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Imaginario de Ibiza

Los inesperados contrastes de Vista Alegre

La abrupta y solitaria sa Caixota, en la costa de es Cubells, desentona con las mansiones que la rodean. De forma casi milagrosa, se aferran a un acantilado que parece estar a punto de desmoronarse.

Mansiones en sa Caixota. X.P.

Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna… (Groucho Marx)

Sa Caixota, en la costa de es Cubells, es una de las calas de más difícil acceso de Ibiza. No es que solo pueda arribarse a ella navegando o que carezca de un camino que se le arrime lo suficiente. De hecho, existe una carretera bien asfaltada que desemboca en una plazoleta, junto al acantilado que envuelve la cala, donde incluso se puede estacionar. Desde allí, una amplia y cómoda escalera de piedra, de peldaño bajo y huella ancha, permite superar el desnivel hasta la misma orilla. Para alcanzarla, sin embargo, hay que sortear una dificultad mayor: la barrera y el vigilante de seguridad que controlan el acceso a la urbanización Vista Alegre, una de las más lujosas de la isla.

La principal misión de esta garita de vigilancia es ahuyentar a los amigos de lo ajeno y, de paso, evitar la libre circulación de los turistas mal informados que curiosean por la zona. Eso sí, todo aquel que conozca la contraseña tiene garantizada vía libre. Basta con indicar al guarda que nuestro destino es sa Caixota, pues, por contradictorio que resulte con todas estas medidas de protección, la vía es de uso público.

Hay que reconocer que el atractivo de la orilla, si nos atenemos a sus comodidades como zona de baño, resulta escaso, por no decir nulo

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Hay que reconocer que el atractivo de la orilla, si nos atenemos a sus comodidades como zona de baño, resulta escaso, por no decir nulo. Salvo por un detalle: la soledad, un valor en alza en esta Ibiza saturada, pues en sa Caixota casi nunca hay nadie y su extensión de costa es lo suficientemente grande como para alojar a varios bañistas y que sigan disfrutando de la misma sensación de exclusividad. El resto, más allá de la belleza pétrea de la costa de es Cubells, siempre subyugante, lo compone una sucesión de cantos rodados de distintas dimensiones, que obligan a armarse de paciencia y mirar donde uno pisa para evitar inesperadas torceduras. Y entre ellos, todo lo que arrastra el mar y que nadie acude a retirar.

Una cala, pues, sin chiringuito, arena o sitio para tumbarse, salvo sobre el lecho de posidonia que a veces se amontona en la orilla y el tramo leve de grava que, aunque va y viene temporada tras temporada, suele aguardar en el tramo final. Su existencia, en todo caso, siempre queda supeditada al azar. Con tanto condicionante, rara vez la frecuenta el turista, poco a menudo el ibicenco y casi nunca los propietarios de las deslumbrantes villas de los alrededores, acostumbrados a mayores comodidades.

La mejor perspectiva de sa Caixota, en todo caso, no se disfruta desde la escalera que la precede, sino en la cala vecina de es Torrent, que sí atrae al vecindario por la calidad de su gastronomía y su balneario. Una vez allí, basta con doblar el leve cabo que ejerce de frontera entre ambas, transitando sobre los escollos. Lo primero que impresionan son los enormes chalets suspendidos sobre un precipicio de piedras y tierra suelta, que siempre parece estar a punto de desmoronarse. Una sucesión de inverosímiles palacios contemporáneos, con piscinas infinitas, terrazas eternas, paredes de cristal, tupidos palmerales en las cimas y frondosos jardines. Algunas estancias se hallan inmersas en las propias paredes del acantilado y se sostienen de forma milagrosa. El contraste entre la rusticidad y el abandono que caracterizan la orilla, y el lujo que la sobrevuela, siempre produce asombro.

VILLAS DE MUCHOS KILATES

A pesar de que, en 2005, tras una intensa tormenta, se derrumbó el edificio conocido como Residencial Vista Alegre, construido en 1988 y con 26 viviendas, en la zona se han seguido levantando inmuebles con inusitado frenesí.

Entre las calles que zizaguean por los acantilados se suceden chalets con nombres como Villa Colibrí, Villa Stone, Villa Kai... Algunos están en venta por entre tres y cinco millones de euros, y otros se alquilan a razón de 20.000 euros semanales.

En Vista Alegre, los edificios de apartamentos, por lujosos que fueran, ya han dejado de tener cabida.

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