquel, en el XV. Estos cuatro templos, aunque han sufrido ampliaciones y reformas, son los más antiguos de la Ibiza rural y destacan por sus gruesos muros y su estructura defensiva, en algunos casos con almenas, torre o semibaluarte defensivo e incluso casa parroquial elevada.

Ejemplo de torre predial. | X.P.

Ejemplo de torre predial. | X.P. / xescu prats

Para muchos ibicencos, la distancia a los templos resultaba excesiva. Tuvieron que ingeniárselas para protegerse y levantaron torres prediales adosadas a algunas viviendas. Se tiene constancia de muchas de ellas desde el siglo XVI y posteriores, aunque su fecha de construcción se desconoce en la mayoría de casos. Estas defensas tienen una estructura muy parecida, con una entrada estrecha en la planta baja. En su interior, en la planta alta, a la que accedían por una trampilla mediante una escalera de cuerda o madera, almacenaban armas y víveres. Desde allí podían salir a la cubierta, desde donde arrojaban piedras o agua, en caso de que los piratas trataran de incendiar la puerta. En la actualidad, se conservan alrededor de 60 de estas construcciones, aunque muchas están habitadas e integradas como parte de la vivienda.

Torre de defensa frente a es Vedrà. | X.P.

Torre de defensa frente a es Vedrà. | X.P. / xescu prats

El gran monumento, sin embargo, llegó en el siglo XVI. El triple recinto árabe que conformaba las murallas de la ciudad había sido reforzado por los cristianos, que instalaron en lo más alto su primera iglesia. El renacimiento, sin embargo, marca el inicio de la artillería y las muros verticales unidos por torres, al estilo medieval, se volvieron débiles frente a la pólvora. Felipe II, temeroso de que los turcos le arrebataran parte de su imperio, ordenó la construcción de la actual fortaleza, dotada de baluartes capaces de soportar las cargas enemigas. De su diseño se ocuparon primero el ingeniero italiano Giovanni Batista Calvi y posteriormente el suizo Jacobo Paleazzo, ‘El Fratín’. Ambos concibieron uno de los más impactantes monumentos del Mediterráneo, declarado Patrimonio Mundial, con siete baluartes y un perímetro de 1.800 metros.

Iglesia de Sant Miquel.

Iglesia de Sant Miquel. / xescu prats

El último paso en la protección de la isla fue la sustitución de los viejos observatorios costeros por nuevas torres de defensa, en su mayoría impulsadas en el siglo XVIII por la Corona española. Así surgieron las torres des Carregador, ses Portes, Balansat, Portinatx, d’en Valls, es Savinar y d’en Rovira, que se complementaron con la del islote de s’Espalmador y las cuatro de Formentera.

Monumentos y corsarios

Para la defensa de Ibiza no solo se construyeron recintos fortificados, iglesias y torres, sino que también existía una flota de combatientes con patente de corso, que atacaban al enemigo. Ya en el siglo XIV se tiene constancia de jabeques y goletas armadas por comerciantes locales, para que salvaguardaran la costa pitiusa. Desempeñaron un papel esencial en la protección insular y, por esta razón, existe un obelisco situado en los andenes del puerto que les rinde homenaje. 

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