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Coses nostres

El carro verde de la posidonia

La posidonia se ha convertido en el objetivo prioritario de las políticas de conservación y en pretexto para todo tipo de eventos mientras algunos expertos advierten de que, al mismo tiempo, se olvidan hábitats menos extensos y más vulnerables

La pradera de posidonia de es Bol Nou, en el parque de ses Salines

Quién nos iba a decir que una planta marina tan presente y tan próxima en las vidas de los isleños, podía, de pronto, ponerse de moda. Porque esa es, precisamente, la expresión que incluso usan ya los expertos para referirse al fenómeno de divulgación, marketing y uso publicitario que se hace de la posidonia –la especie Posidonia oceanica–, que sirve tanto como pretexto para jornadas gastronómicas como para justificar un sinfín de eventos que poco o nada tienen que ver con la conservación marina; su nombre se pone a productos cosméticos –que así parecen más ‘sostenibles’– y hasta marcas de cerveza se han subido al carro verde del bosque sumergido del Mediterráneo.

Hemos crecido con ella y su olor en las playas es un olor que tenemos instalado en el epitelio desde la infancia. El alga seca se ha empleado para aislar los suelos de las cuadras o establos y también los techos de las casas payesas. Con la posidonia muerta que llega a las costas, creando barreras de protección, en las islas se ha sustituido la paja, se han embalado objetos frágiles y se han hecho camas para los podencos. Hemos aprendido a nadar en sus praderas, nos hemos ‘rebozado’ en ella y ha sido nuestro colchón sobre las rocas. Tan familiar ha sido y es en nuestras vidas que ahora se nos puede antojar sorprendente ese empeño en adorarla como si acabáramos de descubrir su presencia y sus valores, y que algunos especialistas nos recuerden constantemente que se trata de una planta, no de un alga, mientras nos empeñamos en no perder los nombres tradicionales de alga y alguer, aun sabiendo que técnicamente no son aptos para puristas.

Un análisis aún más importante de la situación, que ya se atreven a apuntar científicos y expertos, es el hecho de que la omnipresencia de la posidonia puede hacer que olvidemos hábitats que tal vez merecen más atención. O, al menos, la misma. El biólogo marino Enric Ballesteros, investigador del Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB-CSIC), es uno de ellos. «Los alguers de posidonia ocupan un porcentaje enorme del fondo marino de Balears y la posidonia es, con muchísima diferencia –en órdenes de magnitud en biomasa, es decir, en peso–, la especie más abundante del mar balear. La posidonia tiene unas virtudes fantásticas y hay que conservarla, desde luego, pero no hay que olvidar que es la especie más abundante. Y luego hay especies que son rarísimas; por ejemplo hay una que se llama Cystoseira barbata, un alga parda, en la que se ocultan meros pequeños, pequeños sargos... y prácticamente el único lugar de España en el que se encuentra es la bahía de Fornells. A mí me hace pensar que como la posidonia está protegidísima, nos podemos cargar, sin saberlo, áreas importantísimas para el reclutamiento de especies, que por proteger 50 metros cuadrados de posidonia nos cargamos los únicos 50 metros cuadrados donde hay este otro tipo de hábitat». Así lo explicaba el biólogo en una entrevista en el programa Nautilus, de IB3 ràdio. Y añadía: «La posidonia tiene que tener el mismo estatus de protección, o quizás más, del que tiene ahora, pero la posidonia nos ha hecho perder de vista todos los otros hábitats también con problemas, menos extensos y mucho más vulnerables... que la gente ni siquiera conoce. No todo se acaba en la posidonia».

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