La línea de rocas que se adentra en el mar bajo el pla de sa Caleta, donde se hallan los restos del primer asentamiento fenicio, iba a ser sustituida por un dique de abrigo, destinado a proteger el puerto industrial previsto en la bahía. El proyecto, que incluía una nueva central eléctrica, instalaciones para descarga de cemento y combustible y una gran área de servicios, pendió, cual espada de Damocles, sobre las casetas varadero de sa Caleta y su entorno durante casi dos décadas.
La ponencia con la que se presentó el proyecto en 1976 señalaba que la zona era perfecta porque «por las molestias que produce el tráfico de aviones, no es adecuada para utilización residencial o turística», así que, en realidad, «supondría el aprovechamiento de unos terrenos prácticamente no aptos para otros usos».
Con la consiguiente campaña mediática que suele acompañar a todo proyecto ideado en aras del progreso, se habló del puerto industrial de sa Caleta durante casi dos décadas. Los argumentos eran muy conocidos, repetidos hasta la saciedad: la «situación dramática» del puerto de Vila porque no podían atracar cruceros, porque el tráfico aumentaba día a día y porque la descarga de combustible era «un permanente peligro para la ciudad», según un artículo aparecido en Diario de Ibiza el 21 de octubre de 1984.
Y cuando el proyecto de muelle industrial se desvanecía en el olvido, ya en los 90 llegó otro plan desarrollista a amenazar los avaradors de sa Caleta; si no había puerto industrial, el plan de Puertos Deportivos aún podía aprovechar la protegida bahía en la que, tiempo atrás, mirando al sur, más de cincuenta pescadores habían construido las casetas en las que poder guardar sus barcas.
De esta forma, Ibiza ha estado a punto de perder tan emblemático enclave paisajístico al menos en dos ocasiones. Finalmente, en el año 2009, el Consell declaró el conjunto Bien de Interés Cultural con la tipología de lugar de interés etnológico, la misma figura con la que se han protegido también las casetas de sa Punta des Molí y todas las existentes en Formentera, que los formenterenses suelen denominar escars.
Tal vez la protección no garantice completamente que, algún día, una nueva amenaza se cierna sobre el lugar, pero reconoce la importancia de una cala y unas construcciones que no solo están muy vinculadas a la cultura y las tradiciones de los isleños sino que también forman parte de su memoria sentimental; sa Caleta siempre ha sido un rincón al que escapar para recuperar el pulso marinero de la isla.
EL REFUGIO DEL SUR
La bahía de sa Caleta está abierta al sur y dibuja un estrecho semicírculo que proporciona un privilegiado refugio de pescadores.